(Una reflexión ética)
Unamuno publica la Vida de Don Quijote y Sancho en 1905 [1], “coincidiendo por acaso, que no de propósito, con la celebración del tercer centenario de haberse publicado por primera vez el Quijote. No fue, pues, una obra de centenario.” -según afirma el autor en el Prólogo a la segunda edición, en enero de 1913-.
La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo. Siempre ha sido así y no va a cambiar, por mucha ley de igualdad, empoderamiento y lo que tú quieras. No pienses que esto es una reivindicación feminista.
Nada hace pesar tanto el corazón como la muerte de un hombre justo. Ahora, cuando se trata de un exgobernante, se le suma el dolor y el desconsuelo.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Nada es blanco o negro, malo o bueno, renovables o nucleares. Hay que hacerse mayor de una puñetera vez. Conocerse a sí mismo, saber por qué eres de derechas o de izquierdas, un tipo feliz o un amargado mala leche.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Yolanda Díaz ha demostrado que, a pesar de las críticas a su fondo de armario, es una mujer versátil y adaptativa. Se ha presentado en el funeral de su buen amigo el Papa, con un vestido negro hasta la rodilla, sobrio y austero. Pues fíjate que también la han puesto a parir.
(El origen del género)
Disentir de don Marcelino Menéndez y Pelayo constituye mucho más que una temeridad, supone arroparse con el basto indumento de la jactancia, enlodarse en la indeseada hybris; con todo, permítasenos recaer en tamaño gesto de soberbia. En las páginas iniciales de su monumental (e ineludible, sin duda alguna) Orígenes de la novela (Emecé editores, Buenos Aires, cuatro tomos, 1945) afirma sin hesitar: "La novela, última degeneración de la epopeya, no existió, no podía existir en la edad clásica de las letras griegas.” Admite, a marcha forzada, algunos antecedentes de “la novela misma” en la brillante parodia que encierra Historia verdadera, de Luciano, de Samósata (siglo II d. C.) o en las alegorías que aquí y allá ilustran y matizan los diálogos platónicos (las cuales, a nuestro entender, operan como interpolaciones –memorables, en la mayoría de los casos- que difícilmente puedan calificarse como novelas, aun en agraz). Por cierto, el maestro santanderino no ignora la existencia de novelas griegas, pero las desestima en bloque: “novelas bizantinas que nadie lee y con cuyos títulos es inútil abrumar la memoria”, e incluso subraya que un libro como Dafnis y Cloe “puede salir mejorado en tercio y quinto de manos de sus traductores”. Pero, con ser una de las más relevantes, las reticencias de Menéndez y Pelayo respecto a la materia no son de él privativas.
«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
Queridísimo lector, tengo el honor y privilegio de comunicarle que por primera vez en la historia de la documentación del brillante Miguel de Cervantes Saavedra y de sus familiares, el benemérito historiador don Sabino de Diego Romero, Presidente de la Sociedad Cervantina de Esquivias, descubrió 3125 nuevos documentos inéditos, sobre la hidalga esquiviana, Catalina de Salazar y Palacios, ejemplar esposa de Miguel.
FIRMA INVITADA
Por Eva Losada Casanova
Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.
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Mi casa, donde comen 3 o algunos más
Sin falsas modestias, puedo afirmar y afirmo, como hubiera dicho Adolfo Suárez, que soy un “cordon-bleu” y un buen anfitrión. Aquellos que han disfrutado de mi hospitalidad y degustado mi cocina pueden avalarlo. Digo esto para traer a colación ese refrán tan español que reza así: “Donde comen 3 comen 4”. Según este aforismo, cuando hay comida para tres, por lo menos en mi casa, hay comida suficiente no para cuatro sino para algunas personas más. Ahora bien, digo y digo bien, para unas pocas personas más, no para un batallón.
Uno de estos pasados días, mientras sus compañeros cardenales –no sé si con una pizca de mala idea- elevaban a Prevost al trono de Pedro, un amigo que trabaja en un conocido programa de Televisión Española, me reveló en un mensaje privado de X que en todos los años que viene desarrollando su carrera profesional en el ente público (palabra, por cierto, esta de “ente”, que ya por sí misma nos transporta a una atmósfera distópica y orwelliana) jamás había visto algo parecido a lo que sucede estos días. Se refiere, por supuesto, a las ideas -fruto de una doble inspiración, proveniente de los espíritus amalgamados de Nerón y Berlanga- del nuevo director de la pública, en términos de programación. Y sobre todo, habla del maltrato brutal a algunos programas culturales de gran solera. Como comprenderán, no puedo revelar la identidad de ese amigo para no comprometerlo, pero quienes me siguen en X y sufren mi terne y contumaz cinefilia, sacarán seguramente las conclusiones adecuadas.
Libro publicado en la editorial "El Lobo Sapiens/El Forastero". León. 2024
I.- ANÁLISIS PREVIO SOBRE HERNÁN CORTÉS.
Este es mi octavo libro de Historia que he publicado. Realizado por un interés primigenio por tres cuestiones. La primera por un interés obvio por el personaje, del que solo se conocen, por la mayoría de los hispanos, pinceladas y en ocasiones dirigidas no hacia el mejor de los fines. Cuanto más me fui aproximando a su idiosincrasia, mejor llegué a tener la convicción de que era un personaje sobresaliente, reconociendo que, como todos los seres humanos habidos y por haber, que presentaba sombras, pero he llegado a la convicción de que nunca deseo ser una persona en la que predominase lo críptico.
Es necesario llegar a Benito Pérez Galdós (1842-1920) para que se restaure nuestra tradición novelística. Cuando Pérez Galdós publica su primera novela, La fontana de oro [1] -que parece preludiar los Episodios Nacionales-, no se habían escrito aún ni Pepita Jiménez [Juan Valera, 1874], ni Las ilusiones del doctor Faustino [Juan Valera, 1875], ni El escándalo [Pedro Antonio de Alarcón, 1875], ni Sotileza [José María Pereda, 1885], ni Peñas arribas [José María Pereda, 1885]”. Porque, en efecto, Pérez Galdós es nuestro mayor novelista después de Cervantes, y puede emparejarse con cualquiera de su siglo (Dickens, Balzac, Zola, Flaubert, Doistoievski o Tolstoi); y pocos novelistas europeos -más bien ninguno- pueden competir con él en capacidad creadora: así lo atestiguan los cerca de ocho mil personajes producto de su rica inventiva; unos personajes que sorprenden por su variedad y por su caracterización psicológica, que permite comprobar el interés que el autor siente por su condición humana.
Toda mi vida he estado contra el pedir compasión, el hacerlo es para mí un acto de sumisión, entregar su destino al otro.
Con el pasar de los años busqué aquellos primeros de mayo, día combativo, que marcaron mi existencia.
El vínculo de la ciudad de Málaga con la literatura es mucho mayor de lo que puede parecer a priori, pues Málaga fue no solo el lugar de nacimiento de algunos escritores, sino también la ciudad elegida por tantos otros para establecerse. Todos han dejado su huella y muchos de ellos han recibido un merecido reconocimiento.
FIRMA INVITADA
Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"
A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.
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