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El periodista David Torres publica "Todos los buenos soldados"

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Todos los buenos soldados del periodista David Torres es una amalgama entre la novela negra y la novela histórica, pero el conjunto es mucho más que la suma de ambas. Como ya se ha visto, tiene como tema la Legión y el complejo universo del ejército. El libro ha sido publicado por la editorial Planeta.

La cadena de asesinatos y los lejanos sucesos sobre los que estos se forjan, van mostrando una historia sorprendente, de gran potencia narrativa, en la que ningún cabo queda suelto ni nada sucede porque sí. La resolución del misterio muestra de nuevo el trauma de la guerra civil y el peso de los crímenes impunes al cabo de los años: un tema de absoluta actualidad en la sociedad española actual.

La historia está perfectamente "encajada" en las circunstancias históricas, políticas y sociales existentes entonces: la guerra de Marruecos, la política española en las colonias, la Legión. Pero el autor consigue hacer algo más con todo ello: desde la mentalidad de la época y el lugar de los hechos, muestra la naturaleza del ser humano en sus dos perpetuos polos: su dimensión más sublime -amor incondicional, amistad, idealismo- junto a la más depravada -violencia, odio, crueldad. Se trata, pues, de una novela redonda, justamente ambiciosa, que trasciende con mucho la historia que narra.

En ella hay, además, otros recursos que la hacen atractiva y fascinante, como es el contraste entre el "feísmo" deliberado de algunos de sus pasajes y el espléndido impacto de la obra en quien la lee, secreto en el que reside, precisamente, su belleza. Los enigmáticos asesinatos en serie, el mundo duro, casi siempre sórdido, de la Legión, o los inquietantes recovecos de una tierra inhóspita y ajena, tienen como contrapunto el amor sublime, platónico, incondicional; el idealismo y la pureza de sentimientos.

El estilo es ágil y cada frase es un dardo que va directo al centro: "El toque de diana sorprendió al sargento Armendáriz rascándose los huevos. No había mucho que rascar después de medio siglo de madrugones con resaca. Tosió, gargajeó y blasfemó, por ese orden, hasta dar con el tabaco al lado de la almohada. Extrajo un cigarrillo a tientas y acertó a clavarlo en la boca antes incluso de abrir los ojos. Luego parpadeó con esfuerzo, gargajeó un poco más, se sentó en el borde de la cama y exhaló el saludo ritual de todas las mañanas: Me cago en mi puta vida."

En su conjunto se trata de una obra muy literaria, rica en acertados recursos estilísticos. El realismo de la historia convive con algunos resquicios por los que se cuela la ensoñación, como en este pasaje a medio camino entre la realidad y el ensueño, en el que se da cuenta del efecto que ejerce un cigarrillo de kif: "De repente [Gila] supo por qué se movía el mar, por qué se dedicaba al humor, por qué había guerras, por qué las habría siempre. Por un instante todas las piezas encajaron en un esqueleto nítido y perfecto: las balas, las nucas, las medallas, los cigarrillos, el piano roto y constipado donde Adela destrozaba a Albéniz. Era tan sencillo, tan simple, que le entraron ganas de reír. Luego todo se borró de un manotazo, la verdad se disipó como humo, como una de esas construcciones lógicas que se disuelven justo en el momento en que llega el sueño."

Otra de las señas de la novela es la profusión de diálogos de todo tipo -amistosos, chispeantes, hostiles, introspectivos, evocadores o apasionados-, a través de los cuales también se teje esa extraordinaria red de historias interrelacionadas que forman la novela.

Todos los buenos soldados toma su título de una ensalada a cuatro voces atribuida a Mateo Flecha el Viejo, compositor catalán del siglo XVI, que figura al principio de la novela y que dice así: "Todos los buenos soldados/que asentaren a esta guerra/ no traigan nada en la tierra/si quieren ir descansados./ Si volvieren con victoria/ la paga que les darán/será que siempre tendrán/ en el cielo eterna gloria. Una declaración que sugiere que algunas cosas no han cambiado casi medio milenio después.

En cualquier caso, se trata de una novela formidable, inteligente, redonda, que rescata una guerra y un tiempo olvidados, que nos acerca a un mundo ya inexistente, aunque aún cercano en el tiempo, ignoto para las generaciones que no han conocido la vida militar ni siquiera a través de la "mili", como fue el caso de generaciones precedentes; y que se sirve de la ficción para contar algo muy real: cómo ha sido el pasado inmediato de nuestros padres y de nuestros abuelos. Es decir, nuestro pasado inmediato. Y cómo la Historia destruye a las personas.

David Torres nació en Madrid en diciembre de 1966. Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Antes de dedicarse a la literatura y el periodismo ejerció diversos oficios, como el de cobrador de recibos y otros, según él mismo cuenta, "de esos que aparecen en las biografías de los escritores estadounidenses". En 1999 Manu Leguineche leyó su primer libro, Nanga Parbat, y así empezó a trabajar para su agencia Faxpress.

Como periodista, ha trabajado además en el diario ABC de Madrid, ha hecho colaboraciones en El País Semanal y en diversas revistas literarias. En 2004 empezó a colaborar en El Mundo como columnista. Fue también guionista del programa de televisión Al filo de lo imposible.

Como autor ha recibido numerosos premios y es uno de los más valorados del panorama nacional. Su primera novela es la citada Nanga Parbat (Desnivel 1999), un gran éxito de ventas que fue traducido al francés, al polaco y al italiano y por la cual recibiría el premio Desnivel. Pocos días después era también galardonado con el SIAL de Narrativa con el relato Donde no irán los navegantes. Al año siguiente publicó Los huesos de Mallory, que escribió en colaboración con Rafael Conde. Luego vinieron el libro de relatos Cuidado con el perro (La Guantera - La Bolsa de Pipas, 2002), un libro de poemas, Londres, (Calima Ediciones, 2003), El gran silencio (Destino 2003), con el que fue finalista del premio Nadal, El mar en ruinas (Ediciones Destino 2005), Robando tiempo a la muerte, (Pearson Educación 2006), que fue Premio del IV Certamen del Libro Deportivo Marca, La sangre y el ámbar (Ediciones B, 2006), Bellas y bestias, retratos del natural (Sloper, 2008), Niños de tiza (Algaida Editores, Sevilla 2008), por el que recibió el premio Hammett de la Semana Negra de Gijón y el premio Tigre Juan, y Punto de Fisión (Algaida, 2012), por el que obtuvo el Premio Logroño de novela.

David Torres publica un blog en Público.es, que toma el título de su penúltimo libro, Punto de fisión, e imparte diversos cursos de escritura en la escuela literaria Hotel Kafka, donde también tiene alojado su blog Tropezando con melones.

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