El fijarse en la construcción del castillo oscense de Loarre se debió a que su construcción fue bastante lineal, en tan sólo unos setenta años se edificó totalmente. Otros castillos que consideró fueron el Alcázar de Segovia, “se construyó en diversas épocas y no se terminó hasta el siglo XVII, con diversas modificaciones y el castillo templario de Monzón que también fue levantado en varios siglos”, explica el autor, que además de escritor es historiador, investigador, fotógrafo y una de las personas que más sabe de castillos de España, lo cual demostró con su guía “Castillos de Aragón: 133 rutas”. Además es vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de Aragón y miembro de la Asociación Española de Amigos de los Castillos.
Ya en su novela, “El escalón 33” trató sobre siete castillos emblemáticos de España. Como buen investigador, su novela “El castillo” está profundamente documentada, más de dos años le llevó reunir todos los pormenores sobre Loarre, e incluso se desplazó a la Borgoña francesa para ver in situ el castillo de Guèdelon, que se está construyendo en la actualidad con los mismos medios que se construía en la Edad Media y que se puede visitar como si fuese un parque temático.
“El castillo de Loarre es el castillo románico mejor conservado del mundo”, afirma taxativamente. Lo cual lo hace único, pero además es una construcción religiosa, “En su interior hay cuatro iglesias, la principal con una cúpula única en el mundo”, añade. Todas estas características lo hacen iperfecto para la recreación histórica que ha escrito. La ubicación era idónea porque estaba en la frontera del reino de Pamplona y Aragón con las tierras musulmanas. “Era una zona de frontera y de oportunidad, algo parecido ocurrió en el siglo XIX con el Oeste Americano”, señala.
Los personajes históricos aparecen menos que en otros de sus libros. “Son más secundarios, los que realmente llevan la trama de la novela son los constructores del castillo y todos los que viven alrededor de ellos, niños incluidos”, detalla con su fuerte acento maño. “Algunos personajes ha sido muy complejo introducirlos. La novela está pensada para que esos protagonistas entren y salgan constantemente para que el lector nunca sepa lo que va a ocurrir”, especifica y confiesa que a partir de ahora sus novelas históricas van a ser así, con un predominio de los personajes ficticios que se van a desenvolver en tramas de intriga, en tramas históricas. “La novela histórica te pone muchas limitaciones y es muy complicado hacerla”, apunta.
En el libro ha utilizado diversas leyendas de la zona, muchas de ellas tienen que ver con el tema religioso y con el paganismo que existía en aquellos tiempos donde convivían las creencias católicas con las paganas, sobre todo en tema de religión y medicinales. Por supuesto que ha utilizado muchos datos históricos como por ejemplo el tema de los lombardos, que fueron los primeros constructores de castillos e iglesias de la península Ibérica y también es real que en un momento dado todos se fueron dejando las construcciones a medias. Sólo quedó uno que fue el encargado de la construcción de Loarre y que, por supuesto, se fue dejándola a medias.
El conocimiento de los constructores lombardos se basaba en diversos tratados de la época romana; el constructor de Loarre, del que no sabemos el nombre, se basaba, probablemente, en el tratado de Vitrubio, pero luego se hicieron diversas modificaciones y mejoras. Los reyes demandaban cada vez iglesias o catedrales más amplías y con más luz. Estos saberes ancestrales se transmitían de hombre a hombre, lo que luego degeneraría en logias y en maestros masones. Lo que realmente ocurrió no lo sabemos, son hipótesis que el autor maneja con agilidad. Lo que sí sabemos es que la bóveda de Loarre se terminó de hacer con constructores locales.
“La Edad Media tiene algo de enigmático y místico que gusta a la gente”, opina. Incluso en la ciencia ficción se utilizan muchos de los elementos medievales. Baste recordar las espadas láser de La guerra de las galaxias, pero hay muchos más que cualquier lector puede ver en películas o en libros con épica medieval como los de Tolkien y tantos otros. En aquellos tiempos, la población era muy escasa. “Los musulmanes conquistaron la península con un puñado de hombres y los castillos se comenzaron a construir en sitios inaccesibles, en auténticos nidos de águilas porque había muy pocas personas para su defensa”, nos recuerda Luis Zueco.
“El castillo”, además de ser una soberbia lección de historia sobre Sancho Garcés III, rey de Pamplona y sus descendientes, es también una lección sobre cómo se construye un castillo. “La historia se usa políticamente”, alega el escritor de Borja. El autor ha dejado claro en su novela cómo se conforman los primeros reinos cristianos y cómo funcionaba el sistema feudal. “No se tenía una noción de país, los habitantes eran vasallos de un señor. No había capital del reino, la corte era itinerante, un concepto que cambió con la fundación de Madrid y su capitalidad”, detalla.
Para Luis Zueco, “El castillo” es su obra más ambiciosa, la más elaborada y la que va a marcar su nuevo estilo, donde va a mezclar los datos históricos con tramas de mucha intriga, como si de un thriller se tratase. Reconoce que lo que más le ha gustado escribir ha sido a sus personajes infantiles, como Eneca; las mujeres tienen mucha importancia en el desarrollo de la novela, como Fortún, pero si tuviese que quedarse con alguien escogería al joven constructor Javierre, “un personaje que nos sorprenderá por su salidas y entradas en la historia”, concluye.
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