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"El modelo", de Robert Aickman: otra Alicia y muy otro País de las Maravillas

lunes 08 de mayo de 2023, 07:06h
El modelo
El modelo

La casa editora Adriana Hidalgo, de Buenos Aires, distribuyó recientemente en librerías la nouvelle del autor inglés, maestro del género de lo sobrenatural, publicada por primera vez como obra póstuma en Nueva York por Harbor House, en 1987.

Cuando se produjo la primera edición, neoyorquina, de esta novela corta del gran escritor inglés, seis años después de su fallecimiento por cáncer, nada menos que Robert Bloch (1917-1994), el autor de Psycho y alumno dilecto de H.P. Lovecraft, dictaminó: ""El modelo es un título apropiado para una obra que es precisamente eso: un modelo de elocuente y elegante encanto. Es imprescindible para los fanáticos de Aickman y para todos los que disfrutan de la fantasía en su nivel más elevado y culto". Y como si fuera poca la valoración de este título, encontrado entre los abundantes manuscritos que dejó el británico, Gene Wolfe (1931-2019) sumó también lo suyo: ""El finado Robert Aickman tramaba algo, y lo hacía de modo muy consciente. No tituló su librito El modelo por nada. Lo que ha hecho (y bien sabía que lo había hecho) fue develar un nuevo país de las maravillas".

Las razones de la admiración manifestada por estos dos destacados escritores estadounidenses -a la que se sumó rápidamente la de otros colegas, más el interés del público y la crítica especializada- se contrapone en el mundo de lengua española con lo poco conocida y difundida que resulta todavía la obra del autor nacido en Londres un día antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Es por ello muy de agradecer que Adriana Hidalgo Editora haya puesto en circulación El modelo (1) y que lo haya hecho a través de la excelente traducción que nos dejó el escritor, traductor y crítico literario argentino Marcelo Cohen (1951-2022).

Aickman está inscripto para muchos en el subgénero conocido como weird fiction (2), que traducimos literalmente como "ficción extraña", donde si bien se apela a clásicos elementos de lo sobrenatural (el conocido cotillón de monstruos, fantasmas, lo macabro, etc., bien puede estar presente) la diferencia fundamental con la narración de terror propiamente dicha y la de terror fantástico estriba en el empleo y la amalgama con sustratos discursivos de otra índole, tales como especulaciones filosóficas, concepciones místicas, perfiles científicos e incluso ideológicos y demás posibilidades.

De esta heterogeneidad de apelaciones factibles de ser incorporadas al corpus de la weird fiction es que hace gala en prácticamente toda su obra Robert Aickman, llevando al extremo la definición un tanto ya canónica de H.P. Lovecraft que reproduzco en la nota 2, la que data de 1927. Es en este aspecto fundamental que reside su destacada originalidad: lleva el subgénero a lo que parece ya el límite mismo de su potencialidad y probablemente El modelo sea el mejor ejemplo de esta singular capacidad que lo define.

Es el maestro de las combinaciones astutamente ensambladas para crear climas inestables, atmósferas preciosamente enrarecidas gota a gota, llevando al lector crédulamente de una situación que creía afirmada en cierto tipo de características, a otro terreno -el de su objetivo, el ingreso de lo extraño- sin que podamos definir claramente en qué momento todo se transformó en otra cosa.

El modelo comienza adrede con la presentación y las circunstancias cotidianas que rodean a la niña Elena Andreievna Timorasieva, hija de un ordinario abogado de provincias, Timorasiev, en alguna parte nebulosa del Imperio Ruso, con un fuerte olor finisecular (hasta 1917, la Rusia zarista vivió en el siglo XIX). Las descripciones de la aburrida existencia de la pequeña en la finca familiar parecen casi calcadas por Aickman de la frondosa literatura del país eslavo, con sus interminables patronímicos, la ambientación rural y tosca, las inevitables criadas rezongonas con pizcas de disimulada ternura por los hijos de la casa, la mediocridad y mezquindad imperantes en las míseras ambiciones de los mayores, la anécdota doméstica; en fin, el tedio que precede a la tormenta y la nieve, que por supuesto, siempre terminará por caer en abundancia. Y desde luego no falta uno que toca la balalaika.

Astutamente, el escritor británico lleva esta introducción casi hasta los terrenos de la parodia, para asegurarse de tenernos bien firmes entre sus manos.

Entonces, Elenita recibe dos regalos: Herr y Frau Barger von Meyrendorff llegan de visita trayéndole una exótica fruta espinosa llamada ananá y un misterioso paquete plateado, que la dama alemana le obliga a prometer que no abrirá hasta que se encuentre a solas en su cuarto.

