Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, dijo que “solo se mantiene la unidad respetando la pluralidad y la diversidad”. “Unidad no significa homologación, la diversidad es riqueza y nos ayuda a huir del fundamentalismo”, lejos de las “invitaciones al sectarismo, el odio o el racismo”.
El libro invita a celebrar con humor esa riqueza de nuestra lengua, cuyas variedades hay que respetar y de las que debemos sentirnos orgullosos, lo cual “no es vanidad, sino responsabilidad”. “La literatura es la capital de un idioma sin centros”, muestra de una historia que hemos vivido en común y que con el tiempo se hace más rica y más diversa, añadió García Montero, quien participa en el libro con el artículo titulado “En esta lengua nos contamos la vida”.
Ana Rosa Semprún, directora editorial de Espasa, animó a leerlo porque “es una joya, enseña deleitando, es muy divertido, es un libro de los que no sueltas”. Tras recordar una colaboración de 15 años con el Instituto Cervantes a través de guías prácticas sobre el español o el exitoso volumen Las 500 dudas más frecuentes del español, Semprún vaticinó que Lo uno y lo diverso será un libro muy leído porque es “entretenidísimo para todos los públicos, también para los jóvenes”.
Esta obra de 224 páginas surge de una invitación del Cervantes a 21 autores/as de diferentes países hispanohablantes a abordar libremente algún aspecto lingüístico relacionado con la diversidad del idioma. Tras un prólogo del académico Fernando Álvarez de Miranda, escriben María Antonieta Andión, María Teresa Andruetto, Gioconda Belli, Gonzalo Celorio, Luis García Montero, Mempo Giardinelli, Álex Grijelmo, Carla Guelfenbein, Carlos Herrera, Fernando Iwasaki, Rolando Kattan, Sergio Ramírez, Laura Restrepo, Carme Riera, Nancy Rozo, Daniel Samper, Marta Sanz, Maia Sherwood, Pablo Simonetti, Juan José Téllez y Juan Villoro.
Dos de ellos, Marta Sanz y Fernando Iwasaki mantuvieron una charla informal con Carmen Pastor Villalba, directora académica del Instituto Cervantes. Marta Sanz elogió la hilaridad que recorre la obra en asuntos como los malentendidos que generan expresiones como “chupar pollas”, las dudas escatológicas que surgen en el empleo del léxico o las “interferencias comunicativas” que, además de provocar la risa, se acentúan de manera intencionada como estereotipos nacionales.
La escritora apostó por “reivindicar lo que el lenguaje tiene de mestizo o de impuro”, los matices de entonaciones y acentos, y recomendó la obra, divertida, entretenida e instructiva, que pone el foco en la lengua diaria, sobre la que no pensamos.
Lengua común que nos une y nos separa
Fernando Iwasaki destacó que los hispanohablantes (el 5% de los 7.800 millones de habitantes del mundo) nos entendemos mejor entre nosotros que, por ejemplo, los chinos (el 13% de la población mundial) o los alemanes y suizos que comparten idioma. Para el escritor peruano –residente en Sevilla- el español “es una lengua común que nos separa, proclive a la complicidad, que nos une de una manera especial”. Y disertó sobre palabras como huevo (a la que dedica su artículo), hortera, cacao, patata, pero también otras voces casi abolidas de remoto origen africano o indígena que esconden un pasado vinculado con la esclavitud o los pueblos ignorados.
Participaron por vídeo otros cuatro grandes autores en español. El nicaragüense Sergio Ramirez explicó su contribución a esta “aventura colectiva” a través de la palabra “cabanga”; Gioconda Belli recordó “la maravillosa selección de palabras autóctonas nicaragüenses que dieron la vuelta al mundo con la canción Son tus perjúmenes mujer, de Carlos Mejía Godoy; la colombiana Laura Restrepo dijo que “juntamos tantos acentos como tonos de piel”; y el mexicano Juan Villoro admitió que, pese a las diferencias entre el vocabulario de los distintos países, “nos acabamos comprendiendo: el gran enigma de este idioma es que estamos condenados a entendernos”.
Cerró la presentación la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, quien celebró que la comunidad de Iberoamérica “es una y es diversa”, la lengua española “es materia viva hoy y siempre” y comparte una cultura cuyo mayor tesoro es la diversidad. Gráficamente, lo comparó con un pulpo: con muchos tentáculos, pero que es un solo animal.
Para la política costarricense, “a pesar de las diferencias nos entendemos cabalmente y comunicamos nuestros valores” en una lengua “impura, policéntrica y plural”, que mantiene una “relación horizontal que une ambos lados del Atlántico”; un territorio común de entendimiento en el que “la diversidad no nos separa, sino que nos une”, empapada en una complicidad que construye “identidades incluyentes que no restan, sino que suman”.
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