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“El síndrome Korsakoff” de A. Fausto

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Javier Velasco Oliaga

A. Fausto
es un joven escritor de veintipocos años que acaba de publicar en Ediciones Atlantis su primera novela de enigmático título: “El síndrome Korsakoff”, que en principio no nos sonaría de nada si no fuera por la serie del doctor House. En uno de los capítulos trataba a un paciente que padecía esa rara enfermedad de nombre tan extraño, tanto o más que la enfermedad.


La novela comienza de modo violento y sangriento, con unas páginas impactantes que nos irán acompañando a lo largo de la novela. Un crimen cometido sobre una alfombra con un presunto asesino golpeándose la cabeza al darse cuenta de lo que ha hecho. Un escenario gótico, lúgubre, unos protagonistas merodeando en torno a unos hechos que no está claro que hayan sucedido. ¿Ocurrieron? ¿Lo está creando la imaginación del protagonista? Paso a paso y poco a poco las claves se van dando de forma circular, nada fácil para el lector.

Porque la novela, hay que destacarlo, no es fácil de leer, requiere un esfuerzo y una atención constante, y eso es la literatura, la verdadera literatura que se abre en varios frentes y el lector tiene que estar atento a los vaivenes y las diversas tramas que van saltando en el tiempo de delante hacia atrás y viceversa, con un final abierto, donde no todo es lo que parece.

La novela, como hemos señalado, comienza con un hecho dramático, pero salta inmediatamente al pasado. El doctor Maurer ejerce la psiquiatría, fascinado por el lado más oscuro del cerebro, en una pequeña consulta a donde llega una extraña señora para consultar la enfermedad de su joven hija que padece anorexia y unos extraños episodios de alucinaciones. El doctor se interesa por el caso y decide intervenir con un resultado final deplorable, no por su culpa, sino por el entorno familiar, causante en buena parte de su enfermedad.

El doctor Maurer es contratado, 14 años después, por el abogado del conocido escritor Hugo Esmerodes, que se encuentra detenido como presunto culpable de la muerte de su madre, la sofisticada Vanessa de Laurentis. Duda en llevar a cabo el estudio que le solicita el abogado Sorbona. Al final accede, después de visitar al escritor en la cárcel, donde unas extrañas inscripciones en la pared le interesan sobre manera y también la inteligencia desbordante del escritor. Ambos factores le hacen que se ocupe del tema.

Es en ese encuentro donde se produce el estallido del choque de dos trenes a gran velocidad. Esos trenes son la inteligencia de los dos protagonistas, novelista y doctor, y los diálogos que mantienen son de una agudeza y sagacidad asombrosas. En esas conversaciones plenas de ingenio y misterio el doctor se da cuenta de la enfermedad que padece el escritor: una falta de vitamina B-1 o tiamina, que le hace carecer de memoria e inventarse sus recuerdos a partir de lo que ve.

En la novela hay una crítica implícita a los medios de comunicación, sobre todo a los sensacionalistas con la inclusión del periodista Raúl Cobos, muñeco en manos del editor, siempre a la busca de historias truculentas y el entrevistador Fuerteventura, ambos representantes del periodismo más amarillo que se está dando actualmente en los medios de comunicación, sobre todo televisivos, en cadenas dominadas por italianos o clownes reconvertidos.

El síndrome Korsakoff
es pues una novela interesante de leer, bien escrita, literatura en estado puro, de una madurez sorprendente para un escritor tan joven, que se ha tenido que documentar en distintos campos y de los cuales sale más que airoso. Como toda primera novela tiene algunos defectillos, y la verdad es que según transcurre es más clara, eficaz y mejor estructurada. Es en el capítulo primero donde se aprecia la bisoñez del autor, pero según discurren la acción y las páginas la novela gana en profundidad y, también, en agilidad e interés.

Saludamos a Fausto como un nuevo e interesante valor que ha escrito una más que interesante primera novela. Esperamos que nos siga sorprendiendo con lecturas originales con la fuerza de una pluma que busca caminos no recorridos por otros. Estamos seguros de que va a encontrar un sitio ajeno a lo convencional y a lo ya demasiado trillado de una literatura plana sin capacidad de sorpresa. La fuerza con la que escribe, lo bien definidos que están sus personajes, sus descripciones minimalistas repletas de detalles y unas situaciones alejadas de lo normal, nos hacen concebir la esperanza de que este joven escritor lleve en sus venas la suficiente literatura para deleitarnos muchos años.


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