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José Manuel Fajardo
José Manuel Fajardo

Entrevista a José Manuel Fajardo: "La cultura ha perdido peso en la vida social, especialmente la literatura"

Autor de "Mi nombre es Jamaica"
Por Miguel Esteban Torreblanca
miércoles 01 de marzo de 2023, 13:46h

José Manual Fajardo es un escritor, traductor y periodista nacido en Granada, España, en 1957. Creció en Madrid, donde cursó hasta tercer año en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, participando activamente en el movimiento estudiantil antifranquista en las postrimerías de la Dictadura, desde las filas del entonces clandestino Partido Comunista de España. Tras la legalización del PCE, su primer trabajo periodístico se desarrolló precisamente, en 1978, en las páginas culturales de Mundo Obrero, órgano oficial del Partido.

Mi nombre es Jamaica
Mi nombre es Jamaica

¿Qué va a encontrar el lector en su última novela?

En la última novela publicada, “Mi nombre es Jamaica”, encontrará mi texto más ambicioso, el que viene a cerrar un ciclo de escritura porque en ella desembocan las cuatro novelas que la precedieron, reaparecen personajes, tiempos, escenarios… Una historia en la que el presente (año 2005) convive con el pasado (siglo XVII) y la acción transcurre por los paisajes de Europa, Israel y América Latina. Una historia contada por una mujer que tiene que acompañar a un loco en sus desvaríos y en el dolor de la pérdida, para encontrarse a sí misma. Una historia sobre la posibilidad y la voluntad de volver a empezar, de vivir a pesar de todo.

Y en mi última novela escrita, y todavía no publicada, el lector se encontrará con otra manera de contar historias, con un libro que abre una nueva etapa en mi escritura, aunque quizás es demasiado pronto para hablar de él. No me gusta adelantar mucho de lo que escribo. Sólo puedo decir que es una novela corta, apenas 124 páginas, y que cuenta dos historias que en apariencia no tienen nada que ver entre sí, aunque hay un hilo terrible que en el fondo las une.

¿Cómo ha sido el proceso de creación de este libro?

El proceso de “Mi nombre es Jamaica” fue largo, cinco años de documentación y escritura, particularmente arduo porque tenía que crear una unidad de estilo con voces múltiples y de épocas diferentes, adentrarme en la psicología de una mujer, en su punto de vista, y lograr un flujo narrativo en el que todo pasara por sus ojos. Además, debía tejer las conexiones con mis novelas anteriores y las conexiones entre éstas, para que el lector curioso pudiera percibir y disfrutar de ese juego de ecos.

El proceso en mi nueva novela inédita ha sido completamente distinto. Para empezar, tras escribir “Mi nombre es Jamaica”, no fui capaz de escribir textos de ficción durante casi ocho años. Un bloqueo que supongo tenía mucho que ver con la sensación de haber cerrado un ciclo narrativo y no saber bien hacia dónde iba a encaminarse mi escritura. En ese tiempo estuve dándole vueltas a la idea de escribir una novela a partir de un relato que había escrito en 2007, pero no quería simplemente desarrollar la idea del relato, sentía que ahí había una historia más grande pero no la lograba identificar. Luego, hace algo más de un año, me di cuenta de que en realidad era una historia sobre el odio heredado y ahí se me abrió la puerta en la imaginación para escribir esa nueva novela. Una vez que lo tuve claro, la escritura fue muy rápida, apenas un año.

¿Cómo ve el mundo de la cultura en el mundo de hoy en día?

La cultura ha perdido peso en la vida social, especialmente la literatura. En un mundo regido por el totalitarismo del dinero (todo, absolutamente todo se mide en términos de rentabilidad económica, desde la salud a la cultura, del deporte a la enseñanza) la cultura tiene muy poco valor y se prima ella aquello que responde al gusto mayoritario, o sea, al gusto del “consumidor”. Esa sustitución de la cultura como objeto de formación y conocimiento por la cultura como mercancía de consumo tiene efectos letales, entre los cuales el peor es en mi opinión la tendencia uniformar el gusto. La diversidad cultural y en particular la bibliodiversidad están amenazadas. Un mundo global donde en todas partes imperan los mismos gustos, se ve, se oye, se lee lo mismo, no es un mundo más grande ni más rico, sino paradójicamente más pequeño y empobrecido. Con todo, y hablando de paradojas, tengo la esperanza de que esta experiencia de confinamiento que estamos viviendo colectivamente sirva para que nos demos cuenta de la importancia real de la cultura y de la riqueza de su diversidad.

Si pudiese cambiar algo en este mundo a través de sus libros, ¿qué sería?

