¿Te sientes cómodo bajo la etiqueta de exopoeta? ¿Qué es un exopoeta para ti?
Supongo que sí. Sé que es habitual en el mundillo literario desdeñar las etiquetas que a uno le adjudican, pero yo no tengo ningún problema en aceptar la que me ha tocado. Para mí, un exopoeta es un poeta que se encuentra fuera del canon, y he de admitir que ese es el lugar en el que a día de hoy me encuentro, por lo que me parece una etiqueta bastante acertada. En realidad, las etiquetas que los críticos nos asignan a los poetas son como los motes que nos ponían cuando éramos pequeños. Si no te gustaba el que te ponían, lo mejor era hacer como si no te importara.
¿Alguna vez te has preguntado por qué tu poesía es diferente?
No. En puridad, creo que en lo único en lo que mi poesía es diferente a las demás es en la concepción unitaria del poema. Opino que los demás poetas contemporáneos (al menos, los que yo conozco) entienden su poesía como un continuum y su intención suele ser la de escribir poemas que formen parte de un todo mayor, que suele tener la forma de libro. En mi caso, busco siempre que mis poemas tengan una autonomía propia y que se agoten en sí mismos. Como digo en mi poética, una vez concluido un poema, prefiero olvidar lo escrito y empezar de cero. De esta manera, el riesgo, la aventura de enfrentarse a la página en blanco, es siempre mayor.
¿Es necesario romper la gramática?
No creo que sea necesario. De hecho, de todos los exopoetas convocados en [Ex]centricidad creo que soy el único que, al menos en los poemas seleccionados, nunca rompe las reglas de la gramática. En mi opinión, para ser un exopoeta se debe forzar el lenguaje, eso sí, pero existen múltiples formas de hacerlo. A veces el lenguaje mismo desaparece, como en mis poemas «Intro – ducción», «Lección de Matemáticas» o «Despertar», donde por no haber, no hay ni siquiera palabras. Otras veces, se trata de estirar el lenguaje lo máximo posible, como en «Daliniana», donde el lenguaje se derrite como si se tratara de un reloj blando. Las posibilidades, en este sentido, son infinitas.
Háblanos un poco de tu proceso creativo.
Mi proceso creativo parte siempre de la lectura. Un poema es un edificio a construir y, en mi caso particular, no me gusta crear edificios de la nada, así que lo que suelo hacer es bucear en el pasado para crear algo en el presente. Bien reconstruyo poemas en ruinas como los once versos lorquianos que continuo en «Habla la Santísima Virgen», bien me valgo de otros recursos como la imitatio en el poema homenaje a Jorge Guillén o como la [in]versión, recurso de autoría propia, que me sirve para invertir un poema de Eliot. Nunca parto de la nada, aunque lo curioso es que en mi caso particular, a veces, el resultado se parece mucho a la nada, como ocurre en los poemas «Intro – ducción» o «Despertar».
Cita algunos de tus referentes.
Si me ciño a los poemas que aparecen en [Ex]centricidad, mis referentes serían Lorca, Machado, Guillén y Claudio Rodríguez. Y, por supuesto, los grandes nombres de la poesía experimental/visual con Brossa y Francisco Pino a la cabeza.
En tus poemas incluidos en [Ex]centricidad se aprecia una singular unión entre clasicismo y posmodernismo.
El clasicismo ahí está. No lo puedo negar. Pocos poetas en la actualidad utilizan la rima, así que en ese punto soy también un rara avis. En cuanto a la posmodernidad, no sabría qué decirte. Conozco a un poeta excepcional, Javier Hernández Baruque, que publicó en Difácil un poemario compuesto exclusivamente por sextinas. Y en este caso, ¿de qué estaríamos hablando? Las sextinas son una estrofa clásica. Sin embargo, ¿puede existir algo más genuinamente posmoderno y vanguardista que escribir en la actualidad un poemario en sextinas? Yo creo que no.
¿Puede un poeta posmoderno hacer algo con el lenguaje que no hayan hecho los vanguardistas del siglo pasado?
Probablemente no. Pero hay que intentarlo. El lenguaje está ahí afuera, rodeándonos. Podemos acercarnos a él como queramos. De hecho, los vanguardistas no fueron los primeros en (mal)tratarlo. Sin ir más lejos, en los versos preliminares del Quijote, Cervantes ya utilizó los versos de cabo roto, rompiendo los versos octosílabos de sus décimas hasta volverse, de alguna manera, si no totalmente ininteligibles, al menos, de difícil comprensión. Cervantes es pura vanguardia. Un exopoeta del siglo XVII.
El humor y la crítica tienen un peso considerable en tu poética.
Sí, yo lo llamo humor vacui. Del clásico horror vacui, pasamos al amor vacui, el amor al vacío característico de Chillida y Oteiza. Y de ahí, con la posmodernidad de por medio, nos hemos zambullido de cabeza en el puro humor vacui, un humor constante -que diría Quevedo- más allá de la muerte.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Proyectos hay muchos, aunque uno nunca sabe cuál de ellos se hará realidad. El que veo más cercano es una nueva exposición con los compañeros del Colectivo DARt y alguna que otra pequeña sorpresa, que se ha dilatado en el tiempo, pero que puede que esté a punto de caer… Iremos viendo.
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