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"La Cura del Bienestar": A merced del estatuto médico

Por Emiliano Fernández

lunes 27 de marzo de 2017, 20:33h
La cura del bienestar
La cura del bienestar

El regreso de Gore Verbinski al terror luego de la recordada La Llamada (The Ring, 2002), sin duda el mejor y más interesante exponente de la multitud de remakes y exploitations hollywoodenses de la década pasada en torno al J-Horror, es una de las películas más alucinantes y extrañas que haya entregado el mainstream de los últimos años.


  • La cura del bienestar

Thriller | 156 min. | USA 2017
Título: La cura del bienestar.
Título original: A Cure for Wellness.
Director: Gore Verbinski.
Guión: Justin Haythe, Gore Verbinski.
Actores: Dane DeHaan, Jason Isaacs, Mia Goth, Susanne Wuest.
Estreno en España: 24/03/2017
Productora: New Regency Productions / Blind Wink Productions / Studio Babelsberg.
Distribuidora: Fox España.

Sinopsis
Un joven y ambicioso ejecutivo de empresa (Dane DeHaan) es enviado para traer de vuelta al CEO de su compañía, que se encuentra en un idílico pero misterioso "centro de bienestar", situado en un lugar remoto de los Alpes suizos. El joven pronto sospecha que los tratamientos milagrosos del centro no son lo que parecen. Cuando empieza a desentrañar sus terribles secretos, su cordura será puesta a prueba, pues de repente se encontrará diagnosticado con la misma y curiosa enfermedad que mantiene allí a todos los huéspedes, deseosos de encontrar una cura.

Crítica
El regreso de Gore Verbinski al terror luego de la recordada La Llamada (The Ring, 2002), sin duda el mejor y más interesante exponente de la multitud de remakes y exploitations hollywoodenses de la década pasada en torno al J-Horror, es una de las películas más alucinantes y extrañas que haya entregado el mainstream de los últimos años.

Si tenemos presente que hoy la mayoría de los tanques con los que nos bombardean los grandes estudios suele recurrir al mismo puñado de estereotipos, un opus de la envergadura de La Cura del bienestar (A Cure for Wellness, 2016) es una anomalía absoluta: hablamos de una epopeya gótica con un presupuesto más que generoso, sin estrellas hiperconocidas y para colmo de 146 minutos de duración. El sustrato freak del convite va todavía más allá porque consigue unificar un preciosismo visual planeado al dedillo con un registro narrativo en verdad prodigioso, que atrapa al espectador desde el comienzo y no lo suelta hasta el final.

De hecho, la destreza en el campo de las imágenes del realizador encuentra su basamento perfecto en el intrincado y asfixiante guión de Justin Haythe, circunstancia que constituye un doble argumento a favor de aquello de que no debemos prejuzgar tan fácilmente a los responsables de una obra de arte, en especial cuando los susodichos poseen un bagaje profesional tan heterogéneo -léase desparejo e imprevisible- como el de Verbinski y Haythe (ambos cuentan con tantos trabajos admirables en su haber como deficitarios).

Para tener una idea aproximada del film en cuestión conviene enmarcarlo en las que parecen ser sus referencias centrales: aquí disfrutamos de una premisa cercana al típico “descubrimiento de lo macabro” de la octología de Roger Corman sobre Edgar Allan Poe, distintos detalles surrealistas en sintonía con el Ken Russell menos desaforado y hasta una estructura general que nos retrotrae a la inteligencia y la sinceridad retórica del maravilloso Stanley Kubrick.

La historia gira alrededor de Lockhart (Dane DeHaan), uno de los principales agentes de un conglomerado bursátil neoyorquino dirigido por unos tránsfugas que necesitan de un “chivo expiatorio” para lavar culpas por algunos chanchullos. El elegido es un tal Pembroke (Harry Groener), otro ejecutivo financiero -pero de un grado más alto- que recientemente se transformó en un insólito adalid de la antibanalidad posmoderna, un ideario que el hombre deja entrever en una carta enviada desde un “centro de bienestar” símil spa enclavado en los Alpes suizos.

El protagonista recibirá el encargo de hallarlo y traerlo de vuelta a la Gran Manzana para que cumpla con su papel prefijado, no obstante la tarea se convertirá en una pesadilla debido a que el director del lugar, el Dr. Volmer (Jason Isaacs), parece dispuesto a no dejar ir tanto a Pembroke como al propio Lockhart, situación que se complica aún más por la atracción del joven hacia una chica misteriosa que vaga por allí, Hannah (Mia Goth).

Sinceramente llama la atención la eficacia a la hora de encadenar los sucesivos intentos de escape del protagonista a partir de su arribo al sanatorio (castillo gigante y pueblito con aldeanos tenebrosos incluidos), su primer contacto con Pembroke (el fetiche de la institución médica son los tratamientos vinculados al agua local) y el punto de “no retorno” en cuanto a los acontecimientos posteriores (un accidente automovilístico lo deja con una pierna enyesada y a merced de un personal que lo acusa de demente). Haythe combina elementos de La Isla del Doctor Moreau de H.G. Wells y Drácula de Bram Stoker y evita esa patética ironía autoreferencial contemporánea en materia de diálogos y situaciones ya que prefiere -en cambio- jugarse por un tono serio de angustia contenida, claustrofobia y secretos sucios, logrando que las exploraciones de Lockhart permanezcan en el campo de un extrañamiento más pragmático y oportunista que “incrédulo” en un sentido tradicional.

Mientras que en el plano explícito del opus encontramos una crítica astuta a la ambición ciega y bobalicona de la burguesía de nuestros días, ese complemento del egoísmo que pugna por subir un escalón más en la pirámide del dinero, la influencia y el estatus laboral, en lo que respecta a la dimensión implícita se puede identificar un intento muy exitoso por recuperar diversos motivos del terror clásico como por ejemplo el héroe propenso a ser deglutido por un contexto que subestima o no llega a comprender, la figura del científico/ médico impiadoso y con un estado mental un tanto trastocado, una damisela que parece “en peligro” aunque su rol es más vasto y un enigma de fondo que se vale del expresionismo a la El Gabinete del Dr. Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920) para cuestionar el estatuto moral de la medicina, la industria farmacéutica y un empirismo sin conciencia que suele esconder su naturaleza putrefacta bajo la máscara de la ciencia y el bienestar social…

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