Me gustaría ayudar a cambiar la mentalidad de quienes me lean, ayudarles a tener una visión más libre y crítica del mundo, porque los libros no cambian el mundo, eso lo sabemos de sobra: el mundo lo cambian las personas. Pero los libros sí pueden ayudar a esas personas a cambiar su mirada y su actitud, y ese es el primer paso para cualquier cambio.

¿Cuál es su récord de tiempo escribiendo del tirón?

Catorce horas. Fue mientras escribía “El Converso”. Al escribir el epílogo de la novela iba embalado, como poseído. Ese es un estado que no siempre se logra cuando se escribe, esa sensación de que no eres tú quien inventa el texto, sino que ese texto ya está escrito y que hay alguien detrás de ti que te lo está dictando. Dejas de ser un creador para convertirte en un medio. Es algo increíblemente poderoso, como un delirio, y no suele durar mucho. Esa vez fueron catorce horas consecutivas, de la mañana a medianoche, y cuando terminé había puesto punto final a la novela.

¿Qué hace cuando se atasca escribiendo?

Lo primero, dejo de intentar escribir. Insistir me bloquea todavía más. Me levanto, me dedico a hacer otras cosas, a pasear, que suele ser lo mejor. Hago cosas que me gustan y me relajan. Y luego, cuando vuelvo a intentar seguir escribiendo, no lo hago en el ordenador, como tengo por costumbre: escribo a mano hasta que siento que la escritura fluye. Es como si el flujo entre el cerebro y la mano que escribe fuera más fluido que entre el cerebro y los dedos que teclean. Tal vez porque el texto en la pantalla del ordenador aparece ya ordenado, como si fuera definitivo (cuando yo estoy tan inseguro de lo que escribo), mientras que a manos es siempre un borrador, algo que puedes llenar de tachones y de correcciones que dejan huella, que te permiten volver atrás.

¿Qué sacaría de su casa en llamas?

En primer lugar, a las personas que estuvieran conmigo. Y luego, mi computador. Me aterra perder todo el trabajo que tengo guardado en él.

Mi lector ideal soy yo mismo

¿Con qué tres adjetivos le describirían su lector ideal?

Se lo puedo decir porque mi lector ideal soy yo mismo. No porque escriba para mí, sino porque cuando escribo siempre me pregunto qué habría dicho yo como lector si leyera por primera vez el texto que acabo de escribir. De algún modo, mi yo lector representa para mí al conjunto de los lectores. Pues bien, el lector que soy diría de mí que soy entusiasta, concienzudo y curioso.

¿Cómo se sintió la primera vez que le publicaron algo?

Entusiasmado. Y un poco incrédulo. Nada en mi familia ni en mi vida hacía pensar que lo que yo hiciera o pensara pudiera ser de interés público. Y sin embargo yo soñaba desde adolescente con ser escritor. Fue ver cumplido un sueño. Claro, luego uno se da cuenta de que hay muchas clases de sueños, alguno incluso malos, pero esa primera alegría no me la quita nadie.

¿Algo de lo que nunca hablaría en tus textos?

No creo que haya nada de lo que no pudiera hablar. Otra cosa es cuándo, porque hay cosas que a lo mejor hay que esperar el momento más adecuado para poder contarlas. Cosas que pueden dañar a otros.

¿Con qué personaje literario se identificaría?

Cuando era jovencito me identificaba con los personajes de Kafka y de Samuel Beckett, ya ve que era un tanto angustiado. Luego me he dado cuenta de que en realidad el personaje con el que más me identifico es el del muchacho protagonista de “La isla del tesoro”, de Robert L. Stevenson: Jim Hawkins. Siempre he tenido la sensación de que la vida es una aventura y que yo tenía que embarcarme en ella.

¿Qué libro poco conocido le gustaría que leyera todo el mundo?

Acuérdate de mis ojos”, del escritor mexicano Antonio Sarabia. Son siete relatos absolutamente magistrales. Un libro deslumbrante.

¿Vino o cerveza?

Vino… pero también cerveza.

¿Escribe de noche o de día?

Hasta los cincuenta años de edad escribía sobre todo de noche. Ahora raramente puedo, trabajo mucho mejor de día. El tiempo no pasa en balde.

Y por último, ¿cuál ha sido su mayor fracaso?

Cada uno de mis libros es un fracaso rotundo: nunca consigo llegar a escribir aquello que intuyo. Por muy contento que esté del resultado de cada libro, hay algo que se me escapa siempre. Una sombra, un latido, un sentimiento, una imagen que lo encarne todo, que sea capaz de expresar esa extraña, hermosa, dolorosa y loca sensación de vivir que nunca logro nombrar. Sé que está ahí, dentro de mí, pero nunca acabo de verla plasmada en el texto. A lo mejor es por eso que sigo escribiendo.

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