El título ya nos indica el camino que va a seguir el autor malagueño en su nueva obra, que tiene un componente metaliterario que sólo se descubrirá cerca del final de la novela y que cuenta con muchas referencias literarias que pueblan los capítulos finales. La trama de la novela se basa en una gran venganza. Esta tardará años en ejecutarse, planificada con una precisión milimétrica y en donde ningún cabo queda suelto en una trama que se va complicando de manera exponencial.
El género de la novela bascula entre la novela negra y el drama histórico. Son dos los espacios temporales en los que se desarrolla la novela. Por un lado, tenemos el tiempo actual donde se desarrolla gran parte de la trama y es donde se resuelve la misma y, por otro, los años de la dictadura cívico militar del general Videla en Argentina, que en parte nos dará las claves de la resolución del conflicto.
Emilio Calderón urde una trama donde Ernesto Bocanegra se tendrá que enfrentar a su pasado colaboracionista con la dictadura de Videla y a su nueva vida como empresario enriquecido por sus tratos del pasado; el autor sabe manejar los tiempos perfectamente y va avanzando la trama de manera parsimoniosa, pero aplastante para el lector, que verá crecer sus ansías por seguir avanzando en una trama cada vez más enredada.
Además, el autor introduce en el desarrollo de la novela numerosos e-mails que se cruzan los hijos de Bocanegra a uno y otro lado de océano Atlántico, lejos de ralentizar la novela, estos correos nos irán dando algunas claves de la trama; en otras ocasiones servirán para despistarnos y estar más atentos a los giros que se van a ir produciendo. Llegando a lo que los argentinos llamarían “un auténtico quilombo”. Son tantas las tramas, los cruces de las mismas y los acontecimientos que van surgiendo en el presente que el lector no puede dejar de admirar una complicada trama llena de giros y sorpresas que en todas y cada una de las páginas nos depara Emilio Calderón.
Es de agradecer el esfuerzo que el escritor malagueño ha hecho con el lenguaje, que, siendo rasposo, brutal y, en ocasiones, áspero; no deja de atraernos por su estilo. Destacar que el deje porteño se mantiene durante toda la novela en los pasajes argentinos.
En definitiva, nos encontramos ante una novela bien trazada y desarrollada. Nos encontramos con un Emilio Calderón en plena forma. “Los ojos con mucha noche” se encuentra entre lo mejor de su producción y la auguramos un éxito creciente que, supongo, vendrá con el boca a boca de los lectores.
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