Cuando Elenita desenvuelva el enigmático obsequio, su aburrida existencia cambiará por completo, así como las apelaciones de Aickman pasarán a ser muy otras. La niña tendrá un solo objetivo que la llevará de travesía por páramos inmensos rumbo a la ciudad de Smorevsk (¡ya a solo 360 kilómetros de Moscú!) meta de su despertada ambición. El arte del escritor británico convierte esta secuencia en un itinerario fabuloso, empedrado de peripecias de toda índole para la pequeña: desde saludar a un oso y luego dar con una anciana completamente gris, hasta trabar relación con seres todavía más absolutamente fuera de lo común y cuya descripción le ahorraremos aquí a quien esto lee para no arruinarle la sorpresa que le preparó este brillante autor inglés.

El progresivo ingreso en lo onírico se generó de modo tan sutil que el lector se sorprende al no poder fijar claramente cuándo, en qué página se produjo la metamorfosis. Aickman nos ha hipnotizado gradualmente para demostrar -como en toda su obra- qué dominio perfecto de la narración posee, cómo puede darle a la Alice creada por su compatriota Lewis CarrolI (Charles Lutwidge Dodgson, 1832-1898) una hermanita rusa con el aditamento de unos estremecimientos muy bien dosificados, muy weird fiction, precisamente. Y además, combinando todo en El modelo con recursos propios del Bildungsroman, la novela de aprendizaje, ya que la protagonista aprenderá mucho de este mundo y también del otro en su periplo hacia la ambicionada Smorevsk.

En resumen, roguemos que Adriana Hidalgo siga sumando traducciones de este extraordinario autor a su fondo editorial y, aunque ya no esté nuestro admirado Marcelo Cohen para traducirlo, alguien lo hará y, siendo para el sello argentino, muy bien.

El autor

Robert Fordyce Aickman nació el 27 de junio de 1914 en Londres, donde falleció de cáncer el 26 de febrero de 1981. Son de su autoría las novelas The Late Breakfasters (Victor Gollancz, Londres, 1964) y The Model (Arbor House, Nueva York, 1987). Sus colecciones de cuentos fueron editadas bajo los títulos We Are for the Dark: Six Ghost Stories (Jonathan Cape, Londres, 1951), Dark Entries: Curious and Macabre Ghost Stories (Collins, Londres, 1964), Powers of Darkness: Macabre Stories (Collins, Londres, 1966), Sub Rosa: Strange Tales (Victor Gollancz, Londres, 1968), Cold Hand in Mine: Eight Strange Stories (Victor Gollancz, Londres, 1975), Tales of Love and Death (Victor Gollancz, Londres, 1977), Intrusions: Strange Tales (Victor Gollancz, Londres, 1980), Night Voices: Strange Stories (Victor Gollancz, Londres, 1985) y The Strangers and Other Writings (Tartarus Press, Carlton, Reino Unido, 2015). Su original renovación del género le valió en 1975 el World Fantasy Award y. en 1981, el mismo año de su fallecimiento, se le otorgó el British Fantasy Award.

NOTAS

(1) Adriana Hidalgo Editora, traducción de Marcelo Cohen, ISBN 978-987-8969-34-3, 128 pp., Buenos Aires, 2023.

(2) Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) propuso una definición muy aproximada del subgénero, en su ensayo Supernatural Horror in Literature (The Recluse Magazine, 1927), donde establece el origen de la weird fiction a partir de la novela gótica, con una evolución posterior llevada de la mano por autores como Nathaniel Hawthorne (1804-1864), Edgar Allan Poe (1809-1849), Fitz James O'Brien (1825-1862) y Ambrose Gwinnett Bierce (1842-1914), entre muchos otros. Lovecraft, en el sexto párrafo de su introducción al citado ensayo, establece: "La genuina ficción extraña incluye más que homicidio oculto, huesos sangrientos, o una silueta bajo una sábana haciendo resonar cadenas como manda el reglamento. Debe incluir determinado clima de sofocación y un miedo sin explicación a unas potencias ignotas y exteriores; tiene que estar presente una insinuación, expresada con una seriedad y portentosidad que se transformen en su tema, de la más tremenda concepción del cerebro humano: una suspensión o derrota malvada y singular de esas leyes fijas de lo natural que constituyen nuestra sola salvación contra los embates de la naturaleza. el caos y los demonios del espacio no conocido". (Traducción de L.B.)

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