El responsable de Cultura, Gonzalo del Puerto, clavó el índice en el titular y se mesó la barba plateada con la otra:
– ¡“LOS CRÍMENES DE LA RUE DEL INSTITUTO CERVANTES”! –exclamó–. A toda plana, y en cada esquina de la ciudad… ¡Dos ataques en dos noches, nueve escritores famosos desaparecidos ante nuestras narices! ¿Y ahora qué hacemos? Después de esto, no solo vendrán españoles y bibliófilos: ¡los curiosos y la prensa nos asaltarán con tal de estar en primera fila! Además, acaba de llegar esta nota con la caligrafía del criminal. Dice: “DESDE LA FRONTERA”, y creo que es una amenaza que hay que tomar en serio. Sugiero que anulemos el acto de hoy…
–¿Hoy, el último acto, el broche de oro de nuestras flamantes Jornadas? ¡Sobre mi cadáver! –replicó sin vacilar la directora, Ana Vázquez-Barrado, convertida por las circunstancias en Superintendente de las pesquisas sobre los crímenes en su Instituto–. Seguimos adelante, ahora más que nunca: anúncialo, que venga la prensa y el súrsumcorda: ¡los españoles no nos arredramos ante nada!
Y así fue como esa noche el Instituto Cervantes abrió sus puertas más iluminado aún que la víspera, mientras su directora anunciaba el evento como “una mesa de heterodoxos y transgresores que van infiltrando y haciendo progresar la literatura”, desafiando abiertamente a agoreros, amenazas y asesinos pululando por el sanctasanctórum de su Instituto.
Cuatro grandes de la novela policiaca habían aceptado el reto, y se presentaron bajo cuatro enigmáticos seudónimos, cual ases de una baraja negrísima: Rosa Ribas, alias la Confidente, Alexis Ravelo, alias la Víctima, Elia Barceló, alias la Mala, y el belga François Filleul, el Detective, con el Pillo Ángel Fernando como maestro de ceremonias.
(Cada uno aportaba a la caza del temible “asesino del Noir” estrafalarias armas secretas: Ribas su formación de filóloga hispánica, árbitro auxiliar de baloncesto, empaquetadora de plastilina y profesora y lingüista en las Universidades de Fráncfort y Heilbronn; Barceló, su experiencia en Filología, Historia, Medicina y como modelo de calzado y profesora; Ravelo, su capacidad de sobrevivir solo con cerveza y bocatas de chóped; Filleul, su camuflaje bilingüe gracias a la Filología Románica y su labor como profesor de adultos, y Hernando, su pasado en Filosofía y Letras, Estética y Teoría del Arte…
…pero, sin que ninguno de ellos se apercibiera, el sospechoso del rapto de buen número de sus colegas escritores en las dos veladas previas ya acechaba a su próxima presa mientras el maestro de ceremonias, ajeno al peligro, iniciaba la tertulia…)
Hernando: Estamos aquí porque Bruselas y la novela negra van de la mano. Todos vosotros vivís y escribís en varios países: ¿cómo ha influido en vosotros, y dónde está la frontera y la puerta entre esos dos mundos?
Rosa Ribas: La frontera surge cuando has vivido fuera, lejos de tu lugar de origen (yo soy adicta al mío, que es El Prat): eso te da una mirada particular, que intenta entender una sociedad en la que no has nacido, donde todo es distinto: el idioma, el código de conducta no escrito, los valores, las costumbres… y eso es lo que me ha hecho empezar a escribir y me ha dado mis temas, que son la “extranjeridad” y la dislocación de la persona. Yo escribo en Alemania, y mi ambiente es una realidad desconocida para los lectores hispanos que me leen. Y ahí surge un problema, la diferencia de lengua y mentalidad: no es que la lengua marque el mundo, sino que es cada mundo el que marca “su” lengua. Solemos partir del entendimiento de que, si un libro es divertido y entretiene, es superficial y no puede ser bueno y, al contrario, si es muy oscuro seguro que es bueno, ¡pero a veces un libro parece muy oscuro solo porque la traducción que leemos es malísima!
Elia Barceló: Pues yo siempre he vivido entre varias lenguas (llevo 40 años en Austria): eso enseña que todo se puede ver de otra manera, desde un punto de vista diferente, porque la lengua crea la realidad, y hay cosas que solo puedes expresar en un idioma. Yo me estrené a los 4 añitos como lectora, con la ciencia-ficción, y me obligó a abrir la mente y experimentar diferentes mundos, alienígenas y realidades. Me he pasado la vida “volando” entre distintas realidades, y ése es el punto de vista desde el cual escribo. Mi “puerta” está en el punto de equilibrio entre los muertos y los vivos. Nosotros solo somos un peldaño de esa escalera, y formamos parte de una tradición.
