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Miguel Sáez Carral
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Miguel Sáez Carral presenta su primera novela “Apaches”

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Si alguien me asegura en mi infancia que había indios apaches en el barrio de Tetuán de las Victorias me hubiese dado un síncope. En mi mocedad Tetuán era un pueblo lleno de descampados donde celebrar dreas, es decir, batallas a pedrada limpia; o donde se paseaba en bicicleta cerca del canalillo. En ese barrio, el autor Miguel Sáez Carral, ha ubicado su primera novela "Apaches" que acaba de publicar la editorial Planeta.

(Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)

¿Por qué tan singular título? Nos lo cuenta el autor madrileño vehementemente: “de pequeño veíamos muchas películas del oeste. Los indios siempre se llevaban la peor parte y eran los malos. Pero mi padre me decía que no me engañasen, que los indios, los apaches, eran los buenos. Los americanos habían llegado hasta el oeste para expulsarlos o matarlos”. Una vez dicho esto, ya sabemos que para Miguel Sáez los apaches eran los buenos y ésta es una historia sobre los buenos, que las han pasado canutas.

El padre de Miguel fue un empresario dedicado a la joyería y a los relojes de oro. Sus socios le estafaron de tal manera que las pérdidas de la familia llegaron a los 300 millones de las antiguas pesetas. La familia, lejos de amilanarse, se unió como una piña y se dedicó en cuerpo y alma a pagar las deudas que el cabeza de familia dejó. “Se merecía que lo hiciésemos. Fue una gran persona y fue un gran padre”, dice emocionado el escritor en un encuentro con periodistas de medios digitales.

Por lo tanto, Apaches es una novela basada en hechos reales que sucedieron hace unos 20 años en ese, entonces, barrio periférico de Madrid, que hasta los años cuarenta pertenecía a la población de Chamartín de la Rosa y que no estaba anexionado a la capital de España. Quien opine que la realidad supera a la ficción tiene, por lo menos en esta ocasión, toda la razón del mundo. Esta historia es una gran gesta de superación de las personas ante las adversidades de la vida.

Quien crea que la novela es un ajuste de cuentas, se equivoca. “La novela está llena de enseñanzas de un hijo que decide sacrificarse por los errores que había cometido su padre. Además mi padre se lo merecía. Fue un gran tipo”, cuenta emocionado el escritor y guionista madrileño que ha sido jefe de guiones de series tan emblemáticas por Al salir de clase, Sin tetas no hay paraíso y creador de Homicidios.

“No suelo escribir papeles pensando en un determinado actor, sólo en el caso de Blanca Portillo he hecho una excepción”, reconoce el consagrado guionista que nos cuenta anécdotas incendiarias sobre las series en las que ha participado. “En Sin tetas no hay paraíso grabamos el primer episodio con un Duque que no era Silvestre. Fue un auténtico desastre y tuvimos que volver a repetirlo íntegro con él”, nos cuenta sin decirnos quién fue ese protagonista que no daba la talla.

Dejando aparcado su trabajo de guionista, empezó a escribir su novela Apaches. “Para empezarla necesitaba que mi padre hubiese muerto y que pasase un tiempo prudencial, ya que era algo muy doloroso. Un suceso tremendamente duro”, reflexiona. Pero el resultado para él ha merecido la pena. “Me he quedado muy a gusto”, añade. También necesitaba dárselo a leer a sus hermanas y que autorizasen lo que había escrito, ya que tenía mucho que ver con ellas. No quería que volviesen a sufrir al ver publicada su experiencia. Una experiencia demasiado personal que les había causado a todos un tremendo dolor.

El resultado de la novela es una trama muy heroica, pero no muy literaria, ya que casi todo lo que ocurre en ella es real; sólo ha cambiado los nombres de algunas personas. “He sido bastante sincero, lo único que he querido hacer es no herir ni la memoria de mis padres, ni a mis hermanas. El resultado fue que me vacié totalmente por dentro. Lloré mucho al escribir la novela. Lloraba y dejaba de escribir un tiempo”, se sincera hablando de ella con su sempiterna gorrilla de tejadillo.

“Creo que Apaches te deja poso, que el lector va a tardar en digerirla”, piensa convencido y sabe que el resultado está dando los frutos apetecidos y se muestra absolutamente convencido de seguir escribiendo novelas y si pueden ser dramas, mejor. “Me gusta el drama porque mi vida ha sido un drama”, sentencia. Acabado el acto, el escritor, orgulloso del resultado, se vuelve hacia el barrio donde vive. “Vivo en la peripecia”, se burla indicando que vive en un barrio periférico de Madrid. Un barrio donde quizá ocurran dramas parecidos a los que le ocurrieron a él hace algo más de veinte años.

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