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Fernando García Calderón
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Entrevista a Fernando García Calderón, autor de "Yo también fui Jack el Destripador"

"Las acciones de Jack el Destripador aceleraron los movimientos en defensa del proletariado"

viernes 20 de noviembre de 2015, 08:11h

"Yo también fui Jack el Destripador" de Fernando García Calderón es una novela que nos traslada al Londres de 1946 para relatarnos la investigación que busca desenmascarar la identidad del elusivo asesino de Whitechapel de una vez por todas. Es un libro que mezcla de un modo impresionante realidad y ficción para construir un magnífico caso.

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En esta entrevista con el autor, hemos comentado temas relacionados con la novela, como la identidad de Jack el Destripador, cuánto hay de realidad en la novela o por qué Jack nunca fue atrapado.

¿Qué le llevó a escribir Yo también fui Jack el Destripador?
Un reto. En realidad, fueron dos los retos. El primero obedecía a mi interés por plasmar un momento de la Historia a través de uno de sus protagonistas con mayor incidencia social. El segundo, fruto de mi visión de la literatura, respondió al requerimiento de un editor que me planteó una pregunta compleja: ¿verdaderamente es posible relacionar a Lewis Carroll con los crímenes del Destripador?

¿Qué es lo que más le atrae de Jack el Destripador?
Me atrae la idea del asesino en serie atípico. Siempre pensamos en un criminal con problemas psiquiátricos de alguna índole, que mata sin motivo y que lo hará hasta que la Policía lo detenga. Los hechos del Destripador contradicen lo indicado. Pero, sobre todo, me atrajo la época que le tocó en suerte y cómo influyeron las acciones de este personaje en la vida de los ciudadanos británicos en plena decadencia victoriana.

¿Por qué nadie fue capaz de atraparle?
Porque no se dieron las condiciones precisas. Una combinación de circunstancias e intereses convirtieron a Jack en un asesino útil en varias causas. Y una de ellas tiene que ver con la situación convulsa por la que atravesaba Scotland Yard, con un enfrentamiento interno entre los policías de carrera y los militares que los gobernaban en aquellos días.

¿Hay alguna teoría sobre su identidad que se sostenga más que otras?
Si la hubiera habido a mis ojos, tras estudiar durante años teorías diversas, no me habría embarcado en la aventura de esta novela. La mayoría de las hipótesis incurren en el error de pasar por alto una cuestión decisiva: a quién o quiénes beneficiaron los crímenes del Destripador. La argumentación de Yo también fui Jack el Destripador parte, precisamente, de esta pregunta para establecer una tesis que carezca de cabos sueltos.

¿En qué datos de la realidad se ha basado para elaborar su teoría sobre quién fue el asesino de Whitachapel?
En la novela no hay ningún dato de la investigación, las autopsias o los periódicos de entonces que haya sido tergiversado u obviado deliberadamente para beneficio de la obra. En lo que al texto se refiere, mi trabajo ha consistido en agregar a la realidad constatada aquellos hechos que completan la tesis que se desarrolla, descubriendo qué había detrás de la figura de Jack el Destripador. Las manifestaciones de personalidades que se exponen en la novela y que apoyan mis argumentos parten de testimonios escritos.

¿Por qué quiso que la investigación sobre Jack tuviera lugar en la novela tantos años después de sus crímenes?
Trabajar en dos etapas distintas de la Inglaterra contemporánea, 1888 y 1946, me permitía exponer una de las ideas de fondo que sustentan la novela: los hechos muy relevantes suelen ser propiciados por circunstancias singulares. La decadencia del Imperio Británico exigía una respuesta de orden social que se acelera tras los asesinatos del Destripador. El final de la Segunda Guerra Mundial permite que afloren los secretos del club Diógenes, cobrando nuevo sentido la investigación del forense John Riordan, ya jubilado.

