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"Nunca ayudes a una extraña" de J. M. Guelbenzu, el regreso de la juez Mariana de Marco

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
'Nunca ayudes a una extraña' de J. M. Guelbenzu, el regreso de la juez Mariana de Marco

J. M. Guelbenzu se alimenta de los clásicos del género para retomar la carrera judicial de Mariana de Marco en "Nunca ayudes a una extraña". En esta ocasión la intriga parece estar resuelta desde el primer momento, pues un más que evidente suicidio, no da para muchas indagaciones. Sin embargo, la muerte siempre cruel e implacable de una persona, no parece estar afectando a ninguno de los familiares cercanos a la víctima, que buscan pasar página lo más rápido posible.

Un contrasentido que se hace aún mayor al constatar el carácter tradicional de las familias, y que termina alertando a la juez de extrañas y ocultas motivaciones. Mariana se niega a aceptar, en un arrebato de justicia solidaria, la versión que podría llegar a imponerse. Suspense, juego psicológico e investigación se dan la mano en una trama que promete hacer las delicias del lector ávido de historias inteligentes, elegantes y efectivas.

Aunque la juez Mariana de Marco ya ocupa un lugar destacado dentro del género de la novela policíaca, en este nuevo y complejo caso tendrá que compartir protagonismo con el periodista Javier Goitia, el cual asumirá un rol dentro de la investigación que resulta determinante. Una vez más, Guelbenzu vuelve a demostrar su buen hacer a la hora de construir personajes que, si bien enmarcados en un círculo de crimen y misterio, no pueden evitar mostrar sus propios dramas, particularidades y su naturaleza más íntima. Llegado a ese punto es cuestión de, como bien saben los personajes protagonistas, estar al quite, atentos a cualquier comentario, descuido o silencio del sospechoso que permita encarrilar con tino la resolución del proceso.

El humor y el potente pulso narrativo de Guelbenzu se conjugan con maestría a la hora de enfrentar incluso las más inmorales circunstancias. Intentar ponerse en la piel de la víctima, comprender sus impulsos, temores y emociones puede resultar entonces una labor ciertamente traumática. Solo atando los cabos y procurando castigar a los responsables del crimen, podría Mariana acallar la incomprensión y rabia que le produce la corrupción moral y provinciana de determinadas personas. Individuos que buscan especular, enriquecerse y mantener un poder y posición social que no entiende de sentimientos ni ilusiones. No aprovecha Guelbenzu para hacer crítica mordaz del asunto, sino que busca sobre todo profundizar en el carácter psicológico de los personajes, someterlos a un tercer grado que saque a la luz sus vicios y podredumbres. De esa lobotomía narrativa no se escapa ni la protagonista absoluta de la novela.

En determinados tramos, y como si de un reportero de acción se tratase, el autor se coloca en la piel de Javier Goitia, y valiéndose de una narración en primera persona cambia la perspectiva de la historia: analiza, articula y propone posibles salidas a un caso que se antoja de difícil solución. Volver a la visión de la juez se hace indispensable para contrastar y conformar una trama que evoluciona al ritmo que lo hace la investigación, cada vez más tensa y resolutiva. Es entonces cuando las reflexiones que una Mariana muy humana y cercana, que comparte en voz alta con los lectores, se hacen piezas esclarecedoras y sugerentes de un experimentado bagaje no solo personal, sino también profesional.

Leer a Guelbenzu es siempre una aventura narrativa que en esta ocasión adopta la tenaza criminal para explorar las contradicciones y los intersticios más miserables del hombre, para ampliar la escala de aquellos mapas psicológicos que de otra manera ni siquiera llegaríamos a observar con detenimiento. Un escritor firme y leal a sus personajes que nuevamente devuelve la fe en una literatura de calidad, capaz de llegar e impactar en cualquier lector, que como debería ser habitual, esté dispuesto a ayudar a una extraña.

J. M. Guelbenzu (Madrid, 1944) estudió en Icade y en la Facultad de Derecho de la Complutense. Entre 1964 y 1969 trabajó en la revista Cuadernos para el Diálogo, y colaboró en diversos medios de la época como Informaciones, Madrid o Signo. En 1967 con su primera novela, El mercurio, quedó finalista del Premio Biblioteca Breve. Ha sido director de los sellos editoriales Taurus y Alfaguara, llegando a compaginar ambos cargos hasta el año 1988 en que decidió dedicarse por completo a la literatura. Ha venido colaborando, como crítico literario y articulista, en el diario El País desde su fundación.

Entre los libros que ha publicado hasta la fecha están La noche en casa (1977), El río de la luna (Premio de la Crítica 1981), El esperado (1984), La mirada (1987), La Tierra Prometida (Premio Plaza & Janés 1991), El sentimiento (1995), Un peso en el mundo (1999), Esa pared de hielo (2005), El amor verdadero (2010) y Mentiras aceptadas (2013). Bajo la firma J. M. Guelbenzu es autor de seis novelas policíacas —No acosen al asesino (2001), La muerte viene de lejos (2004), El cadáver arrepentido (2007), Un asesinato piadoso (2008), El hermano pequeño (Premio Torrente Ballester 2010) y Muerte en primera clase (2012)— que tienen como protagonista a la juez Mariana de Marco.

Ha sido jurado de diversos premios literarios entre los que figuran los Nacionales de Literatura, el premio Nadal de novela y el premio Café Gijón de novela. Fue presidente y profesor de la Escuela de Letras de Madrid durante los primeros cinco años de existencia de la entidad. Ha pronunciado numerosas conferencias, dirigido seminarios e impartido clases de literatura en diversas Universidades e Instituciones nacionales y extranjeras. También ha recibido el Premio Fundación Sánchez Ruipérez de Periodismo en el año 2007.

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