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"Lady Sapiens", de Thomas Cirotteau, Jennifer Kerner y Éric Pincas

La Esfera de los Libros, 2023
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 13 de febrero de 2024, 17:16h
Lady Sapiens
Lady Sapiens
En esta obra de La Esfera de los Libros, dedicada a la Prehistoria, los autores se aproximan al rol de la mujer en ese momento presumérico, tan importante, y que definió la evolución ulterior de los homínidos y del homo sapiens. Siempre se ha considerado que la mujer que acompañaba a los varones en la Prehistoria era un ser que alumbraba hijos, despellejaba a los animales cazados, estaba indefensa, y vivía bajo la protección de los hombres, que eran cazadores o recolectores, pero siempre todopoderosos, para conseguir salir a flote dentro de aquel mundo tan difícil y complicado. Pero, han debido ser las prehistoriadoras las que se ocupen del papel de la fémina en esas épocas tan extrañas y crípticas.

«¿Qué sabemos de las mujeres en la Prehistoria? ¿Eran débiles e indefensas? ¿Solo se dedicaban a la crianza y educación de los hijos? Esta obra, que recoge las investigaciones más vanguardistas en la materia, rompe con las ideas preconcebidas sobre el rol de la mujer en la prehistoria para presentarla como una cazadora, una luchadora y una pieza indispensable en las sociedades de la época. La ciencia ha revelado que dominaba muchas habilidades y cuidaba su cuerpo y su aspecto. Se pensaba que era sumisa, pero era respetada, honrada y venerada. Lady Sapiens ofrece una nueva interpretación de los yacimientos arqueológicos que nos invita a redescubrir la historia de nuestros orígenes. Una historia sensible, y más precisa, de mujeres y hombres unidos en un destino común del que somos herederos».

Todo comienza: “El 11 de julio de 2019, a las 16’30 horas, una estatuilla prehistórica fue encontrada entre la arena de Picardía. Se trataba de una silueta de mujer, con una altura de seis centímetros. La primera que se encontraba en Francia desde hacía más de sesenta años. La Venus de Renancourt -como se la bautizó- apareció a plena luz, evocando con un eco lejano a todas las mujeres de la Prehistoria. La emoción entre los miembros de la comunidad científica fue enorme, e incluso el gran público pudo apreciar la amplitud del descubrimiento. Catherine Schwab, conservadora de patrimonio del Museo de Arqueología Nacional de Saint-Germain-en-Laye, se maravilló con la atracción que el objeto ejercía, y su magnetismo: ‘esas imágenes nos hablan, nos conmueven, nos interpelan. Es fascinante ver cómo esos objetos no han perdido ni un ápice de su poder después de tantos milenios”.

El sitio de Renancourt fue ocupado, entre los años 28.000 y 22.000, antes de Cristo, dentro del periodo Gravetiense, ocupado ese territorio, situado entre la fachada Atlántica y el occidente de Rusia, eran tribus nómadas de cazadores y recolectores, en ese cuello de botella orográfico, los cazadores se permitían crear trampas a sus presas. La caza se realizaba utilizando largas varas de madera, que llevaban una afilada punta de piedra o de hueso, formando las azagayas. Estas armas eran lanzadas por medio de la fuerza del brazo del hombre prehistórico o, en ocasiones, con el auxilio de un junquillo alargado que prolongaba el brazo del cazador, al terminar en forma de gancho, era lo que permitía duplicar la velocidad y la fuerza de penetración del lanzamiento con un movimiento flexible del puño. “Encontramos poco a poco los vestigios que fueron abandonados por los prehistóricos tras su marcha. Ese suelo de ocupación fue rápidamente recubierto por el limo aportado por el viento. Y ese rápido recubrimiento permitió una fosilización perfecta del suelo”.

Con lo que antecede, se llega a la certidumbre que los humanos prehistóricos asociaban el arte de la caza con el arte en sí mismo. En el sitio de Renancourt aparecen numerosos huesos de caballo, por lo que se puede aseverar que estos caballos achaparrados eran alimentos primigenios de estos seres humanos de la zona, que era una región rica para el abastecimiento de sus residentes. Fue en julio de 2014, cuando Clément Paris exhumó esa figura femenina, de doce centímetros de altura, a la que sin dudar lo más mínimo denominó como ‘VENUS’, nombre escogido ya por los diversos prehistoriadores de finales del siglo XIX para referirse a representaciones de mujeres, de este período, que iban poco cubiertas. En los últimos ciento cincuenta años de búsqueda de restos prehistóricos, se han encontrado alrededor de un centenar de figuras femeninas, desde las riberas atlánticas hasta los montes rusos de los Urales: “A pesar de la disparidad de estilos -esbeltas, esquemáticas, obesas-, esas mujeres esculpidas en piedra, marfil o hueso poseen características comunes. Sus atributos femeninos -caderas, muslos, pechos, triángulo vulvar- son claramente pronunciados mientras que sus miembros apenas están esbozados. Las cabezas, a menudo sin bocas ni ojos y levemente inclinadas hacia adelante, son ligeramente desproporcionadas con relación al cuerpo, cuando no están directamente ausentes. Las estatuillas miden desde un 1,5 cm. hasta 22,5 cm, con una media de unos 10 cm. Su uso continúa siendo un enigma. Algunas presentan perforaciones que sugieren que estaban suspendidas en el hábitat o tal vez de un collar. Otras, más importantes, han sido vistas por algunos como figuras eróticas o, por el contrario, representaciones de poderosos ídolos”.

Para diferenciar, en la Prehistoria, a las mujeres de los varones, se utilizó el tamaño de los cráneos, y como el de Lady Sapiens era más pequeño que el de los varones de su entorno, se le calificó, muy rápidamente, que era de inteligencia más débil, lo cual es de un absurdo estratosférico, ya que los huesos del cráneo, y del resto del organismo, tienen una relación directa con la estatura de la persona, por lo que está claro que, en igualdad de condiciones, las mujeres al ser más bajas que los varones, tienen huesos más pequeños, sin que exista la más mínima relación con la capacidad mental. “Se ha demostrado que las zonas del cráneo que presentan un dimorfismo sexual están afectadas por la edad; esos estudios dan a entender que el cráneo de las mujeres se vuelve cada vez más ‘masculino’ a medida que estas envejecen. Aún no se conocen bien los mecanismos y la amplitud de ese fenómeno”.

No obstante, es el hueso Coxal, formado por la suma de ilion, isquion y pubis, es decir la cadera, que se va a unir a la cabeza del Fémur, quien definirá el sexo del individuo, ya que el hueso de la cadera es el único que sirve para vincular, desde el punto de vista de la morfología, al sexo del sujeto, ya que su estructura ósea está caracterizada para que exista la posibilidad, en la mujer, y no en el varón, de poder alumbrar o parir nuevos hijos. “La mujer está sujeta a dos limitaciones contradictorias a nivel de la pelvis: la de la locomoción y la de dar a luz a un niño con una cabeza imponente. Las proporciones de la pelvis femenina están muy limitadas: por tanto, se puede determinar su sexo de forma muy precisa… con unos índices de fiabilidad superiores al 95/98 por ciento”. Estas pinceladas pretenden acercar al interés de sus lectores a este volumen claramente recomendable. «Nihil novum sub sole. ET. Unus non sufficit orbis».

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