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Ángeles custodios de Almudena de Arteaga: Un hito histórico olvidado

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Almudena de Arteaga, una de las autoras más importantes y reconocidas de novela histórica en España, aborda en esta ocasión –y fuera de la demasiado transitada Edad Media- un episodio desconocido para el gran público y, sin embargo, trascendental, en el que nuestro país jugó un papel de primera fila: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, o Expedición Balmis, llamada así por el nombre de quien fue su director, considerada la primera misión sanitaria internacional de la historia.


Corren los primeros años del siglo XIX, unos años marcados todavía por el espíritu ilustrado de la centuria anterior. De hecho, es ahora cuando las ideas ilustradas van a dar algunos de sus mejores frutos. Hace pocos años que el médico inglés Edward Jenner ha descubierto la vacuna de la viruela, uno de los grandes hitos de la historia de la medicina. Ese hito va a tener continuación en algunas empresas dedicadas a llevar la vacuna por todo el mundo. Muy destacadamente, la expedición dirigida por el médico español Francisco Xavier Balmis, una expedición que duró varios años, recorrió la América española, llegando hasta Filipinas y China, y adquirió tintes realmente épicos.

Ésta es la asombrosa y, sin embargo, olvidada historia que Almudena de Arteaga rescata para el lector actual. Pero la escritora no se limita a narrar ese episodio de un modo frío o convencional, limitándose a los aspectos científicos. Como novelista de raza, pone en pie a una serie de personajes sólidos y complejos, dotados de intensas pasiones; personajes históricos, pero de cuya intimidad nada sabemos y que ella recrea con la sabiduría de un experta narradora.

Porque ése es uno de los mayores aciertos de la novela. Aunque lo que se narra tiene dimensiones verdaderamente grandiosas, Almudena de Artega huye del tono grandilocuente para contarnos una historia intimista, cercana, en la que predominan los sentimientos y relaciones de los personajes, quedando como un magnífico telón de fondo aquella empresa gigantesca de llevar la vacuna de la viruela a las tierras americanas.

La novela arranca con el encuentro de los dos principales protagonistas: el médico Balmis y la rectora del hospicio de La Coruña, Isabel de Cendala. A los dos acaban de alcanzarles las reformas de un siglo todavía ilustrado. A él, para bien: el propio Rey, Carlos IV, le ha encomendado la dirección de esa expedición histórica. En sentido contrario, ella sufre las consecuencias de otra medida típicamente ilustrada, la desamortización de edificios como el que ella regenta.

Pero, pese a todos los avances de la Ilustración, la España del momento es un país en el que los menos favorecidos viven en unas condiciones de miseria que hoy nos parecen inconcebibles. Las primeras páginas de la novela son elocuentes a este respecto. La autora no ahorra descripciones de notable dureza. En la España de la novela, la pobreza extrema y una moral rígida y absurda se alían para hacer que muchos niños acaben en hospicios e inclusas. Muchos son hijos de madres solteras; otros lo son de padres que no pueden mantenerlos. A los así recogidos les aguarda una vida marcada por el sufrimiento: a los ochos años son puestos a trabajar jornadas de doce horas, y sólo tres de cada diez supera los diez años.

Ése es el drama de Isabel de Cendala y ésa su gran empresa en la vida: habiendo perdido a su marido y su hijo a causa de la viruela, vive totalmente entregada al cuidado de estos niños huérfanos o abandonados. La expedición de Balmis le ofrece una oportunidad para dar un posible mejor futuro a algunos de los niños que cuida. Un grupo de esos niños serán los encargados de portar en sus propios cuerpos la vacuna de la viruela que habrá de extenderse por América.

El viaje es el hilo conductor de la historia. Pero ésta va mucho más allá de esta peripecia. Ángeles custodios es un retrato social de la España de principios del XIX, el relato de una aventura extraordinaria y la historia de amor y desamor de unos personajes envueltos en unas circunstancias que constantemente les sobrepasan.

