Con El silencio de tu nombre vuelve a descubrirnos pasajes de nuestra historia de posguerra desconocidos. Esta vez son los negocios que hizo España con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Si en El violinista de Mauthausen nos desveló las penosas condiciones que sufrieron algunos españoles en los campos de concentración nazis, en su nueva obra nos cuenta la vida de los exiliados españoles que lucharon en el ejército soviético. A algunos, como el protagonista, la guerra les duró más de ocho años. "Si El violinista de Mauthausen fue la cara de mi obra, El silencio de tu nombre es la cruz", dice.
Al llegar a la cita, le sorprendo rodeado de montañas de libros que está firmando. "Ojo, están contados, los estoy firmando para unos grandes almacenes", me espeta pudoroso. Lleva toda la mañana firmando dedicatorias para lectores anónimos, no creo que esté intentando batir el récord de Ken Follet en la Feria del Libro de Madrid de hace tres años con La caída de los gigantes, simplemente lo está haciendo como estrategia de marketing. Está profundamente implicado con su obra y con su nueva editorial.
"Había publicado en Algaida el violinista, pero me interesó mucho la propuesta de Plaza & Janés, además se comprometieron a publicar en edición de bolsillo mis novelas La clave Pinner(2004) y El factor Einstein (2008)", explica puntilloso. Y tanto le interesó que está dispuesto a firmar y a hacer todo lo posible para que su narrativa sea conocida por la mayor cantidad de lectores posibles, "estoy muy implicado con la editorial, con mi obra y con los lectores", afirma. Como tiene que ser.
El silencio de tu nombre es un logrado título que atrae. Del diseño de la portada no podemos decir lo mismo, la mujer que aparece en la estación más parece un maniquí que una mujer de carne y hueso, aún jugando perfectamente con los grises violáceos y el contrapicado de la imagen. Porque esta la novela es una narración en blanco y negro, como las películas de los años cincuenta. "Muchos de nuestro recuerdos son en blanco y negro, gracias a esas grandes películas que están en el imaginario de la gente", relata el escritor sevillano.
El que sea en blanco y negro es más una virtud que un inconveniente. Si soñamos en blanco y negro, si esa época, como la actual, es en blanco y negro, "los años cincuenta tienen mucho de sórdido, justo como la época actual", apuntilla. Esta novela se lee mejor en blanco y negro que en color; la sordidez, la penuria, la cartilla de racionamiento, estaban presentes en ese mundo donde una larga gama de grises predominaba. Además su desarrollo es muy cinematográfico que nos recuerda a obras como El tercer hombre de Carol Reed del que confiesa su admiración. Imágenes continuas, con flash back que nos documentan lo sucedido. "Estamos muy influidos por el cine para bien y eso nos determina nuestra forma de escribir", apunta.
El título, como decíamos, es una metáfora que define muy bien el espíritu de la novela. "Es un fresco de la época que se desarrolla en varios sitos, Salzburgo, Berlín, Madrid, Andalucía", explica. Un fresco de la población femenina alemana que sufrió los abusos del ejército ruso pero, también, un fresco de esos nazis que escaparon de los juicios y que se refugiaron en España o en América del Sur.
Su novela no es una obra de género porque en El silencio de tu nombre hay muchos géneros: aventuras, espionajes, histórica, negra y, por supuesto, romántica. En la novela hay dos originales historias de amor que el lector tendrá que descubrir, porque yo no lo voy hacer. Ese cóctel da un género único, el propio género del novelista andaluz. Para Andrés Pérez Domínguez "solo hay tres clases de géneros de novela: la buena, la mala y la regular". La suya la podemos encasillar en el primer género, sin lugar a dudas.
Para el novelista sevillano una novela tiene que reunir tres características fundamentales, "primero, que esté bien escrita, que tenga calidad literaria; segundo, que tenga una reflexión moral y, por último, tiene que ser entretenida, que enganche al lector, que le haga disfrutar, enamorarse de la trama", estas tres premisas conforman su secreto y, a la vez, su reto. Mucha literatura nace acomplejada y "hay que perder complejos, la novela tiene que dar muchas cosas, una de ellas es que el lector aprenda algo que no sabía antes de comenzar la lectura, pero siempre, y hace hincapié en ello, "la novela ha de entretener, como dice un amigo mío es más difícil escribir una novela entretenida que una aburrida". Y si es aburrida, mejor dejarla. Nadie va a comer a un restaurante donde no le gusta la comida. Hay muchas cosas interesantes que leer para perder el tiempo con bodrios.
Para que el lector aprenda algo de lo que lee, el autor tiene que documentarse y conocer bien de lo que escribe. Andrés Pérez Domínguez se documenta en profundidad, investiga en hemerotecas periódicos del periodo sobre el que escribe, "en una ocasión llegué a leerme todos los ABC de 1943 para escribir La clave Pinner", reconoce. Cree que para crear una atmósfera real hay que conocer bien de lo que se escribe, visitar los lugares donde se desarrolla la novela y "hablar sobre todo con personas mayores que hayan vivido ese tiempo", reivindica el conocimiento que ellos tienen de los acontecimientos vividos y además "da gusto hablar con ellos".
En su opinión, "la novela española ha estado alejada de los conflictos importantes del siglo XX", cree que ya era hora de llenar ese hueco. Siempre le gustaron escritores como John Le Carré o Graham Greene que sitúan las acciones de sus novelas en ciudades como Berlín, Londres o París, "¿por qué no se puede ubicar en Madrid o Andalucía de la posguerra?", piensa. Por eso su novela se hace cercana. La clave es que funcione, participando de lo trepidante que suele ser la narrativa anglosajona y de la introspección de la novela española. "Lo fundamental es que haya un equilibrio entre la acción, el diálogo y la reflexión", apostilla.
Cuando habla de sus personajes se le encienden los ojos, "me gusta que los malos tengan educación, sean refinados, porque no hay malos totalmente malos, ni buenos totalmente buenos", explica. "Las mujeres de la novela son las que están moviendo los hilos y el personaje de Erika es muy oscuro", oculta demasiadas cosas, incluso a su amante Martín Navarro, el héroe del ejército rojo señalado por el partido comunista como posible traidor, "él es un tipo desengañado, idealista, que se va alejando del partido. Ese desengaño le lleva hasta Erika que es lo único que le queda", al final sólo queda el amor. En este caso, el amor incondicional que siente por Erika. Como también lo siente Gregorio León por Marina. Gregorio es otro personaje muy bien trazado, "está basado en un personaje real. Al Gregorio León verdadero, periodista deportivo de Murcia, le pedí permiso para utilizar su nombre y le encantó la idea", cuenta. Los dos, la persona real y el personaje ficticio, comparten profesión, pero el ficticio es un periodista joven, idealista, que trabaja para el PCE y que poco a poco se irá desengañando de sus ideales, abandonando la ingenuidad que la juventud trae consigo. ;
"Es una novela de sentimientos", define el autor sevillano. Para él ha sido un acicate que los acontecimientos que se narran estén tan cercanos en el tiempo. Quizá sea por eso por lo que le gusta dejar abierto el final, en casi todas sus novelas lo hace porque al final es el lector el que decide, "me gusta que el lector saque sus propias consecuencias", concluye.
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