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"Casa y Corte. Ámbitos de poder en los reinos hispánicos durante la Baja Edad Media (1230-1516). Libro coordinado por los profesores Francisco de Paula Cañas Gálvez y José Manuel Nieto Soria

Editorial La Ergástula
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 11 de junio de 2021, 08:00h
Casa y Corte
Casa y Corte
Otra estupenda obra coral de la editora madrileña, con una bibliografía magnífica y riquísima. El prof. de la Peña y Barroso parece que desconoce, y como creo que no es así, estimo que es obvio que sigue la senda de los errores habituales historiográficos hispanos. No existen las Coronas de Castilla y de Aragón; y Toledo es Reino de Toledo y no Corona de Castilla.

Se ve claramente el elevado número de oficiales que existen en la casa real de Castilla y de León, sean domésticos o propiamente cortesanos; aunque, curiosamente, sus funciones son sumamente fuliginosas. Existe una vinculación muy estrecha entre los servidores de la casa del monarca y los más genéricos de la corte. La alta nobleza y el clero jugarán una importantísima función en el aula regia bajomedieval. “La consecuencia de todo ello es la enorme dispersión de las fuentes relativas a la casa real y la corte de la Baja Edad Media hispana, ya sea porque los oficiales habitualmente compaginaron funciones domésticas y cortesanas, porque las propias instituciones y organismos de la monarquía podían participar y entender de los mismos asuntos, o porque los miembros de la alta nobleza y el clero que ostentaron oficios al servicio del rey en ocasiones guardaron en sus archivos personales la documentación propia del oficio que desempeñaron”. En el capítulo sobre textiles, coronaciones y funerales en el siglo XIII, existen datos más que destacados, ya que se conservan ajuares funerarios muy completos en los diversos panteones regios. Sí es verdad que los lugares descritos son castellanos o toledanos.

San Isidoro de Sevilla, en el siglo VII, vincula la dignidad del monarca a la riquísima púrpura; como es de rigor no podía faltar algún texto del concienzudo rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla, el texto (las Siete Partidas) ad hoc indica: “los sabios antiguos establecieron que los reyes vestiesen paños de seda con oro et con piedras preciosas, porque los homes los pudiesen conocer”. En el libro-facsimil de los Castigos de Sancho IV se indica, de forma pormenorizada, todas las excelencias y bondades de los adornos de la vestimenta del soberano. Es más que destacable la cantidad de gemas que adornan la bellísima corona del monarca. Es muy curioso el relato de un antileonés obvio como el arzobispo metropolitano Rodrigo Jiménez de Rada de Toledo, en una deliciosa reunión entre dos hermanos Sancho III de Castilla y Fernando II de León, y como era de esperar la crítica a la limpieza del soberano de León es prístina. “El rey Sancho, tan pronto se recuperó de la sorpresa, lo recibió con mucha amabilidad y alegría (…) El rey Fernando era descuidado en su aspecto exterior y llegó con las ropas y la cabeza sucias. Al ver esto el rey Sancho, que apreciaba la limpieza de ropas y cuerpo, hizo que le dispusieran en seguida un baño y, mientras tanto, aguardó en la mesa sin probar bocado hasta que (Fernando), con el cuerpo y la cabeza limpios y con nuevas y magníficas ropas, tomó asiento a la mesa con prestancia real. Y cuando dio fin el magnífico banquete, el rey Sancho le preguntó el motivo de su venida”.

Está muy clara la parcialidad de los intereses del Toledano, inclusive en la vestimenta del monarca de León. La forma y calidad de la vestimenta se fueron complicando y retorciendo, desde lo mínimamente utilitario hasta lo necesario que era sorprender y distinguirse de los demás mortales. Son muy importantes los datos indicados en relación a como se lavaba el cuerpo del rey muerto, se pretendía, además, realizar determinadas operaciones para preservar el regio cadáver. Otra referencia magistral es la indicada por el prof. López Dapena-1984, en relación con el enterramiento del infante Alfonso (+1291), hijo que fue de los reyes de Castilla y de León Sancho IV y María de Molina, quien fue enterrado en el convento de San Pablo de Valladolid: “Por cartas del rey et de la reyna a los frayres predicadores de Valladolid, para la sepultura del infante don Alfon, et ovieronlos el convento, mil cc”.

Otro texto muy esclarecedor, también en Jiménez de Rada, es aquel de cómo la castellana reina Berenguela de León entrego el cetro regio a su hijo Fernando III “el Santo”, en una ceremonia multitudinaria de Valladolid realizada en la plaza del mercado. “Con la aprobación de todos a la iglesia de Santa María y allí es elevado al trono del reino, contando entonces 18 años, mientras el clero y el pueblo entonaba Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur. Y allí mismo todos le rindieron homenaje y juraron la lealtad obligada al rey, y de esta forma fue llevado de nuevo con honores de rey al palacio real”. Estamos, por consiguiente, ante una obra extraordinaria, de una riqueza y un lujo de detalles fuera de toda duda, con estas pinceladas estimo, modestamente, que son suficientes y bastantes como para recomendar, sin el más mínimo recoveco, la excelencia de este libro de Historia de la Baja de Edad Media, el volumen lo merece. “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”

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