El poemario se abre con un extenso y preciso prólogo de Alberto Chessa, que titula “El gran criminal”, donde traza las grandes líneas de la poesía del autor mallorquín, una poesía autobiográfica, órfica y atormentada.
De entrada sorprende el título, tan bello como expresivo, que adapta el ciclo del evangelio a la pulsión del dios griego del vino y el éxtasis, pero Dioniso también significa libertad frente a los prejuicios. Y es que Pedro Juan Gomila Martorell encuentra la forma idónea de transcribir el proceso vital y creativo de ese espectro que tras cruzar la tierra de Nod se ve impelido a afrontar de nuevo la realidad de un mundo a menudo adverso, adopta para ello los recursos del género teatral para poner en escena su propio drama, así el poemario se estructura en ocho escenas con sus correspondientes acotaciones de lugar y movimientos de personajes.
Pedro Juan Gomila Martorell representa su pasión a modo de monólogo interior dramatizado, de él se desprenden múltiples lecturas psicológicas y filosóficas, así la alargada sombra de Lacan y Nietzsche parece gravitar sobre unos versos de una belleza excelsa y agónica, capaz de remover la conciencia del lector pasivo, mediante un discurso procaz e incisivo.
El autor mallorquín se sirve del endecasílabo y el alejandrino para poner en solfa la hipocresía de una sociedad “llena de sombras que simulan cuerpos”, que “bailan, cantan, ríen y se burlan”. Frente a ella se erige el héroe que “apenas recubre su pecho desnudo/ con esa túnica suelta, muy holgada/ del color del azafrán”. Así, con esa desnudez, “carne profanada que maldice”, transita entre “ofensas, escarnios y atropellos”.
Y es que la poesía de Pedro Juan Gomila Martorell no deja indiferente al lector por lo inhóspito y arriesgado de su propuesta, empeñada en revelar una verdad oculta que busca la luz en la espesura de los sentimientos más descarnados. A sangre y tinta, el poeta se mueve entre el sueño de la redención y el estupor de la vigilia.
“Más mío el corazón. Y es suficiente” así finaliza este tercer canto de “Eidolon”, un poemario valiente, en ocasiones deliberadamente desabrido, con notas de culteranismo y culturalismo, que resplandece con el brillo del filo de un cuchillo. Unas convenientes “Notas” en forma de glosario de significados y de símbolos cierran un libro que no se agota en una sola representación.
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