Rica heredera, acumuló tierras y fincas y casas en Madrid, Salamanca, Valladolid y Barcelona. Extraña en su tiempo, seguramente incomprendida, por ser mujer leída, independiente, caprichosa, rara, potentada, soltera y muy relacionada, la rodeó un halo de misterio. Algunos llegan a contar que fue amante del dictador Primo de Rivera. Murió prácticamente en la indigencia. El autor salmantino ha tenido muchos problemas para la documentación de la novela porque sus legatarios no le han dejado utilizar todos los documentos que le hubiese gustado consultar. ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Miguel Ángel! ¿Cuándo oyó hablar por primera vez de una mujer tan peculiar?Desde mi infancia. En el pueblo donde nací circulaban leyendas sobre esta mujer tan singular, tan moderna, tan rara, tan extravagante. Cada vez que oía hablar a los mayores de Inés Luna se encendía mi imaginación. Contaban historias sobre ella, su vida, sus amantes, sus riquezas, sus viajes por el mundo… muchas compruebo hoy que eran exageraciones: que si cabalgaba desnuda por las dehesas salmantinas, que vivía en un palacete con todos los lujos inimaginables, que era novia del dictador Primo de Rivera, que había tenido una hija en secreto, que fue espía. Así que me fui convenciendo de que se trataba de un personaje de novela. Cada vez que salía su nombre en las tertulias yo ponía la oreja. Y me puse a preguntar y a indagar. ¿Por qué le interesa que se conozca la vida de este personaje? Pues por su singularidad, por ser una mujer poco convencional para su época, que se empeñó en hacer cosas que no hacían las mujeres ni de su tiempo ni de su condición y porque su biografía corre paralela, desde un escaparate privilegiado, con los momentos más importantes de la historia de este país. Nació en 1985 y murió en 1952. Fue una niña rica que se relacionó con la aristocracia del Madrid de fin de siglo, con sus fiestas y paseos por la Casa de Campo y el hipódromo o los largos veraneos en Biarritz. En los principios del siglo XX fue un apetecible partido casadero, por su fortuna, para grandes apellidos de la nobleza. Sin embargo, a pesar de eso, y de las convenciones sociales, no se casó, lo que le dio independencia, misterio y más leyenda. Los alegres años veinte los vivió entre los primeros turistas de lujo en Niza y Montecarlo. Tuvo una extraña relación con la política en unos años convulsos, tanto la República como el franquismo le expropiaron una de sus fincas. Algunos la acusaron de ser espía. En fin, siguiendo sus avatares nos encontramos con unas vivencias nada comunes que probablemente nos ayuden a entender mejor un siglo de España. ¿Ha resultado complicado realizar el proceso de investigación? ¿Cuáles han sido las dificultades con las que se ha topado? Toda investigación es complicada en España, me parece que es una asignatura pendiente en este país. Lo que es fácil y natural en otros lugares, como consultar un archivo, unos documentos, una correspondencia que puede estar o no en diferentes instituciones, aquí es una lucha contra la desconfianza, el oscurantismo, la incomprensión, la falta de empatía o la desgana. En ocasiones quienes custodian un documento se creen sus guardianes sagrados y ponen todas las trabas burocráticas posibles. En el caso del personaje de mi libro no ha sido diferente. Con algunas dificultades añadidas, como ha sido la indagación sobre el largo contencioso que se entabló tras morir sin herederos directos, para dirimir quién se hacía con sus bienes, que finalmente se adjudicaron al Estado. Tras ello, y la creación de una Fundación para administrarlos, se produjo primero cierto expolio y después un incomprensible abandono tanto del palacete que tenía como residencia en la dehesa salmantina y de su biblioteca y archivos con correspondencia y documentos personales y familiares, que se perdieron o desperdigaron. Han pasado 70 años desde su muerte, ¿todavía quedan personas o estamentos que quieran ocultar aspectos concretos de la vida de Inés Luna? Existe una curiosa vocación de inquisidores. Para los investigadores siempre quedan personas o estamentos que parecen disfrutar con poner trabas y hacer difícil lo normal, como es contestar preguntas o ayudar a localizar y contrastar hechos y datos. La fundación que vela por su nombre y administra el patrimonio, que se ocupa de conceder becas de estudio y ayudas sociales, no tiene muy asimilado el concepto de transparencia y desconfía de cada aproximación investigadora independiente. Quizá no entiende que a Inés Luna le habría gustado que se supiera quien fue realmente, tanto en sus luces como en sus sombras. Porque era una mujer valiente a la que no importaban las habladurías. Es más, creo que le gustaba que le pusieran barreras para saltárselas. Su obra está basada en hechos reales, sobre los que ficciona. ¿Es una novela histórica, es una biografía novelada…? ¿Cómo definiría Las dos muertes de Inés Luna? Como escritor he ido a la búsqueda de un personaje y me ha servido de las armas de la literatura para narrar, y de la investigación, del periodismo, para conocer y descubrir. Lo que se cuenta son hechos comprobados, reales, sacados de documentos, de correspondencia y de testimonios que he podido recoger, porque afortunadamente en mi larga investigación he conocido testigos que la trataron o la conocieron o trabajaron para ella. Por tanto hay en el libro historia y biografía y relato y crónica y también autoficción porque se cuentan las peripecias que me llevaron a conseguir un dato, encontrar un papel escondido o lograr un testimonio. Prefiero considerar mi libro como una novela de no ficción. Me gusta decir como Gabriel García Márquez que he hecho un cuento real. ¿Por qué el título ‘Las dos muertes de Inés Luna’? Inés Luna tuvo una vida de película, por la familia en la que nació, la sociedad y los tiempos en que le tocó vivir, los lujos y viajes que pudo permitirse, las relaciones que entabló o la independencia con que gestionó su vida sin renunciar a ser protagonista del modernismo. Pero es que su muerte no lo fue menos, por lo que cuento que pasó después: la rebatiña de pleitos e intereses en torno a su herencia y su memoria, el abandono hasta la ruina de su ‘paraíso’, los trasiegos con su ataúd, sus deseos no cumplidos… Como una segunda muerte.
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