Como retrato social y político de un momento histórico, están en la novela las terribles condiciones de pobreza de las capas sociales más bajas; el aislamiento y la consiguiente ignorancia –hasta límites casi inhumanos- de algunas zonas de la Galicia profunda; la, también inconcebible, incomodidad de los viajes trasatlánticos; los vicios –consecuencia, a su vez, de la pobreza- como el alcoholismo y la prostitución, la corrupción de algunos virreyes americanos, el papel de la mujer y las rígidas y pacatas relaciones entre hombres y mujeres, la petulancia de ciertas damas que juegan a ser ilustradas y sólo resultan “preciosas ridículas”. También la vanidad de algunos médicos que se sienten parte de una casta cerrada y las rivalidades entre ellos.

Ángeles custodios tiene bastante de novela de aventuras, concretamente de esa variante magnífica que son las novelas del mar. Hay peligros en forma de tormentas, y también la recompensa de encontrar algo así como Eldorado de la vacuna.

Pero la novela es también una historia de amor que hace bueno el dicho de que “en el amor, como en la guerra”. Isabel es pretendida por un miembro de la expedición y por el propio Balmis. Éste es un hombre introvertido, aparentemente huraño y soberbio, incapaz de manifestar sus sentimientos y “poco habituado a recibir la más mínima muestra de cariño”; lo que le lleva, como dice Isabel, cuya voz es la narradora del relato, a perderse lo mejor de la vida. Su estrategia para conseguir el amor de Isabel es tímida e insegura por un lado, pero decidida a la hora de separar a aquélla de su verdadero amante. El triángulo amoroso, insinuado al principio, estallará dramáticamente al final.

Isabel es el reverso de Balmis. Como él, está entregada a una causa: “No me importaba en absoluto vivir como vivía. Yo necesitaba cuidar de alguien y tener mi mente ocupada en cosas más importantes que trapos, joyas y aderezos”. Pero, al contrario que Balmis, no ha ahogado sus propios sentimientos. Los que tiene más claros son los de protección y ayuda a sus niños, sus ángeles custodios, especialmente a uno de ellos, al que espera acabar adoptando. Pero (“obligada por las circunstancias a solapar mis más secretos deseos con trabajo y entrega”) tampoco ha sepultado del todo sus deseos de mujer. Éstos aflorarán poco a poco en un viaje que, como todos, tiene mucho de viaje interior.

El barco, además, es un microcosmos en el conviven personajes muy diversos. Destacan uno de los ayudantes de Balmis, Salvany, del que Isabel se enamora; el capitán Pedro del Barco, que ha encontrado un peculiar y osado método para satisfacer sus deseos sexuales durante las largas travesías; y un grumete, dotado de una sensibilidad que resulta demasiado extraña en el rudo ambiente de los marineros, y cuya personalidad real se desvelará en el tramo final del relato. Ángeles custodios guarda también una buena dosis de sorpresas para el lector.

En ese pasaje heterogéneo los niños son el factor humano más frágil y vulnerable, la causa de los desvelos de la protagonista y uno de los elementos más emocionantes de la novela.

Novela con la que su autora no disimula su intención de homenajear a una pionera como Isabel de Cendala, una mujer extraordinariamente valerosa, que puede ser considerada con justicia la primera pediatra española. De hecho, en México está reconocida como la primera enfermera de salud pública. En cuanto a la Expedición Balmis, noble y extenso ejemplo de filantropía, sencillamente permitió que la vacuna de la viruela (esa “guadaña venenosa que siega sin distinción de clima, rango, ni edad, la cuarta parte del género humano”) se difundiera libremente por todo el mundo.

La Expedición Balmis
fue una gran aventura, marcada por el mejor espíritu ilustrado, que ha encontrado en Almudena de Arteaga una narradora a la altura de lo que aquello significó.

Almudena de Arteaga es licenciada en Derecho y diplomada en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria. En 1997 publicó su primera novela La princesa de Éboli. Tras el éxito obtenido dejó el ejercicio de la abogacía para dedicarse en exclusiva a la literatura. A esa primera novela le han seguido otras doce obras de diferente índole. Ha sido Premio Alfonso X el Sabio. Considerada una de las más destacadas escritoras de novela histórica y sus libros han llegado a permanecer más de cuatro meses en las listas de los más vendidos. Colabora además como articulista en diferentes periódicos y revistas de ámbito nacional.

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