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Círculo de Tiza publica "Polinesia, el paraíso encontrado" de Robert L. Stevenson y Jules Dumont d’Urville

sábado 15 de julio de 2017, 13:39h
Polinesia, el paraíso encontrado
Polinesia, el paraíso encontrado

"Polinesia, el paraíso encontrado" reúne por primera vez dos de los mejores relatos de viajes que dio el siglo XIX, cuando la ciencia y la búsqueda de nuevos territorios empujaban a aventureros y escritores a romper fronteras. Sus autores, Robert Louis Stevenson y Jules Dumont D’Urville, trasladan a estas páginas su experiencia del viaje describiendo con fidelidad uno de los territorios más desconocidos del planeta. Un modo de vida en las antípodas geográficas y culturales del continente europeo.

El primer texto con el que nos encontramos en este curioso ejemplar editado por Círculo de Tiza, dentro de su colección Cruce de caminos, es el titulado Viaje pintoresco alrededor del mundo, Hawái y Tahití, de Jules Dumont D’Urville en el que narrra su viaje de 1831 a estas, por entonces, casi desconocidas tierras insulares de remoto Pacífico suroccidental, apenas sesenta años después de su descubrimiento por sir James Cook.

El enfoque pragmático de la narración de Dumont D’Urville contrasta con la visión empática y antropológica de Stevenson. Desde su perspectiva profundamente humanista, Stevenson denuncia a su manera las secuelas del colonialismo, sin dejar de ponderar las ventajas de la civilización, siendo uno de los primeros occidentales en advertir los peligros de aquel: “la experiencia comienza a demostrarnos que un cambio de costumbres resulta más mortífero que un bombardeo.”

En cualquier caso, ambos viajeros abordan las nuevas tierras desde el respeto y el interés por las comunidades que encuentran en sus viajes. Señala Dumont D’Urville “Decidido a explorar el país en toda su extensión y juzgarlo en persona, había estudiado el idioma de Hawái, que no es más que un dialecto de la gran lengua polinesia. Para eso tomé y devoré un vocabulario bastante completo redactado por los misioneros que Pendleton tenía a bordo. El vocabulario me daba la palabra y Pendleton, que ya era medio polinesio, me indicaba el acento. Creíame ya bastante fuerte cuando nos apeamos; pero estaba más atrasado de lo que creía. Érame absolutamente imposible comprender una sola palabra del diálogo de los isleños durante la primera semana de mi mansión. Poco a poco mis oídos se acostumbraron a la melopea de aquel dialecto y mi lengua se habituó a él.”

Las islas ofrecen una naturaleza sorprendente, desconocida, y en ambos textos abundan descripciones evocadoras de paisajes que van descubriendo. Pero hay otro tema que abordan “Por esta misma época tuvieron lugar innumerables ofrendas para conjurar la playa. Precipitáronse a las corrientes de lava cerdos vivos creyendo aplacer de esta suerte al dios que las arrojaba. Los cerdos desaparecían y la lava continuaba. Esta grande erupción, tan celebrada en los anales de Hawái, duró por mucho tiempo. Todos los esfuerzos habían sido vanos para detenerla, oraciones, holocaustos, cantos sacerdotales, dicen las crónicas indígenas, cuando el rey Kamehameha se encaminó hacia los volcanes al frente de sus principales oficiales, cortó un mechón de sus cabellos que eran tabú y los arrojó a la lava. Dos días después la corriente se detuvo, de suerte que el mechón de Kamehameha fue más potente que ella. Entonces se pretendió que los dioses quedaban satisfechos, y que la ofrenda del rey había sido más eficaz que todas las otras.”

Otro ejemplo de las sorprendentes costumbres es la que aborda Stevenson sobre el canibalismo.

“Nada excita más nuestra repugnancia que el canibalismo; nada destruye con tanta seguridad una sociedad; nada, podríamos argüir, endurece y degrada tanto el espíritu de quienes lo practican. Sin embargo, nosotros mismos causamos parecida impresión en los budistas y los vegetarianos. Consumimos los cuerpors de criaturas que sienten iguales apetitos, iguales pasiones y poseen los mismos órganos que nosotros; comemos y bebés que sencillamente no son los nuestros, y el matadero se llena cada día de gritos de sufrimiento y terror… Se encuentran huellas de canibalismos de un extremo al otro del Pacífico, desde las islas Marquesas hasta Nueva Guinea, desde Nueva Zelanda hasta Hawái.”