¿Y por qué escogió a un investigador tan veterano como su protagonista?
Necesitaba a alguien que hubiese vivido aquel verano y aquel otoño de terror, que hubiese participado en los trabajos de Scotland Yard. Sólo una inquietud directa, intensa, permite pensar que alguien retome una investigación por mucho estímulo externo que se ponga al alcance de su mano. Necesitaba, además, un personaje que facilitara el tono de una novela en la que los escenarios y las reglas de convivencia de finales del siglo XIX son tan importantes para la trama como los crímenes que se detallan. No es una obra vertiginosa, al estilo de las novelas presuntamente negras que conocemos.

¿Cómo evoluciona Riordan desde su juventud hasta 1946, cuando tiene que investigar de nuevo el caso?
Aunque no se relata gran cosa de esos años, la novela deja la impresión de que ha sido un profesional riguroso, tan íntegro como buen compañero, obsesionado con resolver cuantos casos pasaban por sus manos. Riordan, sin embargo, guarda una frustración que proviene de lo acaecido en aquellos trágicos días de 1888.

¿Cómo consiguió relacionar a Jack el Destripador con ciertos juegos de palabras de obras de Lewis Carroll?
Bueno, el reto del editor del que hablaba al principio así lo determinaba. Se me expuso que existía un libro de un tal Richard Wallace, publicado en 1996, en el que se intentaba demostrar, mareando párrafos concretos de las obras del celebrado autor inglés, que Carroll fue Jack el Destripador. No leí ese libro, pero indagué sobre su contenido.

¿Cómo definiría al autor de Alicia en el país de las Maravillas?
Como un gran personaje de su tiempo. La dualidad entre el Charles Lutwidge Dodgson que enseña matemáticas en Oxford y el escritor y reformador Lewis Carroll representa a la perfección la dualidad victoriana, el juego de la doble moral, de la doble personalidad. El tejado a dos aguas que simboliza la tradición y el afán de modernidad, con una fina línea a modo de bisagra.

¿Ha sido muy complicado traducir esos juegos de palabras a nuestro idioma?
No. Son sólo un instrumento más dentro de la novela, un juego. No integran ni el fondo ni el trasfondo de la obra.

¿Cómo era el club Diógenes, al que Carroll y Riordan pertenecieron?
No muy distinto de los muchos clubes londinenses de la época. Quizá la condición secreta de éste y sus objetivos puramente intelectuales y sociales lo alejen de los más conocidos, de tintes políticos o gremiales. El club Diógenes apoya decididamente el progreso, las invenciones que facilitan la prosperidad de los ciudadanos y las reformas que dignifican a los seres humanos de cualquier condición.

¿Cómo evolucionan las zonas marginales de Londres desde finales del siglo XIX hasta casi mediados del XX, cuando transcurre la investigación en esta novela?
Una de las consecuencias directas de las acciones de Jack el Destripador es que el West End londinense tomó conciencia de la situación en que vivían los hacinados en el East End. Whitechapel era un barrio insalubre, altamente poblado, con los mayores índices de criminalidad de toda Europa. A partir de ese hito histórico se aceleran los movimientos en defensa del proletariado, mejoran las condiciones laborales y de vivienda, se impulsan las acciones de la Sociedad Fabiana, germen del socialismo inglés. En 1946, el Imperio Británico es una vaga sombra de lo que fue, para bien de los llamados súbditos.

¿Está trabajando en alguna nueva novela?
Estoy a punto de publicar mi tercer volumen de relatos y manejo un proyecto que vería la luz en la próxima primavera. Se trata de una novela que narra las aventuras africanas de un erudito sevillano, don Juan Ángel Santacruz de Colle, que nació con el siglo XX. Un personaje poco conocido de nuestra cultura que vivió en Zanzíbar y Tanganica, y que tuvo relevancia en la creación de Tanzania como unión de ambos países. Un trabajo extenso en tiempo y documentación, que me ha llevado a aquellos parajes extraordinarios en varias oportunidades. Toda una suerte que se puso a mi alcance de forma imprevista.

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