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María Reig
María Reig (Foto: Paco Navarro)

María Reig: “Creo que las ambientaciones cerradas tienen un encanto especial. Se convierten en una especie de refugio y terminan siendo un personaje más”

Autora de “Una promesa de juventud”
Por Javier Velasco Oliaga
jueves 17 de septiembre de 2020, 20:00h

Con su primera novela, “Papel y tinta”, María Reig obtuvo un éxito rotundo de ventas y eso que tuvo que autopublicársela en un primer momento. Tal era su calidad que una gran editorial fue a buscarla. En esa novela, contaba la vida de Madrid a comienzos del siglo pasado, en sus ambientes literarios y periodísticos. Con “Una promesa de juventud”, cambia de registro y nos traslada a la Suiza de comienzos de la II Guerra Mundial.

Una promesa de juventud
Una promesa de juventud

Se fija, en esta ocasión, María Reig en el mundo de los internados suizos donde los hijos de la alta burguesía europea y, también, mundial, iban a aprender cómo comportarse y cómo regir los destinos de sus países. En dos de esos supuestos internados, un grupo de señoritas y jóvenes se preparan para su futuro y ven de primera mano la descomposición de un mundo que ya no volverá a ser como antes. El nazismo no sólo cercenó vidas, arrancó de cuajo las ilusiones de tener un mundo mejor. La escritora nos cuenta en la novela cómo convivían esos jóvenes en un país que nos les quería.

Después del éxito del “Papel y tinta”, ¿cómo se enfrentó a su nueva novela?

Lo cierto es que comencé a trabajar en Una promesa de juventud mucho antes de que Papel y Tinta se publicara. Desde que terminé el primer manuscrito hasta que salió a la luz con Suma de Letras pasaron casi dos años, así que aproveché para ir trabajando en esta nueva historia. Regresar a ella después de que Papel y Tinta llegara a las librerías fue emocionante. Era la primera vez que terminaba de escribir una novela sabiendo que se iba a publicar. Aunque es verdad que con una segunda historia tienes que gestionar algo nuevo, las expectativas, en todo momento he intentado repetir lo que hice cuando escribí la primera: contar lo que a mí me gustaría leer, disfrutar del proceso. ¡Ojalá eso se refleje en las páginas!

¿Cómo surgió la inspiración de la historia de “Una promesa de juventud?

La idea más primitiva de la novela lleva conmigo desde los trece años, más o menos. Era la imagen de dos internados, separados por un bosque. Me ha ido acompañando todo este tiempo hasta que, cuando estaba terminando de escribir Papel y Tinta, di con el contexto que más me apetecía explorar: la Segunda Guerra Mundial en Suiza. Empecé a investigar y vi que había una historia que contar, una perspectiva genuina que podía ser el cimiento de una novela.

Muchas de las elitista escuelas suizas cerraron sus puertas al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. ¿Se ha fijado en alguna de ellas para basarse en sus escuelas St. Ursula y Sankt Johann im Wald?

Aunque St.Ursula y el Institut Sankt Johann im Wald son escuelas ficticias, utilicé algunos detalles de la historia e idiosincrasia de dos instituciones concretas para crearlas. Fueron Brillantmont International School, que cerró sus puertas como apuntas, y el Lyceum Alpinum Zuoz, que es un ejemplo de colegio que se mantuvo en funcionamiento. Durante la fase de documentación, contacté hasta con ocho internados que ya existían en la Segunda Guerra Mundial, pero la mayoría me dijo que no tenía datos sobre esa época, así que me concentré en la información que sí me proporcionaron estas dos escuelas.

En Ginebra, también hubo muchas de etas escuelas. ¿Por qué se decantó por ubicarlas en Zürich?

