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Ildefonso García-Serena
Ildefonso García-Serena

Entrevista a Ildefonso García-Serena: “La trama mantiene al lector pegado a la silla, pero las emociones le hacen sentir la vida”

Autor de “El hijo del doctor”

Por Javier Velasco Oliaga
domingo 22 de septiembre de 2019, 08:13h

Hace un tiempo, Ildefonso García-Serena decidió dar el paso de la publicidad a la literatura. Acostumbrado a escribir guiones para anuncios, domina a la perfección las técnicas de la escritura. Desde entonces ha publicado dos novelas, “El hijo del doctor” es su segunda obra, un recorrido sobre la memoria de los exiliados republicanos españoles que abandonaron nuestras tierras después de la guerra civil.

El hijo del doctor
El hijo del doctor

Los protagonistas de “El hijo del doctor” es un libro sobre la historia de aquellas personas que tienen que dejar sus hogares para comenzar una nueva vida lejos de su país. Algo que sigue ocurriendo en la actualidad con otros países, sobre todo africanos. Ildefonso García-Serena ha encontrado una voz muy personal para contarnos esa historia perdida y que nuestros mayores no han querido contar en primera persona. Afortunadamente, el bálsamo del paso del tiempo ha conseguido que sean los nietos y bisnietos de aquellos protagonistas los encargados de acometer ese trabajo y restañar viejas heridas.

¿En qué momento decidió contar la historia de Mariano Muñiz y por qué?

Cuando era un niño oí una extraña historia en mi casa. Un hombre detiene su caballo y le dice a otro más joven que cabalga a su lado: “Hijo, entre día y noche no hay pared, adelántate que ya te alcanzo”. Y ese hombre desapareció en la noche y nadie más lo volvió a ver.

Siempre he escrito guiones cortos para publicidad, impuestos por la brevedad del oficio y un día, hace no mucho, empecé a escribir esta historia.

¿Le costó mucho documentarse sobre la historia Román Muñiz y su bisnieto?

No he encontrado ninguna dificultad, soy lector de Historia y además cuento con una ventaja fundamental y es que conozco los lugares o países donde las escenas suceden, que son muchos mucho por cierto. Y todos son reales.

¿Hay enigmas, como la desaparición de Román, que no se resuelven nunca?

En mi opinión, los enigmas se resuelven si se lee con atención la novela. Hay personajes de cuatro generaciones que generan sus propias incógnitas y misterios o contradicciones, y poco a poco creo que la madeja se va deshaciendo.

¿En qué género encuadraría su novela “El hijo del doctor?

No soy muy amigo de definiciones, pero diría que es una novela de intriga psicológica en un entorno histórico con muchos momentos del pasado y escenarios geográficos.

¿La considera una novela biográfica?

Comprendo perfectamente que el autor sea el primer sospechoso de ser el Hijo del doctor. Ya le sucedió a Ramon J. Sender con su Pepe Garcés en su maravillosa “Crónica del Alba” Pero la verdad es más compleja, pues esta es una historia que se repite en miles de familias españolas de los siglos XIX y XX. El Hijo del doctor en realidad somos todos. Hay personajes protagonistas que existieron y otros que de alguna manera fueron imprescindibles. Otros, simplemente, son Historia pura.

En la novela, la trama salta del siglo XX al XIX en reiteradas ocasiones y al revés. ¿Por qué emplea esa técnica?

No fue deliberado, surgió así por economía narrativa, y porque creo que a los personajes, que también tienen su derechos, hay dejarlos descansar de vez en cuando. Eso lo aprendí de pequeño cuando hacíamos guiñol, íbamos cambiando los muñecos. Y los niños lo agradecían.

Aunque escrita en tercera persona, el narrador da voz a diferentes personas de distinto tiempo. ¿Utiliza este recurso para hacer la novela más cercana al lector?

Pues no lo había pensado, pero tal vez resulte verdad ese efecto. La realidad es que en mi caso ese era un recurso necesario, porque en esta novela los muertos tienen que hablar. Y naturalmente no pueden si no se cambia el narrador y toman su propia voz, en primera persona.

¿Es el sentimiento esencial para arrastrar al lector?

