Mi alma y mi cuerpo estaban arrugados, siempre con los puños apretados, siempre con los dientes en tensión, y la crispación rondando en mi existencia.
Dani y Roberta son marginados de las relaciones sociales. Dani, agresivo, peleado con el mundo y consigo mismo. Roberta con su gran culpa a cuestas, conscientes ambos de que ya no tienen deseos.
Es dura esta realidad. Pero existe. No es una cuestión de envidias, ni siquiera de celos, es simplemente la incapacidad de amar. El miedo a que todo sea falso, a perder una ilusión que no se tenía, es lo que tiene vivir en el extremo más arduo de la baja autoestima.
Pero Dani y Roberta estaban abocados a encontrarse, quizás a entenderse, a curarse mutuamente las heridas. Aunque Roberta sea más realista, tenga mejor asentados los pies en el suelo. Dani empieza a vivir un mundo de sueños. Porque si el sentido de la vida era sufrir, ahora hay un foco encendido que puede semejarse a la luna.
Con texto de John Patrick Shanley, en unos diálogos de una verosimilitud que casi daña, Victoria Camps ha producido, traducido e interpreta esta obra con el naturalismo que nos hace buenos a los espectadores. Le da la réplica Juan Dávila, sin pelos en la lengua, enérgico, solitario, sincero, consciente del mal que puede hacer y, sin embargo, mostrando finalmente su lado más fieramente humano, porque todos lo tenemos. Eso espero.
Dirige Cristina Rojas, y se nota la implicación de que lo que se dice es lo que se siente, y de que lo que se siente es lo que se vive. Incluso cuando están durmiendo.
No todo está perdido. Solo hay que dejarse querer, y eso no resulta fácil muchas veces. Y menos en un ambiente de soledad y de haber caído tan bajo, que solo queda sacudirse el ego y empezar a trepar sin pensar en uno mismo, en lo mal que lo estamos pasando en esta pesadilla de insomnios y silencios.
No sé si Dani y Roberta es una historia de amor. Puede que lo sea. Puede que sea una historia de infelicidad o de necesidad del otro, o de supervivencia pero, desde luego, no es de lamentos ni de decepciones, sino de lucha y arrojo. Y sí, es una locura de amor, imprescindible.
Ficha artística
Intérpretes: Victoria Camps y Juan Dávila
Texto: John Patrick Shanley
Traducción: Victoria Camps
Dirección: Cristina Rojas
Espacio: Teatro Galileo / Quique San Francisco