La canción comienza así… Old pirates, yes, they rob I But my hand was made strong Won't you help to sing Les recomiendo que la escuchen y la piensen bien, si aún no lo han hecho. Y que se respondan a la pregunta: ¿No me vas a ayudar a cantar estas canciones de libertad…? Algunas amigas que me siguen en la red social me preguntaron, por privado, por qué había asociado la canción de Marley con el vídeo en el que dialogan una serie de imágenes nocturnas de un viaje en coche de línea, por tierra, y un vuelo en avión, por aire, asociándolas a las siguientes leyendas… «POR QUÉ… en la tierra… en el aire… prefiero la noche… el olvido…» Traté de explicarles que, tras mis diversos viajes al continente americano, ha cambiado radicalmente mi perspectiva, no tanto de las relaciones históricas y, por tanto, geopolíticas, de España, en cuanto metrópolis imperialista, con aquel y los otros continentes durante los siglos de la colonia, que siempre he tenido claras; sino, más bien, de las mías personales con este hecho, del que, aparentemente, en cuanto sujeto nacido en la segunda mitad del siglo veinte, me sentía desvinculado y sin responsabilidad individual ninguna. Es decir, que, hasta hace poco, enfocaba el fenómeno de un modo que creía objetivo, crítico y distante, tomándolo como un fenómeno localizado en coyunturas históricas ya concluidas, hace generaciones, aunque, en realidad, no me daba cuenta, al centrarme exclusivamente en los siglos en los que se mantuvo vigente el imperio, de que tal fenómeno: léase, nuestra responsabilidad colonial, como país, y la mía, como ciudadano de este país, lo quiera o no, aún está ahí: es, sin duda ninguna, tiempo presente, respecto de la necesidad de mantener y enriquecer la memoria histórica de nuestro pasado colonial, sí, pero, también, respecto de nuestra actualidad colonial; por ejemplo, y sin ir más lejos, con respecto de nuestra responsabilidad para con los millones de refugiados aprisionados en los campos de retención, en Lesbos, en Turquía o en Libia, o aislados en nuestros CIES, o para con el pueblo saharaui, abandonado a su suerte, o para con el pueblo ecuatoguineano, o para con los pueblos americanos en donde nuestras empresas, en connivencia con las élites locales, no hacen otra cosa, salvo honradas excepciones, que depredar y explotar sus recursos en términos neocoloniales. No es sencillo, lo reconozco, llegar a una conclusión de este tipo, si no es mediante el conocimiento del otro, esto es, del sometido y colonizado; y una apertura mental sin restricciones, una completa apertura a su vivencia del hecho de la colonización. Y es esto lo que me llevó a elegir, a los pocos días de mi último viaje al Cono Sur, recuperando también mucho de lo vivido en los otros viajes a América y a Marruecos, esa canción de Marley para el reel de Instagram. Y ese es el sentido del comentario posterior que incluí en el mismo, unas horas más tarde, con el que quería esclarecer el sentido exacto de la misma, que se cierra con la pregunta que explica el título de este artículo. «Cuánto dolor hemos provocado, cuánto dolor provocamos aún... (¿en nombre de qué superioridad...?) Cómo nos redimiremos nosotros, con qué canciones...» Y, si ese nosotros tiene sentido para alguien como el que esto escribe, un europeo blanco, con raíces ancestrales en el viejo continente, lo tiene, también, para esas élites criollas americanas que heredaron lo peor de las nuestras y que calcaron los comportamientos coloniales más depredadores con sus respectivos pueblos, y esto, de un modo grotesco y esperpéntico, como la gran literatura americana lo ha mostrado, a lo largo del siglo veinte, desde Valle-Inclán, Asturias y Roa Bastos, hasta Carpentier o García Márquez. Y he aquí, de nuevo, la responsabilidad personal e individual de cada uno de nosotros con respecto del pasado colectivo, histórico, de nuestra comunidad o tribu, fuere cual fuere esta; un asunto en apariencia espinoso, pero no tan complicado, como parece, a primera vista… ¿Somos corresponsables de las actuaciones criminales y de las prácticas imperialistas de nuestras comunidades nacionales, estatales o tribales, en el pasado…? Sí, si olvidamos o las justificamos; sí, si no reaccionamos ante las posibles repeticiones de las mismas en el presente. ¿Son responsables los alemanes de hoy de lo sucedido en Auschwitz o los españoles de lo sucedido en la conquista de América o los estadounidenses, de hoy, del exterminio de las naciones indias de las grandes praderas? ¿O los ciudadanos de la próxima generación, de dentro de quince años, en el estado Israel, del genocidio que están perpetrando sus padres y abuelos, hoy, en Gaza…? Sí, si no reaccionan, si olvidan o justifican; sí, si no reaccionamos, si olvidamos o justificamos. Algo que, quizás, ha pasado por alto López Obrador, por ejemplo –como le han señalado desde su propio país–, cuando exigió una justa y razonable petición de perdón a España (justa, necesaria y razonable petición, por supuesto; en esto, no tengo la menor duda), pues ¿no habría que empezar por exigir, especialmente, desde la izquierda, un justo y razonable reconocimiento del dolor causado a su propio pueblo por las élites criollas mexicanas, herederas de las conductas racistas y coloniales de la parte blanca y europea de sus ancestros…? Emancipate yourselves from mental slavery Solo nosotros, dentro de nosotros, parece decirnos Marley, con apertura mental y reconocimiento solidario e histórico del mal causado, en el pasado y en el presente, por ‘nuestros’ imperios o nuestro sentido de ‘raza’, y con el completo conocimiento del otro, podemos liberarnos de nuestra heredada prepotencia mental, genuina o criolla, da igual. Y no estoy seguro, pero, acaso, solo entonces, tal vez, podremos decir, sin sombra de hipocresía, al estado de Israel, hoy, o a dictadores sangrientos como Obiang, o a las élites ineptas y ladronas –cuando no, criminales– americanas que aniquilan a sus pueblos: ¡Sí, también vosotros ‘sois nosotros’! Puedes comprar su nuevo libro en:
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