Hacía más de treinta años que no se publicaba un libro de inéditos y materiales ocultos del poeta
León Felipe. Tras un año de trabajos, apoyados por la Fundación León Felipe, que preside la Alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, ve ahora la luz este libro, un guiño a Santa Teresa, no sólo por la mística de lo cotidiano que compartían ambos, sino porque pretende recuperar de algún modo el aliento íntimo y espiritual del poeta de Tábara tanto en su modo de creación como en su obra, a través de material inédito o desconocido, procedente del tesoro oculto hasta ahora en el Archivo Histórico Provincial de Zamora, donde reposa el legado último de León Felipe, y del que se han sacado la mayoría de textos. En opinión de Gonzalo Santonja, Director del Instituto Castellano-Leonés de la Lengua y prologuista y antólogo del volumen, son sobre todo estos papeles del archivo zamorano “los que revelan el pálpito y la artesanía de su sistema luminoso de señales durante su largo y fructífero exilio”.
Pero no todos los materiales de este descubrimiento literario proceden de este archivo zamorano, sino que el epistolario inédito entre Juan Larrea y
León Felipe, pertenece al legado Juan Larrea, depositado en la Residencia de Estudiantes, todo un “regalo literario” que muestra no sólo la amistad profundísima entre los dos poetas y profetas del exilio, “un apasionante y apasionado recorrido por el alma y el corazón de una amistad inquebrantable con testimonios de una contemporaneidad, fuerza y espíritu difíciles de hallar en la correspondencia entre dos autores de este calibre”, comenta Javier Expósito Lorenzo, responsable literario de la Fundación y prologuista de
Castillo interior. “No sólo está ese camino compartido hacia la luz, sino también el intercambio de opiniones acerca de personajes de tremenda importancia como Octavio Paz, Buñuel, Imaz, Reyes u otros personajes del exilio y la literatura del momento”, afirma Expósito. Además, este epistolario nos enseña cómo funcionaba la red de ayuda en el exilio y la solidaridad que presidía muchas de estas relaciones, y cómo unos estaban al tanto de otros y la generosidad existente entre ellos, dice Gonzalo Santonja: “un exilio mejicano ejemplarmente solidario”. Y sobre todo, destaca también cómo León Felipe se vuelve antes de terminar la guerra al tropezarse con lo inesperado, “los dogmatismos y las purgas, otra guerra incivil en la incivilidad de la guerra”, aclara Santonja.
En suma, este libro ha querido recoger ese largo exilio mexicano de León Felipe, no comparable al de otros, porque como dice Santonja, “cuando la legión de derrotados empezaba a desembarcar en Veracruz, él ya sumaba dieciséis años en aquellas tierras, casado con Berta Gamboa”. Sin duda “León es uno de nuestros más grandes poetas, y era necesario rescatarlo ahora, porque su única causa era el hombre, llegar a su corazón y su alma, y su dedo en verso, ahora que, a veces, se nos olvida poner ese corazón y alma en las cosas es imprescindible para recordarnos lo que somos”, aduce Expósito Lorenzo para la recuperación del poeta. Son textos que van desde el año 1939 a un año antes de su muerte en 1967 y que muestran la evolución emocional y espiritual de
León Felipe, así como las continuas sombras y luces que sobrevolaron toda su obra, de la que se convierte en este volumen el propio poeta en analista y juez de excepción, como cuando le escribe a Camilo José Cela en 1959, “estoy avergonzado de haber escrito la mayoría de mis versos. Casi todos no son más que actualidad. Al final creo que no he sido más que un reportero con énfasis de energúmeno…”
León Felipe, durante su juventud, ejerció de farmacéutico en varias ciudades y trabajó como actor de teatro en una compañía itinerante. Encarcelado por deudas, administró los hospitales de Guinea, y en 1923 viajó a México con una carta de recomendación del escritor Alfonso Reyes, donde desempeñó labores de bibliotecario en Veracruz antes de convertirse en agregado cultural de la Embajada española y profesor de literatura en diversas universidades americanas, como la de Cornell, donde conoció a su esposa mexicana y también profesora, Berta Gamboa. Al estallar la Guerra Civil española se encontraba en Panamá, desde donde regresó a España para apoyar la causa republicana. Pero en 1938 se exilió definitivamente en México, tras dejar con su poema La insignia y El hacha o la Elegía española muy claro que en esa guerra fraticida “no hay más que polvo”. A finales de los años veinte, durante su estancia en la Universidad de Cornell, trabó amistad con hispanistas como José Bernadette o Waldo Frank, a los que León Felipe escribe –como se recoge en este libro- y se convirtió en el primer traductor en español de Walt Whitman y facilitador de su entrada al lector español. Adaptó varias obras teatrales de Shakespeare.
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