Álex Chico defiende este libro, en su contraportada, de la siguiente manera: “El poema es el lugar en donde se produce ese encuentro entre lo que fuimos y seguimos siendo, esa suma de fragmentos que dan cuenta de nuestro paso por el mundo. Un encuentro que suele provocar cierto extrañamiento, tal vez porque no hay nada que nos resulte más ajeno que observarnos a nosotros mismos. Esa es la fortuna y la condena del escritor, la del extraño, y esa es la actitud que asume Efi Cubero.”
Efi Cubero ha publicado “Fragmentos del exilio”, “Altano”, “Borrando márgenes”, “La mirada en el limo”, “Estados sucesivos”, “Ultramar”, “Condición del extraño”, “Punto de apoyo”, “Esencia” y “Mesa para tres”, aparte de haber sido editada en múltiples libros y revistas colectivas de España y de América, especializadas en tareas tan disímiles y a la vez tan comunicadas -verdad-, como el arte, el pensamiento, la ciencia, la narrativa, la poesía, o el ensayo como se dijo.
Los textos de Efi Cubero, a quien considero un ser excepcional por la elevación que es capaz de realizar con el verbo, con el decir, con la manera de contar lo que en sus entrañas duerme, esperando el momento para volar libres una vez que las palabras han sido pronunciadas, cinceladas negro sobre blanco, ya utilice el soporte que fuere para manifestarse, suponen para mí, como lector y como escritor, un asidero a la esperanza, a la bondad que despliegan los sabios -los que saben-, un acercamiento a lo conurbano inconmensurable, a aquello que, aunque ande olvidado por quienes debieran hacer posible el acercamiento de la humanidad a la educación y el conocimiento, por encima de cualesquiera otras necesidades políticas o económicas, ella sigue aferrada al perfil de lo extraño, de lo raro, de lo inclasificable y lo demuestra con tesón texto tras texto. Por último, una constante, una inflexible perseverancia, su continuo canto al Amor con mayúsculas.
“-Ah, olvidé por completo / que para andar necesita usted luz. / Dijo el músico ciego, mirándole de frente, / imperturbable.” Un poema que me recuerda a la última etapa del tan olvidado Borges.
Ochenta y un poemas conforman “Solo inclasificable”. Ochenta y un cosmos en los que encontrar la luz. Ochenta y un mundos extraídos de la soledad necesaria y recurrente que hace posible la iluminación del poeta: ese lugar casi sacro en donde el silencio se hace carne, verbo, río, vereda, obligatorio tránsito en donde dejar atrás la congénita ceguera en que nos mantiene la sociedad que nos alberga: “Hallar el corazón / del acontecimiento; / descorrer las cortinas; / reivindicar el hecho / de que sigues aquí. / Para eludir la muerte / atestiguar la vida.”
A partir de la lectura de “Solo inclasificable”, después de ese cegador y numinoso momento, solo nos queda el asombro ante sus poemas. Solo permanece el deseo de elevarnos hacia la mística del amor que nos cuenta; intentar aprehender de sus versos aquello que en algún rincón de nuestra esencia hemos olvidado y necesario es rescatarlo para una vida plena.
Un excelente poemario que le devolverá la esperanza de sentirse parte del Todo y a la vez Uno indivisible e inclasificable.
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