Yo le llamo trasmitir emociones. Para mí, sentir una emoción, identificarla, recrearla en un texto, una situación, un pensamiento, imprimirla sobre papel y lograr después que en el otro extremo del mundo alguien desconocido lea ese texto y sienta la misma emoción que el escritor sintió al escribirlo, eso es escribir, el objetivo de la literatura, de la poesía, de la novela. La trama mantiene al lector pegado a la silla, pero las emociones le hacen sentir la vida. Le va a parecer ridículo lo que le voy a decir: muchas veces, escribiendo un párrafo concreto que forma parte de mi propia experiencia vital, he tenido que pararme y respirar.

Como publicista, le supongo experto en todas esas técnicas. ¿Las ha utilizado en la escritura del libro?

No de una manera consciente y deliberada, pero sería absurdo pensar que uno se ha pasado cuarenta años creando marcas y anuncios sin que se pegue algo.

“Entendemos mejor el presente conociendo el pasado”

¿Entendemos mejor el presente conociendo el pasado?

Es que no existe el presente sin pasado. Y efectivamente, si tienes la suficiente información cierta de lo que ha sucedido en tu país, en tu familia, puedes entender mucho mejor lo que sucedió e incluso lo que está sucediendo.

La guerra civil obligó a cientos de miles de españoles a emigrar a Francia y a otros países de América. ¿Es su novela un homenaje a esas personas que tuvieron que dejar familia y enseres en su patria?

Más que un homenaje, es un intento de resucitación de la memoria. Muchas personas que han tenido acceso al libro me han dicho sorprendidos: “Ah, yo tengo en mi familia personas con una historia parecida...” ¡Naturalmente! El doctor Muñiz, Aurelia, Leo, Román, Picotas... somos todos. Sus aventuras y problemas, sus tragedias, pueden ser diferentes, pero el fondo del drama es el mismo. Por eso nos resultan tan familiares y tan próximos.

¿Cómo fue el recibimiento en Argentina a estos exiliados y en México?

En general fue muy bueno. En Argentina llevaban décadas acogiendo emigrantes, desde el siglo XIX, y fue un caudal migratorio que fue creciendo en la primera tercio del XX. Incluso hubo un Hotel de Inmigrantes en el puerto de Buenos Aires. México organizó una política muy activa de acogida a los refugiados republicanos por iniciativa de su presidente Lázaro Cárdenas. El país azteca se beneficiaría durante décadas de esta acogida y por ello el grueso de la intelectualidad exiliada se quedó allí.

¿Pueden inspirar historias como la que usted cuenta a otras generaciones a conocer nuestra historia reciente?

Esperemos que sí. Creo que es importantísimo conocer la propia Historia.

Occidente tiene que salvar África en lugar de seguir explotándola

¿Todos los protagonistas de la novela son reales? ¿Ha creado alguno ficticio para rellenar la historia?

Hay un montón de ellos. Pero perteneciendo al ámbito de la ficción, son más reales que los propiamente históricos. En realidad, como se ha dicho muchas veces, y mejor que yo, la literatura convierte en realidad lo que es invención. Un amigo mío, el gran creativo Joaquin Lorente lo ha expresado con más propiedad: “Al final, solo quedarán las grandes piedras y los grandes libros”.

¿Le ha costado remover el pasado?

Me ha costado más ordenarlo, poner el rompecabezas en un sistema comprensible para el lector, porque son 120 años de recorrido por la historia,

En la actualidad, se siguen dando casos de inmigrantes luchando por huir del infierno. ¿Hemos aprendido algo o seguimos cometiendo los mismos errores?

Hoy vamos a peor, es una verdadera catástrofe. Una vergüenza. Occidente tiene que salvar África en lugar de seguir explotándola. No es una tarea imposible; en no más de tres décadas, África podría ser un continente sin hambre ni guerra.

¿Ha sido doloroso remover tantos recuerdos?

Tal vez hay algo doloroso, el olvido injusto de todas aquellas personas que se fueron de su país y no regresaron. Pero como autor, no creo que el Hijo del doctor sienta dolor por sus recuerdos. Pienso que siente un infinito amor por ellos.

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