En 1993, los dramaturgos José Ramón Fernández, Luis Miguel González Cruz, Raúl Hernández Garrido y Juan Mayorga decidieron crear un espacio para el análisis y la crítica de sus proyectos individuales de escritura al que llamaron Astillero. En 1995, con la puesta en escena de “Para quemar la memoria”, nace Teatro del Astillero con la llegada al colectivo de Guillermo Heras para potenciar el peso textual en la dramaturgia contemporánea produciendo obras teatrales, lecturas dramatizadas de textos españoles y extranjeros, cursos y talleres de dramaturgia. Luis Miguel González Cruz nos responde a varias preguntas sobre la intención de este Café Literario del Canal.
¿Cómo se ha hecho la selección de autores del Café Literario del Canal?
La selección se ha realizado por muy diferentes vías, pues diferentes son las posibilidades de acceder a textos en países tan diferentes. Así pues, hemos contado con la ayuda de traductores y animadores culturales como pueden ser Fernando Gómez Grande, Stylianos Rodarelis, Kleber Luiz Bosque, entre otros, que nos mantienen siempre informados sobre los últimos textos que conocen o traducen, así como hemos participado en eventos y residencias dramatúrgicas como las realizadas en el teatro Reactor de Matosinhos en 2019, el Forum Internacional de Dramaturgia Española de Atenas o grupos como el Colectivo Iberoamericano de Creadores Escénicos. Cada año Teatro del Astillero muestra un puñado de textos que nos llegan por muy diferentes vías.
Desde Teatro del Astillero pretendemos fortalecer esas vías de comunicación y conocimiento del teatro que se escribe hoy en el mundo, así como crear otras nuevas pues la dramaturgia contemporánea no tiene acceso fácil a editoriales y las producciones teatrales, en el caso de los textos se pongan en escena, suelen tener un recorrido local.
¿Qué nos puedes decir de los autores y piezas que habéis elegido?
Los autores que participan en el Café literario del Canal tienen trayectorias muy diferentes, pues algunos como Michel Simonot o Antonis Papaioannou tienen carreras consagradas en sus países, otros como Dolly Peña o Ana Cózar, comienzan ahora a publicar sus obras. Autores como Fabio Brandi Torres, ha sido traducido a múltiples lenguas y Carmen Viñolo es una dramaturga que trabaja en Barcelona y que ya comienza a tener éxitos en circuitos alternativos.
¿En qué se diferencia leer un texto dramático de verlo escenificado?
El objetivo final de todo texto dramático es ser llevado a escena, ser objeto de una producción teatral y vivir sobre la escena. No es otro el espacio al que un texto dramático debe apuntar, lo único que ocurre es que, por el camino, existen algunas vías intermedias que nos pueden ayudar a dar a conocer las obras y divulgarlas.
La más importante vía sería la de la publicación, pero las lecturas dramatizadas son un buen ejemplo para dar a conocer las obras. Es una manera de acercarse al texto dando a entender que existe otro trabajo artístico necesario para que el texto dramático sea pleno. Ese trabajo es el de la puesta en escena. Así pues, una lectura dramatizada no es más que un acercamiento al texto en el que se marca una carencia como un recurso estético. La carencia de la puesta en escena inscrita en la propia lectura dramatizada da a entender que el texto, en lo esencial, está en la lectura pero proyecta múltiples posibles puestas en escena.
Y, como género literario, ¿en qué se diferencia la literatura dramática de otros géneros (novela, cuento…)?
La literatura teatral es un género emparentado con escrituras como el guion cinematográfico o televisivo pues participa como ellos de recursos dramáticos. El teatro trabaja sobre la acción (no en vano la palabra drama remite a la griega “drao” que significa: actuar) al igual que lo hace el cine, por lo que sus valores tienen mucho que ver con la acción y la puesta en escena, pero también participa de valores literarios tradicionales como lo hace la narrativa y la poesía. Un texto teatral, en sus diálogos, puede desarrollar valores literarios como lo hace una novela, pero también como lo hace la poesía, pues la palabra teatral es una palabra para ser pronunciada, ser dicha en un tiempo determinado. Pero también un texto teatral es un boceto para una puesta en escena, por lo que los valores escénicos, plásticos y dramáticos son también primordiales en sus propuestas estéticas, por lo que un dramaturgo debe pensar siempre que los valores literarios en el texto dramático remiten a cómo hablan los personajes pero también a cómo callan o qué hacen.
¿Vive la literatura dramática en castellano un buen momento?
Desde el Siglo de Oro, la dramaturgia en castellano es rica y variada, lo único que no corre parejo en este sentido es la capacidad de producción teatral y, sobre todo, la industria editorial. Existen pocas editoriales especializadas en teatro mientras que las editoriales grandes no prestan atención al teatro. Del mismo modo, tanto la producción como la edición teatral parecen dedicarse a textos teatrales del momento, obviando un repertorio de textos y autores que, por ser publicados hace treinta o cuarenta años, desaparecen del mercado.
La literatura dramática en castellano, tanto en España, Hispanoamérica y Estados Unidos es, a día de hoy, muy rica, variada y estimulante.