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Entrevista a Manuel Nonídez, autor de “Frío de muerte”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Javier Velasco Oliaga

El escritor madrileño Manuel Nonídez acaba de publicar su última novela Frío de muerte, ganadora del XIII Premio de Novela Policíaca Francisco García Pavón, que ha sido publicada por la editorial Rey Lear. Su novela va más allá de la novela policíaca y aunque mantiene el esquema de dicho género, lo mezcla sabiamente con la novela histórica.


El resultado es un libro con personajes muy actuales en un entorno decimonónico y agobiante, con figuras históricas que recrean un tiempo fascinante y poco conocido de nuestra historia. En la entrevista, el autor desmenuza su obra con una claridad desbordante. Su novela, como señala el autor, es del género negro, pero al estar ubicada en el periodo del reinado de Isabel II, algo siniestro y absolutista, la mezcla es un cóctel explosivo de situaciones y motivaciones sorprendentes. La denuncia social y también la denuncia a los altos estamentos del gobierno y a la iglesia, confieren a la novela un halo reivindicativo de un tiempo negro y amargo para los españoles, todo ello narrado con un lenguaje recuperado de escritores románticos de la época.

¿Por qué decidió presentar su última obra al Premio de Novela Policíaca Francisco García Pavón?

Don Francisco García Pavón, según para quién, fue o no, un escritor de novela costumbrista, por eso, y sopesando su innegable tendencia a la novela policíaca, es considerado de una u otra manera. Parece que pocos caen en la cuenta de que, cuando hablamos de novela negra, estamos refiriéndonos a novela costumbrista en puridad aunque, en la actualidad, el concepto se haya diluido en mil subdivisiones. Personalmente creo que para García Pavón la novela policíaca fue el medio de llegar a la crítica social. Acaso no exagere si afirmo que pasado el tiempo, se recurrirá a él para conocer de su mano la sociedad de una determinada época, tal como se consulta a Galdós para saber de la suya. Quede claro que, con luces y sombras, soy admirador de la obra de García Pavón. Ganar el premio en mi primera presentación al certamen, ha sido una gratificación añadida.

¿Qué le ha supuesto la obtención del premio?

En lo material, su cuantía en metálico, que nunca viene mal por aquello de llegar a fin de mes, y la publicación de la novela en Rey Lear, una editorial que cuida mucho lo que pone en el mercado. En lo personal, la satisfacción de formar parte de la ya extensa lista de escritores signados con el nombre de don Francisco, y conocer una localidad, mítica por su causa, Tomelloso, a la que espero retornar en más ocasiones.

¿Cree que los premios son necesarios para el desarrollo de la literatura?

Si no para el desarrollo, sí para su difusión. En una época en que los títulos, en caso de llegar a ellas, en pocas semanas mueren en las librerías, el aval de un premio ayuda, pensando con buena fe, a que permanezcan un tiempo extra a disposición del lector.

Presentó al premio la novela con el título Perro de Ley. ¿Por qué decidió cambiarlo?

Me gustaba Perro de ley como título final, y lo sigue haciendo. Creo que hace justicia a la personalidad del protagonista. Pero Jesús Egido, editor de Rey Lear, consideró que el título resultaría muy “duro” para el lector. Pensaba que sugería poco, y me aconsejó cambiarlo. Esto no hubiera sido razón suficiente porque la decisión final la tiene el autor pero, como siempre considero la opinión de mis interlocutores, antes de negarme en redondo se me ocurrió consultar en la Base de Datos del ISBN del Ministerio de Cultura las novelas circulantes en la actualidad con la palabra “perro” en el título. El resultado fue asombroso. Aconsejo el ejercicio. Desde ese punto de vista, Perro de ley parecía un clónico, así que opté por tomar prestado de Dostoyevsky Frío de muerte, tal como se declara en la página de citas de la novela.

La novela está ubicada en el reinado de Isabel II. ¿Por qué escogió esa época?

Porque resulta apasionante. Ha de tenerse en cuenta que en sus últimos años de reinado comienzan a llegar a España corrientes políticas que ya llevan tiempo circulando por Europa. El pueblo se intuye a sí mismo como algo corpóreo, y no de manera sesgada y sectaria como ha venido ocurriendo hasta entonces, sino con verdadera entidad propia. Piensa que con derechos sociales ya no necesitará de la Beneficencia, que si un obrero no es dueño de nada, al menos sí lo es de su miseria. En realidad, estamos hablando de la lucha contra unos poderes que, enfrente, ven sus privilegios amenazados. Se promete la república, pero al salir la reina se busca otro rey en Italia. Sin embargo, ya es tarde porque lo que está llegando de fuera es imparable.

Escritores como Pérez Galdós, Unamuno o Valle Inclán han tratado el periodo del reinado de Isabel II desde distintas perspectivas. ¿Se ha inspirado, a la hora de escribir, en ellos o en los escritores románticos?

En estos años el romanticismo, decadente, entra en plena agonía. El pistoletazo de realidad de Larra se lo lleva por delante. Bécquer ya debió de darse cuenta de ello, aunque le importara poco ser el último romántico. Detrás vinieron remedos de estilo, pero nunca volvería a ser un género. La sociedad ya no lo requería para paliar sus carencias. Ahora tenía ante sí otras perspectivas. De cualquier forma, no se puede entender el siglo sin leer a estos autores, y a don Pío.