François Filleul: Una de mis “puertas” es salir fuera, y cuando vuelvo, sentirme extraño en mi propia tierra, y estar descolocado. Mi primera puerta fue salir de Bélgica y llegar a España.
(“Vosotros habéis entrado en Bélgica pero… abandonad toda esperanza, porque no desapareceréis como los demás autores y nunca volveréis a España”, murmura para sí el criminal, y se sobresalta cuando un canario (“Canario tenía que ser: ¡siempre dando la nota!”) rompe la baraja del globalismo:)
Alexis Ravelo: ¡Yo no he viajado! Eso sí, nací en una frontera: en Canarias (donde somos unos llorones y estamos todo el día quejándonos; como dijo alguien, las islas son siete colillas apagadas en el cenicero de los mares). Yo decidí no marcharme. Fui camarero desde los 14 años, durante 25 años, y mi “puerta” era el silencio y la lectura: los libros me ayudaban a evadirme y a entender el mundo, con gente como Kafka, Rulfo o Cortázar. Un día, me dije: “Estos libros me gustan mucho; ¡yo también voy a hacer libros que gusten!”. Pero ¡qué difícil es conseguirlo! Más que una “puerta”, los canarios nos entendemos como un puente con Hispanoamérica y también con África, que nos enriquece mucho. Así que me considero un escritor ultraperiférico.
Ángel Hernando: Existe esa frontera geográfica, o entre idiomas… y luego hay una frontera invisible entre los géneros, ¿cómo la abordáis?
Elia Barceló: Intento dar una visión femenina del mundo; es triste decirlo, pero ya ese enfoque es “periférico”, especialmente en la novela negra, donde los hombres siempre han tenido la primacía. Y yo utilizo a personajes mayores o ancianos, que son también periféricos. En la novela negra, las mujeres siempre suelen tener de 25 a 45 años: si no, es que la típica vieja loca o la dulce abuelita… Pero en mis libros, mis mujeres son aquellas que ya no son objetos sexuales y, sin embargo, a mí sí que me interesan: son mujeres en la periferia.
Alexis Ravelo: Pero esa periferia está siendo atacada, y ya no solo la atacan las autoras, sino que, de esa manera, ellas influyen en nosotros, y luego nosotros también estamos teniendo en cuenta esos personajes periféricos. En la novela negra, nuestros protagonistas pueden ser cualquiera: el tipo o la mujer que duerme en la calle, el chapero, el yonqui tirado en la esquina… Desde luego, no son como los protagonistas de las series televisivas.
Elia Barceló: Eso es, a mí me da rabia que en las series todos sean guapísimos y “super cachas”: me parece muy falso. Nosotras tratamos de representar la realidad como es. Es una lástima que el cerebro no se pueda ver desde fuera: si el cerebro fuera los abdominales, todos verían enseguida lo que vale una persona. Pero eso queda en la periferia…
Rosa Ribas: Esa periferia no solo influye en que no se muestra a mujeres a partir de determinada edad: también tenemos que reivindicar una serie de aspectos que se han negado, y uno de ellos es el derecho al mal. Existen mujeres malas, pero que no lo son solo por venganza contra alguien que les hizo daño, sino que son malas porque sí, o son mediocres, o son mujeres con mucho humor… y eso no se suele mostrar de las mujeres.
(El asesino rebulle en su asiento, semioculto entre un profesor jubilado y una traductora: “Qué sabréis vosotros… pensáis que la periferia son las mujeres, los yonquis, los mediocres… ¡frío, frío!”)
Ángel Hernando: Las mujeres y lo que no se muestra de ellas, los personajes ocultados, son cosas que están cambiando. Pero también hay ahora un mestizaje de géneros, una especie de novela negra-fusión: ¿cómo lo veis?
Elia Barceló: La literatura se inventó para poder narrar lo extraordinario. Eso, para mí, son las cosas no habituales (sí, como asesinos en serie…). Para atrapar al lector hay que recurrir a elementos sorprendentes u originales. Y en una novela negra puedes introducir mucho desarrollo sicológico, terror, fantasía… pero, en el fondo, sigue siendo solo una novela, una obra literaria, aunque ahora solemos ponerle etiquetas.
Alexis Ravelo: Nuestro trabajo es dar con una buena historia, y contarla bien. Después, ya hay muchas estrategias para hacer ese trabajo: centrar el foco en la víctima, o bien en el asesino, o en el investigador, porque cada uno de ellos dará como resultado una novela diferente. Yo prefiero el realismo, y no me gusta introducir elementos fantásticos. Además, siempre hay un lector más listo que tú, y adivina al asesino mucho antes de lo que piensas.
(“Pues vosotros lo tenéis delante de vuestras narices, casi podría tocaros si estiro la mano, y no os dais cuenta todavía…” gruñe para su coleto el sospechoso insospechado entre el público.)