La segunda parte de Polinesia, el paraíso encontrado está dedicado a las islas Marquesas, y forma parte del que se considera uno de los mejores relatos de viajes de la literatura universal, En los mares del Sur. Así describe Stevenson el primer encuentro con estas tierras que no abandonó hasta su mierte en Samoa en 1894.

“La primera impresión es siempre única. El primer amor, la primera aurora, el primer contacto con una isla de los mares del Sur son recuerdos aparte en nuestra vida y despiertan una especie de virginidad de los sentidos. Era el 28 de julio de 1888, a las cuatro de la madrugada, y la luna había desaprecido del cielo hacía una hora. En el este, una hoguera radiante de claridad anunciaba el nuevo día, y más abajo, sobre la línea del horizonte, la orilla se dibujaba ya, negra como tinta… Permanecíamos en el puente, en un silencio expectante, con la emoción habitual de las recaladas, realzada por el extraño aspecto de las costas que nos acercábamos. Lentamente surgían formas en la oscuridad dereciente… los primeros rayos de sol iluminaron los primeros rayos de sol iluminaron las agujas de Ua Pou, que de repente emergieron en la línea del horizonte como pináculos de una monstruosa iglesia sobrecargada de ornamentos, se alzaban a lo lejos, en la claridad deslumbeadora de la mañana, tal que señales de la cercanía de un mundo de maravillas.”

La aventura, la búsqueda de nuevos horizontes, el paraíso, lo desconocido… pero cuando llegan a las Marquesas encuentran a otros viajeros occidentales que ya han llegado y que disfrutan con pasión de estos recónditos espacios.

“La mayoría de los blancos que se encuentran dispersos por los mares del Sur reprensenta la porción más artística de su clase; no sólo gozan de la poesía de esta vida nueva, sino que precisamente han ido hasta allí para gozar de ella. Coincidí en un barco con un tripulante que ya no era joven y que, si conocer el mar, había emprendido aquel viaje por simple amor hacia Samoa; la lectura de algunas líneas en un diario le había impulsado a iniciar esa peregrinación.”

A lo largo de este libro vemos también la transformación de este “paraíso encontrado” en una especie de infierno terrenal, en el que la pobalción aborigen se va viendo diezmada por las enfermedades, la culturización forzosa y la sujección a los intereses comerciales de las potencias coloniales.

“En toda la extensión de los mares del Sur, desde un trópico hasta el otro, encontramos el estadio anterior de superpoblación, en el cual incluso los recursos de la tierra tropical resultaban insuficientes y el imprevisor polinesio temblaba ante el porvenir. Podemos aceptar algunos aspectos de la teoría sobre las islas de coral del señor Darwin y admitir que se produjo una elevación del nivel del mar, o bien que se hundió una parte del continente y multitud de personas se refugiaron en la cumbre de las montañas. O más sensato es suponer que un pueblo de navegantes, emigrantes de un país demasiado poblado, se dispersó por las islas, donde se estableció, y se multiplicó de una manera excesiva en sus nuevos asentamientos. En ambos casos, el resultado debió ser el mismo; tarde o temprano debió resultar evidente que la población era demasiado densa y el hambre eminente”.

Dos textos que reflejan el frágil equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, entre la tradición y el progreso.

"Polinesia, el paraíso encontrado" recupera la fascinación por la aventura y ofrece un retrato diferente y a la vez complementario de un espacio y un tiempo en el que la idea del paraíso aún era posible.

Robert L. Stevenson [Escocia, 1850-Samoa, 1894] Novelista, poeta y ensayista escocés. Autor de algunas de las mejores novelas fantásticas y de aventuras de la literatura universal, como La isla del tesoro, la novela histórica La flecha negra y la popular novela de horror El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Cuentos de los Mares del Sur, escrito en sus últimos años de vida en Samoa, refleja su fascinación por el archipiélago de la Polinesia.

Jules Sébastien César Dumont d’Urville [Normandía,1790-París 1842] Oficial naval, geógrafo, explorador y recolector botánico francés. Llevó a cabo varias expediciones científicas a bordo de la corbeta Astrolabe por el Pacífico Sur y el Antártico que proporcionaron información esencial de la costa menos conocida del mundo. Descubrió, entre otras, las islas Fiyi.

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