¿Cómo definiría la novela?

Negra, sin duda. Con el color impuesto por el realismo manifiesto de una determinada etapa de la historia.

En Frío de muerte utiliza un lenguaje de la época, ¿cómo se ha documentado para recuperar expresiones y palabras de ese tiempo?

Es curioso cómo los años traen y olvidan palabras. En mis tiempos, cualquier chaval sabía lo que era una sotana; hoy, con la misma edad, un escolar ha de echar mano del diccionario. Sin embargo, todos saben qué es una chupa, y aunque la confundan con una cazadora moderna, la palabra permanece. Poner a alguien “de chupa de dómine” es una expresión ya utilizada en el XVII. Para esta novela he procurado no tanto recuperar un exceso de vocabulario antiguo, como darle el sentido que tenía en origen. Los Episodios Nacionales, Valle Inclán, Larra y Baroja, han resultado imprescindibles. Como si ya antes no lo fueran.

¿Le interesa el reinado de Isabel II desde una perspectiva histórica o antropológica?

Todas las historias, y el XIX con mayor motivo, me reclaman desde un punto de vista social, antropológico, si he de ajustarme a una de las opciones. De la Historia, con mayúscula, rara vez me interesan sus batallas por sí, ni las efemérides que aporta, prefiero el día a día. El dolor, el miedo, el hambre, la esperanza de los protagonistas, porque en lo que escribo nunca hay un único protagonista. Los mal llamados secundarios tienen para mí tanto valor como los principales, y muchas veces ocupan su lugar. La Historia nunca es el centro de la novela, sino el terreno que habitan los protagonistas.

El protagonista Isaac Arribas es una persona descreída, muy en la onda de los detectives de novela negra. Es probablemente el personaje más moderno de la novela, ¿Qué le llevó a definirle con esos rasgos?

Arribas trata en su juventud de alcanzar fama como escritor, y fracasa. También lo hace a la hora de estudiar para hacerse cargo de la notaría de su padre. Abocado a encauzar su vida, ingresa en el Cuerpo de Protección y Seguridad para terminar como comisario de Lavapiés. Por si eso no le atara suficiente a la realidad, en el día a día convive con la miseria del barrio. Prostitutas, salteadores, estraperlistas y chulos (lo de proxenetas sería un eufemismo), le sujetan al mundo. No es que resulte un personaje moderno: está moldeado por su época. Ocurre que nunca las vidas, al mirarlas a tan corta distancia, difieren en el tiempo, sólo en las circunstancias.

¿Cómo se ha documentado para la realización de la novela?

De manera exhaustiva; no se entendería que fuera de otra forma. Desde un repaso a los autores de la época, realistas o románticos, a tratados de historia, pasando por ensayos específicos, tanto de política como de oficios, para rematar en guías de viajes, manuales de medicina casera de su tiempo, y descripciones pormenorizadas de Madrid y quienes lo habitaban. Sin duda, la parte más divertida y la que más aporta a la hora de enfrentarse a un texto. El “truco”, de existir alguno, está en pasar toda esa información por el tamiz de la trama, de manera que no se perciba, ni frene el ritmo de la novela. Al final, siempre queda la duda de haberlo conseguido.

Con la Iglesia Católica se muestra crítico. ¿Qué opinión le merece la actitud de una Iglesia que en la novela se mueve desde la ayuda desinteresada a la ocultación de crímenes?

«Desde la ayuda desinteresada a la ocultación de crímenes» ¿No le suena eso a plena actualidad? Y sin embargo estamos hablando de hace ciento cuarenta años.

Cuando una institución cuenta con una existencia tan dilatada, por necesidad han de darse etapas oscuras. Con el tiempo, lo importante es el platillo que más pesa en la balanza. Frío de muerte no trata de centrar la critica únicamente en la Iglesia Católica, sino en las “manos muertas”, aquellas que, sin producción, se han llevado, desde siempre, el beneficio del resto. A saber: religión; aristocracia; militares y funcionariado. Muchos pollitos piando, y pocos brazos trabajadores para alimentarlos. Hoy en día, el panorama general de todas ellas es muy diferente. El funcionariado, por ejemplo, ya no se cambia a cada nuevo gobierno, y se accede a él por oposición, no por nepotismo (al menos en las capas básicas). Y aunque se dan otros supuestos, al menos no existen las cesantías, por las que los funcionarios salientes solían recuperar sus antiguos trabajos a cambio de repartir el sueldo con el nuevo titular, que no aparecía por la oficina sino el día de cobro.

En la novela conviven personajes históricos con otros ficticios, ¿Cómo se consigue esta imbricación para que quede real?

Ya le digo que en cada ocasión surge la duda de haberlo conseguido. El lector siempre es la persona más inteligente del mundo, y a quien más cuesta engañar. Tanto, que no admitiría personajes que no fueran cotidianos, que no estuviera acostumbrado a ver, o saber de ellos. Se trata de huir del esperpento en un relato que no lo tiene como fin. La normalidad debería ser la norma. Creo.

