En efecto, Rosa Díez parece dar por finiquitada la trayectoria del partido que ella misma fundó. Esta forma de pensar guarda relación con un de los rasgos con los que siempre se ha definido a UPyD: el excesivo protagonismo de su líder.
Por tanto, ¿qué ha ocurrido para que UPyD pasara en escasos meses de tener cuatro diputados en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, a no lograr representación en las pasadas elecciones generales? Rosa Díez ofrece explicaciones variadas en las que alude siempre a factores externos que acabaron por repercutir en el interior de la formación. Al respecto, se muestra políticamente incorrecta cuando analiza la labor de algunos de sus antiguos colaboradores (Sosa Wagner, Fernando Maura o Irene Lozano). Sin embargo, ella elude cualquier responsabilidad personal, lo que invita a cuestionar la objetividad total de sus argumentos.
Junto a ello, carga contra Ciudadanos y contra Albert Rivera, en particular en la segunda mitad de la obra. Hacia ambos se refiere de manera hiriente en ocasiones, utilizando expresiones como “el partido del IBEX 35” o definiendo a Rivera como “el elegido” por una suerte de poderes fácticos e invisibles a los que no gustaba la transparencia de UPyD.
Esta argumentación es peligrosa y a veces incorrecta, en particular cuando minimiza el rol desempeñando por Ciudadanos en Cataluña, combatiendo los excesos del independentismo. Además, apelar a esa suerte de “mano invisible” aproxima peligrosamente a Díez a un victimismo populista que en España goza de otros representantes mejor acreditados.
No obstante, estas explicaciones tan personales de Rosa Díez no deben provocar que la trayectoria de UPyD quede en el olvido. Si sucede esto último sería un error de enormes proporciones que dejaría en el anonimato la defensa a ultranza que hizo el partido magenta de la libertad, de la igualdad y de la unidad de España, algo que la autora reitera legítimamente en esta obra. Con sus mismas palabras: “creemos que esa igualdad está hoy amenazada en España, fundamentalmente por culpa de los excesos de un modelo territorial sometido a constante desbordamiento por las pretensiones nacionalistas” (p. 31).
La experiencia de la propia protagonista en el País Vasco le brindó conocimientos abundantes para desenmascarar posteriormente al nacionalismo catalán. Al respecto, desarrolla una sólida crítica de las intenciones de Artur Mas, Junqueras, Bosch, Durán Lleida…calificando su acometida rupturista con el apropiado término de sedición, cuyos orígenes inmediatos, que no los remotos, se pueden ubicar en la primera legislatura de Rodríguez Zapatero y el (nuevo) Estatuto de Cataluña. Así, “donde no existía un problema político sino la lógica pluralidad política de una sociedad democrática, el adanismo de Zapatero y la irresponsabilidad de todo su partido –el PSOE y el PSC- abrieron la fisura por la que se ha colado la quiebra y la ruptura social que hoy estamos sufriendo” (págs. 47-48).
Tampoco debemos olvidar que Rosa Díez y su partido defendieron la derrota por vías constitucionales de Eta, reivindicando la memoria de las víctimas. Desgraciadamente, en la actualidad, como lamenta la autora, la realidad es otra: “hoy los testaferros de Eta están en las instituciones sin haber condenado nunca el terrorismo. Y reescriben la historia de nuestra lucha democrática y reparten las culpas y hablan de sufrimiento común. Víctimas y victimarios, verdugos y víctimas empiezan a ser considerados parte del conflicto” (p. 67).
Finalmente, cabe resaltar los reproches bien fundamentados hacia Rodríguez Zapatero, cuyo modus operandi fue una de las razones que motivó la creación de UPyD. En opinión de Díez, en la primera legislatura del leonés “empezó la verdadera cuesta abajo de de nuestro país. Fue durante ese tiempo cuando tiramos a la basura la mayor parte de lo logrado tras la muerte de Franco; fue entonces cuando se empezó a negar el valor de la Transición, la Constitución, el reencuentro, lo que une a los españoles” (págs. 14-15).
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