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crítica teatral

Somos capaces
21/10/2024@13:52:56

Poder hablar de lo que ha sucedido. Poder contar que, una vez, escalando, Manuela Vos realizó un vuelo infinito que la dejó tetrapléjica en una silla de ruedas, pero no impedida. Poder decir que tuvo, y tiene, que solventar numerosas dificultades aún más peligrosas y difíciles que subir una montaña, es ya haber ido ganando competiciones.

Yo también

Atreverse a hablar, a mirar, a verte, más allá de las opiniones sociales que intentarán revertir el acoso al que se han visto sometidas muchas mujeres en su contra, y las tildarán de oportunistas, y serán, a su vez, acusadas y vilipendiadas nuevamente, produciendo un vértigo de dolor, donde vencer es solamente conseguir que te crean.

La verdad duele

Saber el pasado conduce a la verdad. Y es importante saber, aunque la verdad sea dolorosa. Saber de dónde venimos y qué pasó, para no esperar nada después. Para no ir a ningún sitio. Para que todo se mantenga más o menos igual, que no haya cambios, pero conociendo la verdad para no regresar a los malos momentos.

¿Qué hay más vulnerable que mostrarnos desnudos ante los demás? En este caso, no se trata de hacerlo por puro exhibicionismo, sino con la intención de arrancarnos el corazón y mostrárselo a los otros sangrante en nuestra mano. Quizá lo hagamos por el miedo ante la muerte, o por el pánico ante la decrepitud de nuestro cuerpo o nuestra mente: «Sigo trabajando para no perder la razón de puro terror».

Cerrar los ojos y dejarse llevar

Estamos buscando algo que no estaba y, de pronto, está. Alguien lo habrá puesto, pero no hay nadie, nadie pasó por aquí después de nosotros. Aun así, no debemos paralizarnos, aunque las cosas no tengan un porqué.

20 historias por capítulos

Todos tenemos un sueño, cada día, que puede que se alargue durante años y años. Son las ansias por conseguir algo, por triunfar, por agrupar a ciertas personas, por imaginar un mundo idílico donde solo suceda lo mejor de lo mejor.

Un desgarro, un lamento, un quejío

Me queda la pena negra más grande, el asombro de la vida y la expectativa de la muerte. Desnudo de memorias y esencias los personajes se convierten en incertidumbre, en mitos, en fracasos, en esperanzas, en mañana.

Se detuvo el tiempo en una mecedora y se trenzan los reproches por algo que sucedió y ahí se va quedando. La infección no solo está en la orina y no se pueden evitar los arrebatos de la ira, de la inquina, aquellas sensaciones amargas que acompañarán a los personajes ya para siempre. Los demás miembros de la familia han huido previamente.

Nos estamos quedando sin campo

Estamos en asamblea. Puede que nos equivoquemos, que no sepamos qué hacer, que esto nos sobrepase. Pero hay que poner toda la carne en el asador. Nos estamos quedando sin campo. Se talan árboles y se arrasan campos de cultivo para sembrar plantas fotovoltaicas, instalar molinos eólicos, porque no se atreven a llamarlos de viento, o construir centrales hidroeléctricas.

El mar nunca es pusilánime

El mar siempre es atrayente. Desde la orilla y para surcarlo en busca de otros confines. Ver amanecer en el mar es sentir que la vida está ahí para esperarnos. Nada relaja tanto como el vaivén de las olas vistas desde la playa. Aunque sabemos que, a veces, se torna violento, despiadado, furioso, incontrolable.

La belleza, el arte, la poesía… amenazadas

Cielos se desarrolla en un subterráneo, en un búnker, casi en una alcantarilla. Desde ahí tendrán que desencriptar mensajes amenazantes y terroristas, para impedir una catástrofe a nivel mundial, una debacle con desgraciadas consecuencias.

Un personaje (in)quieto

Un edificio silenciado, un hotel venido a menos, las historias de lo que ocurrió dentro, dormidas. Pero aún se mantiene en pie este viejo personaje de ladrillo y ventanas, el Hotel Mónaco, en la calle Barbieri, en pleno barrio de Chueca.

No hay distancia entre ayer y hoy en la zarzuela

No hay distancia en este pasado donde nuestras madres y abuelas oían, y cantaban, las zarzuelas más reconocibles y famosas. Y eran muchas. Formaban parte de su cotidiano vivir diario y no tenían reparos a que se les escuchase cantar a través de las ventanas abiertas mientras hacían la comida o arreglaban la casa, porque así era.

Palabras. Palabras, palabras, palabras abiertas al desenfreno, a la observación, al chascarrillo y al chiste directamente, palabras de sardónica crítica, de nuestra sociedad, de nosotros mismos, de ellos mismos.

Ahí está el mar. Lo tengo enfrente. Y el horizonte cerca, muy cerca. Solo me separan 14.4 kilómetros de distancia.