Usted se mueve entre la novela histórica, la de misterio o la negra, ¿en qué género se encuentra más a gusto?

En ocasiones, prefiero escribir sobre sentimientos, o sobre lo cotidiano, o lo que me hiere en el entorno. También historias de terror (de miedo, se decía en mi época), pero es cierto que todo lo relego al espacio del relato corto, un formato que me apasiona.

Para las novelas, prefiero tratar temas que me pongan a trabajar. El trabajo es una forma de prosperidad (bendita ingenuidad la mía), y ése es el tipo de riqueza que busco. Supongo que, al final, siempre ponemos en el papel aquello que nos gustaría leer.

Usted trabaja como informático, ¿cree que las nuevas tecnologías pueden revolucionar el mundo literario?

Ya lo están haciendo. Empezaron por las bases introduciéndose en el mundo de la escritura, la edición y la impresión, y seguirán escalando terreno hasta colonizar el formato. Sí, las nuevas tecnologías están aquí, y para quedarse. Mejor si nos hacemos a la idea. El día que suplanten el pensamiento del autor, tendremos que hablar de otra cosa, pero no de literatura.

¿Cree que el e book cambiará el futuro del libro?

Sin duda. Cuando quede instaurado al 100% en el mundo escolar, el resto llegará por añadidura, sin esfuerzo. Eso no quiere decir que no conviva en el tiempo con la edición tradicional, pero el futuro está en la impresión bajo demanda y la publicación electrónica. Para acabar con la de papel se echará mano de la excusa ecologista, aunque los desechos electrónicos contaminen bastante más. Somos así de contradictorios.

¿Cree que Internet es un revulsivo para la difusión de la cultura?

La red no es de peor condición que quien la utiliza, pero antes de hablar de Cultura hay que matizar el concepto.

En Internet podemos escribir todos, y eso está bien y lo defendería a muerte, pero tan importante es lo que se dice, como la forma de contarlo, y da grima ver cómo personas que han dedicado una parte importante de su vida a terminar una carrera, se expresan poco mejor que párvulos, y no me refiero al estilo, siempre relativo e inaprensible, sino a puras faltas de ortografía, incluso de dicción. Al final, los blogs que permanecen, literarios o no, son los de mayor calidad. La facilidad de acceso al lector no supone per se un logro. Fallamos, si no nos exigimos algo más.

¿Se puede vivir de la literatura?

Depende de lo que entienda por «vida». Como decía Gomaespuma, «Si no comemos, sacamos para los gastos».

Se calcula en un 2% los escritores que viven de sus textos, y un poco mayor el porcentaje de quienes lo hacen arrimando a ellos el importe de conferencias, presentaciones, entregas de premios, puestas de largo, y tés en embajadas. No, la idea romántica del escritor maldito, bohemio y hambriento, que muere joven e incomprendido, es cada vez más antigua y exótica, gracias a quien haya que dárselas. En mi caso, vivo con la literatura, no de la literatura. Para poder hacerlo, tengo que apoyarme en una jornada laboral de diez horas, más dos de desplazamientos. Y no me quejo, tal como están las cosas.

¿Qué lee un escritor?

El escritor es un curioso impenitente e impertinente que examina hasta las envueltas de los preservativos pero, como todo el mundo, supongo que termina leyendo lo que le gusta. En mi caso, principalmente ensayo y novela actual, sin abandonar la relectura de clásicos. Más o menos, lo que hacemos todos.

¿Cuáles son sus escritores favoritos?

Permítame que cuele una cuña publicitaria. En la página www.nonidez.com existe un apartado: «Y otras tintas», donde declaro mis autores de mocedad y senectud. «Los que nunca murieron», y «Los que nunca morirán». No están todos los que son, es evidente, pero sí parte de los que forman la teta de la que mana mi universo literario, junto con muchos otros que no aparecen allí. ¿Nombres?: Stevenson; Poe; Lovecraft; London; Bierce; Galdós; Delibes; Eslava Galán; Pérez-Reverte (ya sé que la tendencia es considerarlo políticamente incorrecto, pero es que a mí las tendencias me dicen poco, y la correcciones políticas muchos menos, por falaces seguramente), Sampedro; Ledesma; Silva, y tantos otros. También existe un apartado. «No te lo pierdas», donde aconsejo lecturas que me han gustado. Sencillas, amables, de las que, sin aspavientos, te reconcilian con el mundo.

¿Qué planes literarios tiene?

En 2008 aparecieron dos novelas: Mortuus liber (juvenil, Pearson Alambra. Tercera entrega de la serie de Albert Thomas, periodista en una revista de paraciencias), y El aliento negro de Dios (Histórica, premio Drakul de novela). En 2010 se ha publicado El Cementerio de las estrellas (juvenil, Everest), y Frío de muerte (Rey Lear. Novela negra, premio García Pavón). La media es complicada de mantener. Supongo que, con suerte, en 2012 se publicará la novela que estoy documentando en estos momentos. No se trata de escribir, ni publicar en demasía, sino de disfrutar por el camino.


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