Rosa Ribas: Yo voy a mi aire: primero quiero contar una historia, luego cojo los elementos que mejor me sirven a partir de la gran caja de herramientas que es la novela negra, porque es un género que nació libre y cabe absolutamente todo en él: lo histórico, lo fantástico, lo surrealista… todo lo contrario del orden y la paz. ¡Los autores de novela negra somos la asociación de “haters” de Herman Hesse!
(Los demás afirman con entusiasmo, ante un cierto revuelo del respetable, y el maestro de ceremonias reacciona al instante:)
Ángel Hernando: Bien, pues hoy hemos hablado de muchos aspectos de la novela negra, pero ¿qué piensa el lector de vuestro trabajo? ¿Qué dice el público; alguien quiere hacer preguntas?
(“¡Entremos a matar: quiero oír la verdad y nada más que la verdad!” Una mano se alza entre la masa de cabezas que cuchichean y se estiran en sus asientos:)
El criminal: Vosotros que matáis por oficio… ¿existe el crimen perfecto?
Elia Barceló: Sí, claro: cuando no se llega a saber que se trata de un crimen. Cuando parece… un accidente.
Alexis Ravelo: Y cuando parece muerte natural.
François Filleul: Cuando te divierte matar: cuando te entretiene.
(“Este belga anda más cerca que todos sus colegas españoles” piensa el criminal: “A lo mejor, le perdono la vida…”)
Rosa Ribas: Sí, sí, pero también puede pasar lo contrario: tienes un buen plan, piensas en el crimen perfecto y luego, a veces, combinas mal todos esos elementos y en vez de la historia perfecta, la novela se te muere en las manos. Porque todos tenemos en un cajón cadáveres que no huelen, pero sí duelen…
(En medio del público, el criminal lanza un grito de asombro y rabia: porque, sin que nadie más que él y su creador lo sepan –y su creador olvidó su existencia hace tiempo, a modo de Frankenstein engendrado de ideas desechadas, un bolígrafo mordido por la frustración y un borrador roto y en el cubo de la basura– los escritores han logrado desenmascararlo.)
El criminal, en pie y a gritos: “¡YO, MALDITOS, ESE SOY YO! ¡Yo soy vuestro crimen perfecto, y vosotros sois mis asesinos! Soy esa idea, ese personaje y ese libro que se pudren en el cajón y no huelen, pero duelen: cada segundo, cada día que no me dejáis salir de ese minúsculo ataúd. ¡Yo he hecho desaparecer a vuestros colegas ayer y anteayer, y lo haré de nuevo! ¡Soltadme!
(Varios asistentes lo sujetan por los brazos, tratando de arrancarle el cuchillo y evitar sus mordiscos, mientras el responsable de Cultura se abalanza sobre él para neutralizarlo y la Directora llama a toda prisa a la Policía:)
El criminal: ¡Soltadme, os equivocáis! Yo no soy el asesino: ¡son ellos, los autores de novela negra, el mejor disfraz y coartada que existen! ¡Las víctimas que han asesinado alegremente son legión! Solo soy su voz, y hago justicia: ¡alguien debe vengar a todas vuestras genialidades que habéis aplastado en un contenedor de reciclaje o destripado en una trituradora!
Moderador, autores, directora, encargado de Cultura, público: ¿Dónde están los autores que has raptado? ¿Qué has hecho con ellos?
El criminal: Son mis rehenes, y por cada novela que tiréis a la basura vosotros y vuestros condenados editores y gente de marketing, esos autores irán desapareciendo definitivamente uno a uno, a menos que cada uno rescatéis del cajón una novela, y le deis una oportunidad.
(Alertada y lista para entrar en acción tras los dos secuestros anteriores, la Policía se lleva al criminal antes de que sus alaridos y patadas echen abajo el salón de actos del Instituto:)
El criminal: ¡Acordaos de mí y de vuestros cadáveres en el cajón! ¡Acordaos, o volveré! ¡Nosotros, los no-muertos y no-vivos, también queremos ser leídos por el público!
Mientras el público felicita a los autores por haber descubierto al infiltrado, que desaparece embutido en una camisa de fuerza con luces y sirenas a toda velocidad por la Avenida Louise, las eminencias grises del Instituto improvisan un conciliábulo:
Directora: …y diremos que fue una broma: ¡ya está! Escape Room en Bruselas, Cluedo con actores, para despistar a la prensa… y cuanto antes organicemos un nuevo ciclo de tertulias con otro tema, mejor.
Maestro de ceremonias: Sí, puede que sea lo más adecuado para olvidar este susto… Propongo algo inocuo: un ciclo sobre cuentos infantiles o recetas de cocina.
Encargado de Cultura: Sí, hombre, y que nos salga el Lobo Feroz o Hannibal Lecter…
Directora: ¡Ya lo tengo! Haremos un ciclo tranquilo, sosegado y predecible de… novela histórica, por ejemplo. ¿Qué puede pasar, que aparezca Gengis Kan?