Sí y todavía concentra muchas de estas instituciones, pero la ubicación de los dos colegios de Una promesa de Juventud debía cumplir varias condiciones: bosque frondoso, un pueblo cercano, una ciudad importante a pocos kilómetros. Después de rastrear opciones por todo el país, descubrí el Sihlwald, uno de los bosques suizos mejor conservados y más impresionantes. Al lado, una ristra de poblaciones en la ribera del lago Zúrich y la capital financiera de Suiza a poca distancia. No lo pensé más, ¡era el lugar que estaba en mi mente!

La novela comienza en 1977 cuando Caroline Eccleston su investigación por este tipo de internados. ¿Por qué escogió esa época para el comienzo del libro?

Tenía muy claro que el eje del libro tenía que ser una conversación entre dos mujeres, pertenecientes a generaciones, clases y mundos distintos. Una de ellas tenía que ser ex alumna. Además, me interesaba también ofrecer la perspectiva del mundo en la Guerra Fría, así que barajé distintas posibilidades y terminé decantándome por el final de los años setenta.

La novela está escrita en primera persona. Caroline y Charlotte Fournier son las narradoras, respectivamente en 1977 y 1939-40. ¿En cuál de las dos le resultó más fácil meterse en su papel?

Definitivamente, Caroline. Por forma de ser, por el tipo de personaje que es, por su punto de vista. Al final, su función es acompañar, guiar. En cambio, Charlotte se presenta en dos versiones, dos momentos de su vida. Tenemos a su yo adulta y a su yo adolescente. Saber gestionar dónde acababa una y dónde empezaba la otra fue todo un desafío. Pero ha sido muy bonito poder mostrar estas dos caras de la moneda.

Ambas voces se fijan mucho en la cotidianidad de su tiempo. ¿Cómo resultó el documentarse de ambas épocas a la vez?

Quizás ha sido uno de los retos de esta novela. Es cierto que, de algún modo, te sirve para que sea más divertido todavía. Quise fijarme en esos pequeños detalles del día a día para zambullirme de lleno en ambas épocas.

¿Cuántos viajes realizó a Suiza para documentarse y en qué instituciones lo hizo?

Hice un viaje de documentación a Suiza, pero ya había visitado el país en varias ocasiones con anterioridad. Unas tres o cuatro, en total. Así que no era un lugar desconocido. La parte fundamental de la investigación ya estaba hecha, pero aproveché la visita para terminar de hilar todos los datos de las ubicaciones: visité el Sihlwald, Zúrich, Horgen, el Landesmuseum…etc. Como te comentaba, ya tenía la información de los colegios que colaboraron conmigo, había realizado entrevistas a contactos suizos o residentes en la zona, chequeado datos históricos con la biblioteca de la Universidad de Zúrich, me había leído libros, artículos, visualizado vídeos, fotografías y mapas…etc. El viaje sirvió para cotejar y rematar.

¿Resultó duro por el hermetismo de los suizos?

Es verdad que algunos puntos de la documentación me los ha bloqueado la falta de respuesta o de interés en colaborar, pero no es tanto una cuestión de hermetismo suizo como de la institución en concreto. Una de las personas que más me ha ayudado a pulir detalles y a conocer la cultura suiza ha sido un suizo precisamente.

¿Cómo le ha resultado la experiencia de narrar una historia en un ambiente tan cerrado?

Yo creo que las ambientaciones cerradas tienen un encanto especial. Se convierten en una especie de refugio y terminan siendo un personaje más. Me ha gustado mucho crear las rutinas y detalles de los colegios. También sentir el lago y sus aledaños como un segundo hogar.

¿Cómo convivía ese grupo de alumnos tan heterogéneo en la Suiza de la Segunda Guerra Mundial?

Según la información a la que he tenido acceso, estas instituciones promovían el diálogo y entendimiento. Algunas de ellas, como la Ecolint, surgen ligadas a la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra. Eran lazos únicos que, de no haberse encontrado en suelo neutral y en un espacio común, no se habrían creado.

