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Juan Negrín e Indalencio Prieto
Juan Negrín e Indalencio Prieto

Negrín y Prieto

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en su XXVII Congreso rehabilitó al Presidente republicano Juan Negrín y a treinta y cinco viejos dirigentes socialistas de la Segunda República, tales como Álvarez del Vayo, Lamoneda y Vidarte, entre otros. Negrín y estos dirigentes fueron expulsados del PSOE en 1946, durante el exilio, debido a las fuertes discrepancias que tuvieron por la forma de llevar dicho exilio.

Mucho se ha escrito últimamente sobre el tema y no todo lo dicho es cierto.

Vamos a intentar aclarar algunos puntos de controversia. Cuando Negrín formó su primer gabinete en mayo de 1937, tras el frustrado gobierno de Largo Caballero, Indalecio Prieto pasó a ocupar la cartera de la Guerra, sin duda alguna la más importante del gobierno. Él tenía ya cierta experiencia, pues con Largo Caballero había sido Ministro de Marina y Aire, siendo el Presidente del Consejo de Ministros el encargado del de la Guerra.

Pese a ocupar el Ministerio de la Guerra, Indalecio Prieto se comportó como un pesimista irredento y, desde el primer momento, manifestó que la guerra se perdería por la falta de ayuda extranjera. Prieto en numerosas ocasiones se comportó de manera esquizofrénica; por un lado, aborrecía a los dirigentes del Partido Comunista de España (PCE), dos de los cuales eran ministros en el mismo gabinete, Vicente Uribe y Jesús Hernández, y, por otro, a los dirigentes soviéticos. Pero, anteriormente, fue partidario del carnet único, es decir, de la unificación en un solo partido de las dos Internacionales, Segunda y Tercera, o lo que es lo mismo, PSOE y PCE. Por eso, su comportamiento, pese a ser muy popular y querido por aquel entonces, no se entendía. Uribe le atacó furibundamente, pero, Jesús Hernández, siendo compañeros de gabinete, le atacó bajo seudónimo, aún más, como reconoce en sus memorias: “Yo, Ministro de Stalin en España”.

Prieto, por aquella época, recriminaba a Negrín continuamente su acercamiento a los soviéticos, a pesar a ello, en el gabinete sólo había dos ministros comunistas, y Negrín siempre se negó a viajar a Moscú para entrevistarse con Stalin. Le costaba reconocer que la única ayuda que recibía la República provenía de Rusia, habiendo sido dejado a su suerte el gobierno legítimo por las potencias europeas, Reino Unido y Francia, y, también, por la Sociedad de Naciones.

Aunque algunos testimonios, como el de Vidarte, aseguran que había presentado la dimisión, Negrín no la tuvo en cuenta, hasta que ya harto de su comportamiento decidió en abril de 1938 relevarle de su puesto de ministro de la Guerra y, como contrapartida, le ofreció distintas carteras a las que renunció pues él sólo quería la de Hacienda y ésta no estaba dispuesto a cedérsela. Desde ese momento, Indalecio Prieto, ofendido, le retiró la palabra y no volvieron a cruzarla nunca más. La patraña sobre la intermediación con Raimundo Fernández Cuesta, para buscar una paz negociada, se hizo por medio de otras personas, pero nunca directamente. Ellos no volvieron a hablarse nunca, ni siquiera en el acto de la dimisión como ministro. En dicho evento, después de un discurso ligeramente laudatorio hacia Prieto, fue Negrín a agradecerle sus servicios y Prieto se volvió de espaldas continuando la charla con otras personalidades. En el exilio, Negrín también quiso hablar con él, pero nunca lo recibió. Tal era el enojo de Prieto que no paró hasta vengarse de él, expulsándole del PSOE, al igual que a Ramón Lamoneda, secretario del partido durante la Guerra Civil; a González Peña, presidente del mismo y a Juan-Simeón Vidarte, vicesecretario; todos ellos, miembros de la ejecutiva socialista y firmes partidarios y seguidores de Prieto durante el tiempo de la República. Por eso no se entiende bien su expulsión.

Indalecio Prieto nunca superó la humillación de su cese como Ministro de la Guerra. Negrín intentó, para limar asperezas, nombrarle embajador en México pero Azaña no quiso firmar el nombramiento. Otro episodio más que hizo a Prieto que aumentase su inquina por Negrín. Éste siempre comentó a sus colaboradores y amigos que no podía permitirse el lujo de tener una persona tan pesimista en un puesto tan clave; como ven, una razón de peso.

Probablemente a Prieto nunca le gustó la forma en que Negrín manejó a su antojo el SERE (Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles), rival de la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) fundada por él. El extraño caso del yate Giralda que llevó a México grandes cantidades de objetos valiosos de las catedrales de Tortosa y Toledo, que iban a servir para la financiación del SERE, fue otro motivo para enquistar su ya deteriorada relación.

Si todo esto es cierto como realmente parece, Indalecio Prieto hizo lo correcto en expulsar al doctor Negrín del PSOE. Su forma de vida, llena de lujos, nos hace sospechar que muchas de las decisiones de Negrín fueron arbitrarias y sólo perseguían el lucro personal, aunque él lo quería tapar extendiéndolo al SERE. La Ley de la Memoria Histórica debería, también, contemplar estos episodios, el por qué algunos exiliados vivían entre lujos y otros pasaron innumerables privaciones. Ya lo dijo el general anarquista Cipriano Mera, para quien aceptar algo del SERE era reconocer a Negrín como representante oficial de los españoles exiliados. Mera, padeciendo unas condiciones lamentables en un campo de trabajo francés en Argelia, replicó a un agente del SERE: “Mi caso no es diferente del de varios miles de refugiados. Ni más ni menos. Rechazo por adelantado cualquier privilegio personal, pues no me lo admite mi dignidad. Estáis manejando un tesoro que no os pertenece y del que tendréis que rendir cuentas el día de mañana. ¡No lo olvidéis!”. Ahora se les perdona sin rendir cuentas. Lamentable.

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