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“Khalil”, de Yasmina Khadra, el terrorismo islámico contado en primera persona

Por Javier Velasco Oliaga
domingo 04 de noviembre de 2018, 12:01h

Khalil” es una novela desgarradora que hacer mover conciencias. El lector no se siente a gusto cuando lee este libro, las tripas se revuelven y se pregunta cómo hay personas que puedan llegar a pensar del mismo modo que Khalil. Yasmina Khadra consigue, una vez más, poner los pelos de punta al lector y cuestionarse demasiadas cosas. Otra obra maestra en su haber.

Khalil
Khalil

Tengo que reconocer que siento especial debilidad por este ex militar argelino que tuvo que camuflar su nombre para escribir en su tierra. Afortunadamente, para sus lectores, emprendió el largo camino de la emigración y así su pluma se ha sentido más libre, si cabe, y ha podido acometer cuestiones enjundiosas y arriesgadas. El tema del terrorismo ha estado presente en algunas de sus obras como el de los dictadores trasnochados que se aferran al poder por cuestiones personales aunque las intenten camuflar como bien público.

Si de mí dependiese, Yasmina Khadra habría ganado el Premio Nobel de Literatura hace bastantes años, sin duda alguna se lo merece muchísimo, aunque esa pandilla de académicos suecos que parecen que otorgan los premios nobeles después de correrse una juerga con vodka ruso, que tan a mano tienen, no lo crean así. Ignorantes con estómagos agradecidos. Con “Khalil”, vuelve el autor a dar una vuelta de tuerca a su literatura, en esta ocasión se hace más reflexiva que en otras de sus obras.

La novela está escrita en primera persona y comienza narrando los ya célebres atentados en Francia del 13 de noviembre de 2015. Sobre todo Paris, ya que ha recibido la acometida del terrorismo radical islámico en muchísimas ocasiones. El atentado de la sala Balaclan es, también, tratado en la novela, aunque de manera tangencial. En esa infausta fecha, Khalil se había desplazado hasta Paris, desde Bélgica, para participar en un múltiple atentado con chalecos bombas. Por alguna misteriosa razón, su chaleco no funciona. Si algunos le verían como héroe por participar en esa masacre frustrada, otros le veían como un cobarde que se rajó en el último momento. Esa carga tiene que llevarla durante toda la novela.

Pese al fallo técnico, Khalil sigue con su mismo pensamiento. En ese pensamiento, Yasmina Khadra se detiene casi toda la novela. Pese a la clara manipulación que ha sufrido, el joven belga sigue en sus trece y quiere continuar con su frustrada carrera de terrorista. Además, el autor repasa las relaciones del joven con su familia, sobre todo con sus hermanas ya que con su padre no se habla, y a su madre no la visita para no encontrarse con su progenitor; también disecciona la amistad de sus correligionarios juveniles y de sus imanes religiosos. Nos da Khadra un cuadro poliédrico de esas personas y de su pensamiento.

Tiene la novela una parte profundamente reflexiva sobre el destino y cómo se forjan los seres humanos, la importancia que tiene la familia y las amistades para el devenir de las personas y todo con un lenguaje áspero, casi agresivo por parte de Khalil, con frases muy cortas y chirriantes. Yasmina Khadra ha sabido meterse dentro del cerebro de su protagonista que pese a todo lo acontecido continúa convencido de su causa. El lector casi grita al protagonista “pero, ¿es que no lo ves?” Por supuesto que no lo ve, qué razón tienen los que preconizan que lo más difícil de este mundo es cambiar las creencias. Khadra nos lo repite, en esta novela hasta la saciedad. ¡Ay, con los extremismos! El mal que hace la manipulación.

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