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Edurne Pasabán presenta “Catorce veces ocho mil”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Paco Codeseda

Se presentó ayer el libro Catorce veces ocho mil de Edurne Pasabán, que es una historia de superación personal para vencer el más grande de los desafíos. Para ser una reconocida alpinista hay que haber nacido con las botas puestas, las de montaña, porque hay deportes a los que se llega por casualidad y otros que, como un imán, atraen con una fuerza irresistible. Y eso le ocurrió a Edurne. Toda su adolescencia estaba enfocada hacia la montaña y cuanto más alta, mejor.

Puede escuchar el audio de la noticia en el programa A Fondo de Radio Inter en: {rokbox title=|aquí|}images/audio/track02.mp3{/rokbox}



Dice la alpinista que “cada persona tendría que identificar cuál es ese ocho mil que debe escalar”. En la montaña Pasabán ha encontrado la herramienta para conocerse mejor y le ha permitido extraer los mejores valores humanos: esfuerzo, sacrificio, preparación, concentración... El libro lo ha publicado la editorial Planeta.

Su futuro se anclaba al negocio familiar. Así, parecía estar predestinada, y Talleres Pasabán era su horizonte profesional, aunque ella lo que realmente quería hacer era Preparación Física y al no superar las pruebas que no había preparado, decidió matricularse y cursar la carrera de Ingeniería Industrial. Trabajó en la empresa que en esos años regentaba su padre (finales de los años 90) pero ya tenía muy claro que quería escalar la cordillera del Himalaya y allí fue donde conoció a Silvio y allí también donde decidió que al año siguiente volvería y esa expedición la animó a una tercera cuyo destino era el Everest y a esta, le siguieron otras.

Habla, Edurne Pasabán en Catorce veces ocho mil, de los campos de adaptación que se ubican a diferentes alturas en la montaña más alta del planeta que, por otro lado, por todas las expediciones realizadas y el impacto mediático que han terminado teniendo, resultan para un neófito en la materia casi como el salón de su vivienda y, sin embargo, es leyendo su narración cuando uno percibe la dureza del entorno, inhóspito sobre todo a ciertas alturas, como el campo 44, situado a 8.000 metros de altura.

También recupera la emoción que sintió cuando conoció personalmente a Edmund Hillary o a los integrantes del programa Al filo de lo imposible, a los que consideraba mitos, además del viaje que hizo con su madre a la falda del Everest donde ambas practicaron trekking. Ha escrito la montañera vasca una auténtica hoja de ruta de un deporte que a ella le ha permitido ganarse la vida de la misma forma que si hubiera seguido ejerciendo su profesión. Hace un recorrido por lo que supone montar una expedición, buscar los patrocinadores que costeen los gastos de manutención y licencias para la escalada, además de reconocer la labor de los sherpas, los guías imprescindibles, y la hospitalidad del pueblo nepalí, al que le ha prestado ayuda a través de diferentes Ong's.

Y recuerda también los malos momentos, los fallecimientos de amigos y compañeros como Pepe Garcés; el macabro paisaje que conforman los restos humanos de los que no pudieron con la montaña y ésta les ganó, condenándoles a permanecer en sus alturas para siempre ante la imposibilidad de un rescate o contemplar cómo ante ella, a menos de cien metros, un montañero cae al abismo. Y también, otro mal momento en su vida personal: el fin de su relación con Silvio, que duró tres años. Silvio decidió recomponer su matrimonio en Italia y a la alpinista le supone superar una prueba de fuego, escalar su primer ochomil sin él: el Cho Oyu.

En el libro, Edurne Pasabán hace un recorrido por sus catorce ochomiles, haciendo dos expediciones cada año, una en primavera y la segunda en otoño, excepto las pertenecientes a la cordillera del Karakorum en Pakistán, a los que se viaja en verano.

Los cinco picos del Karakorum (los dos Gasherbrum, el Nanga Parbat, el Broad Peak y el K2) se encuentran en territorio pakistaní, en algunos casos haciendo frontera con la provincia de Sinkiang, en China, mientras que los nueve picos del Himalaya están en territorio nepalí (Dhaulagiri, Manaslu y Annapurna), en la frontera entre Nepal y la India (Kangchenjunga), a caballo entre Nepal y la provincia china de Tíbet (Everest, Lhotse, Makalu, Cho Oyu) o íntegramente en China (Shisha Pangma)

Hace Edurne Pasabán un alto en su relato para recordar, con valentía, uno de los peores momentos de su vida, ocurrido en 2006, porque ser una de las mejores alpinistas de la historia no le evitó enfrentarse a ella misma, a sus miedos más íntimos que le condujeron a un centro psiquiátrico durante cuatro semanas y a un posterior intento de suicidio. Coronar las cimas más altas del planeta no le evitaba sentirse extraña ante los demás y necesitaba de su atención y su reconocimiento. Salió de aquel trance y siguió coronando cimas hasta hoy. El pasado año escaló el Anapurna, llegando así a sus catorce ocho miles y dejándose aconsejar, siempre, por su sentido de la precaución cuando algo no le ha encajado en la montaña, a la vez que ha ido, también, despidiendo a otros amigos y montañeros que se han ido quedando por el camino.

Preparada ya para su próxima expedición al Everest, esta vez sin oxígeno, y con la confirmación de que ha sido la primera mujer en coronar los catorce ocho miles del planeta, Edurne Pasabán no solo narra sus experiencias en 12 años de alpinismo, sino que le rinde homenaje a la montaña, en la que uno se reta a sí mismo.


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