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Carmen Posadas vuelve a la novela histórica con "El testigo invisible"

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Carmen Posadas regresa  con El testigo invisible al género de la novela histórica después de sus exitosos trabajos anteriores: La cinta roja y La bella Otero (con más de 100.000 ejemplares vendidos). Y lo hace por la puerta grande, con un gran trabajo de investigación y documentación: la autora ha tenido acceso a documentos confidenciales e inéditos del FBI que han sido recientemente
desclasificados. 

Leonid Sednev, deshollinador imperial y más tarde pinche de cocina, tenía quince años la noche del 17 de julio de 1918, cuando un grupo de militares de la revolución bolchevique asesinó brutalmente a la familia Imperial rusa. Leonid (personaje real) fue el único superviviente y testigo invisible de la tragedia. Mucho tiempo después, un Leonid ya anciano decide recomponer sus recuerdos y comienza este relato, desde los ojos del sirviente de la familia imperial, con el que recrea los últimos años del Imperio ruso y el cambio de régimen.

Los dos primeros años, hasta la Primera Guerra Mundial, son felices e instructivos. Acompañado siempre por su fiel amigo Iuri, un enano que, dado su pequeño tamaño, sigue siendo water baby a pesar de su edad, Leonid recorre el palacio, escucha conversaciones y aprende a vivir entre grandes señores.

Las hijas del zar le fascinan: la primera vez que las ve lo hace desde su escondite, a través de la rejilla de una de las estufas. Están dando su clase de francés y le parecen traviesas, alegres y encantadoras. Al principio son inalcanzables para él, tiene que limitarse a admirarlas oculto tras las estufas. Con el tiempo se enamorará de una de ellas, Tatiana. Será un amor imposible, secreto. 

Leonid asiste a una de las peores crisis de hemofilia que sufre el zarévich, crisis que, según él, resultaría determinante pues el pequeño mejora gracias a la providencial intervención de Rasputín, con quien la zarina inicia una amistad que escandalizará a todos en Rusia. 

El comienzo de la Primera Guerra Mundial marca un punto de inflexión y es el inicio del declive, el principio del desastre.

La Historia se vive de persona en persona, de uno en uno. Y es vivida por todos, estén donde estén. La Historia, que, cambiando las circunstancias, cambia las relaciones entre las personas, cambia los sitios desde donde se miran, y, por tanto, los afectos. Cambian los zares y cambian sus criados. Y habrá traiciones, por cobardía o por convicción, en un momento en que la promesa de la igualdad, de la mano del miedo al nuevo régimen, traiciones que pueden romper la red de fidelidad y afecto (o sumisión) que regía el ancien regime.

Sólo sabiendo que un Zar no es el mismo en el poder que en la desgracia, y que un criado ve tambalearse sus obligaciones entre uno y otro caso, entenderemos la hondura con que Carmen Posadas nos transmite esa peculiar travesía del desierto. Que, en El testigo invisible conseguirá hacernos creíbles esas discretísimas pero apasionadas corrientes amorosas que lo van a recorrer, que de otra manera -en sus inicios- serían imposibles, y que, por haber marcado de manera indeleble la personalidad del narrador, forman parte fundamental de sus razones para hacer memoria. 

La conmovedora novela de Carmen Posadas transcurre en dos líneas narrativas, espaciales y temporales, distintas, montadas alternativamente: el pasado, relato de los seis años que Leonid convivió con la familia imperial, y el presente, en el que el anciano Leonid, postrado en la cama de un hospital, escribe para dar a conocer al mundo su verdad. El viejo coteja los documentos históricos que han llegado a él con sus recuerdos, y así es como, en un armonioso crescendo, la novela va tomando cuerpo. Muchos capítulos se basan en un documento concreto, que la autora cita y que sirve de punto de partida. Una y otra vez, Posadas enmarca la ficción en los hechos históricos sin que se resientan la una y los otros. Lo imaginado y lo que en verdad ocurrió se integran en un todo bello y emotivo, sin fisuras, apoyado en un estilo vivo y directo.

El principio y el final están conectados en algunos de los más memorables pasajes. 

Tras una pequeña introducción del autor, en la que nos cuenta su propósito, la novela comienza con el relato del verdugo, Yakob Yurovski, que narra el asesinato de la familia imperial y sus criados, es decir el final de la narración. El lector sabe desde el principio cómo termina la historia. Pero la autora se guarda un as bajo la manga, un último efecto que solo se desvelará en las últimas páginas, lo que hace que el lector continúe pendiente de la lectura, intrigado por su desarrollo y su final.

La primera y la última vez que Leonid ve a las grandes duquesitas está escondido, atisbando sin ser visto. La primera las observa felices, en toda su plenitud, y la última aterradas, en el momento de su muerte. Y contempla sobre todo a María, de quien finalmente está enamorado y a quien en el último momento tiene la esperanza de poder salvar.

El trabajo de investigación llevado a cabo por la autora es magnífico. Con mano maestra maneja su amplia documentación para conseguir que una historia de ficción se inserte en la realidad de forma tan verosímil que casi sea imposible llegar a distinguirlas... Para el lector, Leonid, Iuri y tía Nina son tan reales como lo fueron los propios zares, las grandes duquesas o Rasputín. 

Con habilidad indudable, Carmen Posadas ha conseguido unir dos géneros: en primer lugar, El testigo invisible es una novela histórica de gran envergadura, y en segundo lugar, pero no menos importante, es una historia de iniciación, una educación sentimental.

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