Estamos ante una extraordinaria novela histórica, muy documentada en el aspecto historiográfico, presentando una prosa elegante y culta, necesaria para narrar la vida y la obra de un monarca magistral, y que gracias a los leonesistas se está conociendo y enalteciendo en el resto de las Españas y hasta en Europa, esto cuanto menos. Me estoy refiriendo al gran Rey Alfonso IX de León “el Legislador o el de las Cortes”, auténtico hacedor de cambios esenciales para todos los seres humanos de su época, y posteriores. Fue hijo del Rey Fernando II de León, y cuyo nieto sería Fernando III “el Santo” de León y de Castilla, y no solo de Castilla como aparece en la solapa biográfica. Tampoco se deben cualificar como de Portugal o de Castilla a sus dos esposas, ya que si son reinas lo son por serlo del Reino de León; aunque sean infantas en su nacencia y, más si cabe, cuando la titulación castellana suele ser de Burgos y no de Castilla. «Alfonso IX es uno de los reyes más singulares de nuestra historia. En sus más de cuarenta años de reinado desarrolló una importante labor legislativa. En 1188 convocó en la basílica de San Isidoro a los representantes del clero, la nobleza y el pueblo a las que se pueden considerar las primeras Cortes democráticas de la vieja Europa, lo que convertiría a León y por tanto a España en ‘cuna del parlamentarismo’. Así mismo fundó y refundó numerosas poblaciones o les concedió fueros para su desarrollo: Coruña o Betanzos en Galicia; Villafranca del Bierzo, Bembibre, Laguna de Negrillos o Sanabria en territorio leonés… no menos notables fueron sus tareas de conquista, recuperando para su reino Cáceres, Mérida o Badajoz y otras villas y ciudades. De especial relevancia es su victoria en la batalla de Alange, donde derrotó al caudillo árabe Ibn Hud, cuyas tropas doblaban en número a las del ejército que él dirigía. También cabe destacar el apoyo de Alfonso IX al mundo del saber y la cultura con iniciativas tan trascendentes como la creación de la Universidad de Salamanca. Pero si como rey la imagen que nos llega de él es extraordinaria, las crónicas cuentan que como hombre era fuerte y atractivo, dotado de elocuencia y potente voz, lo que le ayudó a ganarse el favor del pueblo y el amor de bellas mujeres, tanto sus esposas Teresa de Portugal o Berenguela de Castilla como las amantes con quienes compartió pasiones y numerosos hijos. A su muerte fue enterrado en la catedral de Santiago de Compostela, a la que había dedicado afanes y cuantiosas sumas de maravedíes para que el maestro Mateo pudiera finalizarla durante su reinado y cuya solemne consagración presidió en el año 1211». Es indudable qué si nuestro genial monarca no hubiese pasado, de forma inesperada, a mejor vida, casi seguro que por causa de un proceso cardiaco isquémico o IAM o Infarto Agudo de Miocardio, es obvio que su empuje magistral y, sobre todo, su ejército que era el mejor de las Españas del momento, con su furibunda caballería pesada, hubiera conseguido llevar la Reconquista hasta la capital hispalense. El autor, con gran delicadeza y conocimiento de la narración, nos presenta a un cronista medieval llamado Guillén Alonso, hijo del conde Alonso Flaínez, linaje que sí existió en el Reino de León, quien nos va a ir desbrozando todo lo relativo a la evolución del desarrollo vivencial de Alfonso IX de León “el Legislador y el de las Cortes”. La obra comienza en el momento en que se conmemora, con toda tristeza, la muerte del soberano, con una Misa de Requiem oficiada por el obispo Rodrigo de León. José Pedro Pedreira profundiza, sin ambages, en la idiosincrasia del soberano, sobre todo en su interés obvio por el mundo de la cultura, heredado de su padre Fernando II de León. Se sabe de forma fehaciente sobre la presencia de compositores de música eximios, en algún momento determinado en la corte de León, léase trovadores, tales como Giraut Riquier, Bernart de Ventadorn, Jauffre Rudel, y, probablemente, Raimbaut de Vacqueiras, entre otros de mayor o menor enjundia. No deseo seguir sin indicar, de forma somera, el agradecimiento que se debe dedicar a la editorial Eolas en su vinculación al mundo de la cultura histórica legionense. Alfonso IX tenía un nivel de inteligencia preclaro y superior a la media, inclusive de múltiples políticos actuales, por lo que supo colegir, ya con 16 años, que debería apoyarse, para gobernar, en los Civis Singulis Electis Civitatibus, que eran los ciudadanos elegidos por la ciudades, lo que daría origen a la burguesía siempre reivindicativa, y siendo como es el Reino-Corona de León un ‘Señorío de Mujeres’, está claro que las mujeres de dicha Corona de León participarían en las Cortes de 1188, ‘Cuna del Parlamentarismo’ en Europa, varones y mujeres convocados con la nobleza laica y religiosa y los magnates, bien de forma ordenada o tumultuaria, en la Basílica de San Isidoro de León. Como ya he indicado a priori, el narrador, guía indispensable de la trama, es un conde inventado, pero que bien puede ser considerado como real y existente en algún momento de la Historia legionense. El conde-narrador nos conduce a través de la Historia del Aula Regia de León y de su facedor indiscutible como era el monarca que hoy me ocupa y me preocupa; a través de las procelosas aguas de la Plena Edad Media del Reino de León, en esos complejos años de los siglos XII y XIII. El autor nos ilustra con una serie de necesarias licencias para rellenar los huecos existentes en la historia personal del monarca de León, nacido, como es público y notorio, en la ciudad siempre leonesa de Zamora, ‘la bien cercada’. “Desde que era un simple jovenzuelo hasta ayer como quien dice, mi vida ha transcurrido al lado del gran Alfonso de León e inmerso en el entusiasmo, la concordia y las intrigas de la corte. En ella trabé amistades y alianzas y tuve acceso a conversaciones y escenas por las que el propio rey hubiera pagado un buen puñado de maravedíes. También soy consciente de los peligros que entraña recurrir a fuentes tan diversas por muy fiables que se precien, ni los engaños que a veces nos conducen nuestras propias observaciones. Sin embargo, no me duelen prendas al declarar que me obliga mi conciencia a confesarles, tanto a mi hijo como a todos aquellos que decidan detenerse sobre estas humildes palabras, unos puede que guiados por la curiosidad, otros por el deleite que les procura la lectura, que si me he permitido alguna licencia, que en ningún caso traicionará el espíritu de cuanto aquí se escribe, se debe a que yo, al igual que algunos de mis valiosos confidentes, concedo un mérito a la imaginación que no concedo a la memoria ”. Creo que estamos ante una estupenda novela histórica que, como corresponde a todo leonés (de León, de Zamora, del Bierzo y de Salamanca) que se precie, está muy documentada y es muy necesaria para conocer esa estructura política (Reino de León), la más importante de todo el Medioevo. ¡Sobresaliente! «Romani, Iuppiter Optimus Maximus resistere atque iterare pugnam iubet». Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|