“Nadie tenía muy claro que fuera a quedarse al margen del expansionismo nazi”

¿Sintieron los suizos que podrían ser invadidos?

El miedo a la invasión era real. Imagino que, en general, en Europa, nadie tenía muy claro que fuera a quedarse al margen del expansionismo nazi, pero Suiza tenía un factor en contra: compartía frontera con Alemania. El cerco se fue cerrando a lo largo de 1939-1940 hasta que quedó totalmente rodeada. Lo lógico era pensar que serían los siguientes, pero la Historia y los intereses de Hitler escribieron otro desenlace.

En la selección de personajes, nos encontramos con personas de muy diferentes países y de casi todos los continentes. ¿Cómo se decidió por esas nacionalidades?

La pluralidad fue una obsesión en la creación de los personajes. Hay tantos países, tantas culturas, que siempre me daba la sensación de quedarme corta. Esa fue una de las líneas que influyó en la selección de nacionalidades. Y, por otro lado, quería representar realidades muy específicas de determinados países como, por ejemplo, el caso de Liesl o el de Susanna Fortuyn.

¿Cómo fue la convivencia entre los suizos y los extranjeros?

Suiza, como país neutral en medio de Europa, fue destino de muchísimos refugiados. Ya había empezado a reforzar los controles de inmigración desde el siglo XIX y, con las guerras mundiales, saltaron todas las alarmas. La Confederación luchaba por encontrar el equilibrio entre la solidaridad, así como la tolerancia a la diversidad inherente en su sociedad, y la estabilidad económica. Durante la Primera Guerra Mundial fue más permisiva, pero en la Segunda Guerra Mundial su política fue más restrictiva. Aun así, hacia el final de la contienda, acogió a muchísimos niños, también a polacos y a franceses necesitados de cobijo.

Más de 15.000 judíos cruzaron la frontera en busca de refugio, pero unos 3.000 fueron devueltos

Y, ¿cuál fue su postura respecto a los judíos?

Este es uno de los temas más delicados de Suiza y la Segunda Guerra Mundial. Más de 15.000 judíos cruzaron la frontera en busca de refugio, pero, según concluye la investigación de Ruth Fivaz-Silbermann de 2017, hasta 3.000 fueron devueltos. A muchos de ellos los llevaron a campos de refugiados y, tras concederles un pase al país, se estipulaba, en el mismo, la necesidad de vigilarlos. No podían visitar bares ni ir acompañados de más de dos personas. La idea era que se marcharan lo antes posible. Además, uno de los episodios oscuros de todo este asunto, la apropiación de los activos de las cuentas pertenecientes a víctimas del Holocausto por parte de los bancos suizos, saltó a la luz en los años noventa y conmocionó al país.

¿Es la tolerancia, el meollo de la novela?

Exactamente. El poder de amar lo diferente aunque la época que te ha tocado vivir te grite lo contrario.

Aunque también las historias de amor no podían faltar.

¡Por supuesto! Quería contar dos historias desde dos posturas, desde dos momentos de la vida, pero en el mismo contexto. Disfruté mucho creándolas. Suponen ese aliento de esperanza en medio de la barbarie.

Otra de las protagonistas es Sara Suárez, española procedente de Larache. ¿En una novela de este tenor no podía faltar una española? ¿Podría haberla escrito sin ella?

España tenía que estar representada de alguna forma. Lo supe desde el principio. Y quería que fuera a través de una de las protagonistas. No imagino Una promesa de juventud sin Sara.

Asombra la minuciosidad de las descripciones y la fuerza de los diálogos. ¿son esos sus puntos fuertes en la narrativa?

Me encanta escribirlos, documentarme para ser capaz de construirlos. No sé si son mi punto fuerte, pero sí los disfruto muchísimo.

¿Está ya pensando en su próxima novela?

Sí, ahí estoy trabajando en ella desde hace unos meses, pero todavía queda mucho por hacer. ¡Estoy muy ilusionada!

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