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Eloy Tizón
Eloy Tizón (Foto: Isabel Wagemann)

Entrevista con Eloy Tizón: “Mis cuentos no son hijos de la prisa, sino más bien nietos de la escucha y el deseo”

Por José Joaquín Bermúdez Olivares
martes 19 de septiembre de 2023, 12:11h

De acontecimiento tilda su editorial, Páginas de espuma, la aparición del nuevo libro de relatos de Eloy Tizón (Madrid, 1964), “Plegaria para pirómanos”, y no le falta razón, tanto desde el punto de vista puramente literario como del cronológico, pues se cumplen diez años desde que viera la luz el anterior “Técnicas de iluminación”. Nueve relatos con destellos de luminosa oscuridad, haciendo honor al apellido de su autor, estos textos comparten una escritura que es “súplica e incendio, una literatura que nos quema”.

Plegaria para pirómanos
Plegaria para pirómanos

Al hilo de su reciente llegada a librerías y plataformas y a su inminente presentación en Madrid (Espacio Telefónica, el viernes 22, con la presencia de Carlos Castán y Vanessa Simonka, quien recitará varios textos), mantenemos este diálogo con Eloy Tizón, en un hueco de su apretado panorama promocional.

Habida cuenta del tiempo transcurrido entre la publicación de Técnicas de iluminación y este nuevo libro de relatos, parece que es usted más un recolector de textos esperando a que estén en sazón que un cazador que sale decidido a atraparlos. ¿Es un escritor lento o simplemente paciente?

Ambas cosas. Escribo despacio –eso resulta evidente–, pero también aguardo pacientemente la aparición de la sorpresa, la iluminación, el chispazo de gracia en que la fuerza de la escritura se impone a todo lo demás. He explicado alguna vez que mis cuentos nacen de manera borrosa y aproximativa, de alguna intuición o sueño, y poco a poco se van perfilando y concretando en mi mente. Pero eso me lleva tiempo. Mis cuentos no son hijos de la prisa, sino más bien nietos de la escucha y el deseo, con algo de crecimiento vegetal y orgánico. Yo los espero. Los espero todo el tiempo.

Entre esos dos libros publicó un ensayo de impresiones de una vida lectora, ¿se escribe ficción de forma distinta después de haber hecho esa incursión en la crítica? Por ejemplo, el primer relato de Plegaria…, “Grafía”, es un palimpsesto de citas y apariciones de autores que, suponemos, le han interesado; metaliteratura, al fin y al cabo.

Ah, me gusta mucho su observación. Muchas gracias. Es como dice: “Grafía”, el primer cuento del libro, enlaza de forma sutil –o no tanto, según veo– con la sensibilidad de Herido leve. Me sirve de puente entre ambos libros. El ensayo era más teórico, claro está, pero digamos que el decorado de fondo (bibliotecas, pupitres, signaturas, citas) y las pasiones que mueve la llamada vida literaria, en ocasiones feroces, son parecidas en ambos libros. Pensé que nadie se daría cuenta; ya ve, me alegra haberme equivocado. No cabe duda de que reflexionar sobre las ficciones de los demás nos abre a otro espacio de conocimiento que tiene que ver con la autoconciencia de las palabras. Yo diría que Plegaria para pirómanos es un libro que sabe que lo es.

Varios de estos nuevos relatos tienen un personaje común, Erizo, como hilo conductor. Más allá de que sea o no un alter ego del autor, ¿sentía la necesidad de establecer esa estructura unitaria, esto es, se ha sentado usted a escribir un libro de relatos más que relatos para un libro?

Así es, sentía la necesidad casi física de construir un libro de cuentos unitario. Creo que es una tendencia que ha ido agudizándose en mí con el paso del tiempo. Algo de ello se apuntaba en mi anterior libro de relatos, Técnicas de iluminación, pero creo que en este he emprendido ese empeño de una forma más rotunda y sistemática. El punto de unión obvio de estas nueve historias es el personaje de Erizo, que es múltiple, cambia de forma, de profesión, de amores, a veces ocupa el centro del relato y otras se repliega hasta un segundo plano, en una esquinita del fondo. Pero siempre está, de una manera o de otra, y es el eje narrativo vertebrador.

Usted es, no hace falta que lo diga la contracubierta, un referente de la forma breve en español, pero además es un “profesional” (en sentido elogioso) de la cultura. Una de las múltiples actividades que realiza es la de director del Festival de Cuento literario de Torrijos (Toledo), ¿seguirá este año una segunda edición y, a tenor de la pasada, goza el cuento en España (y en español) de buena salud?

Sí, este año tenemos la suerte de que vuelva a celebrarse la segunda edición, el 11 y 12 de noviembre. Contamos con la confianza del equipo municipal, así que este año volveremos a Torrijos. Es una experiencia hermosa y un placer ver el impresionante patio del palacio de Pedro I lleno de personas escuchando atentamente la intervención de Muñoz Molina, participando en el taller de Manuel Guedán o asistiendo al recital de Vanessa Simonka, entre otras varias actividades. Teniendo esto en mente, sí me atrevo a afirmar que el cuento en España –y en español, con más motivo– goza de buena salud, no solo desde el punto de vista creativo y editorial, lo cual es evidente, sino también desde el lado del interés lector. ¿Qué falta por hacer? Tal vez un poco de pedagogía. Cuando organizamos visitas de nuestros autores a los institutos de la zona, el interés y la curiosidad de los estudiantes nos demuestra que el cuento es un género vivo, con mucho que decir y que aportar a la sociedad.

En los textos que conforman este nuevo libro hay una superabundancia de enumeraciones (no siempre caóticas) y de tópicos vertidos literalmente. ¿Puede incidir un poco en su uso como recurso literario?

Es una de las figuras literarias más queridas por mí. Desde el principio, desde el comienzo mismo de mi andadura literaria, cuando garabateaba en mi escritorio de estudiante sin ton ni son, hacer listas formó parte importante de mis hallazgos. Es algo que aprendí de mis lecturas tempranas de algunos poetas –Whitman, Borges, Neruda–, que me permite descansar por un rato de la tensión de la estructura, y abandonarme a una corriente caprichosa de asociaciones libres de ideas, que incluyen recuerdos, pequeñas bromas, perchas, escayolas, un loro plateado (¿lo ve? No puedo parar). En cuanto al uso del tópico, se debe a mi interés por el lenguaje coloquial. Muchas de las frases que aparecen en el libro en boca de los personajes las cacé al vuelo en trayectos de autobús o mientras paseaba por la calle. Soy un poco voyeur auditivo. Me gusta esa mezcla de registros entre el lenguaje culto y el popular.

Necesito un hilo narrativo, aunque sea tenue, para que estos cuentos puedan seguirse con cierta fluidez por parte de los lectores

Parece que la mayor parte de estos relatos están construidos sobre la falta casi absoluta de anécdota temática. Si comparte esta opinión, ¿es fruto de un rechazo al cuento realista (sea eso lo que sea) o un halago a la inteligencia del lector?

Habría que matizar un poco su afirmación, para mi gusto un tanto hiperbólica. Sinceramente, no creo que mis cuentos carezcan de manera “casi absoluta” de argumento. Le concedo que no es el aspecto más relevante de mi trabajo, y ya sé que no seré recordado como el campeón de la peripecia ni de la trama ultrasofisticada, pero tampoco me olvido de que necesito un hilo narrativo, aunque sea tenue, para que estos cuentos puedan seguirse con cierta fluidez por parte de los lectores. No son historias al uso, eso también lo reconozco, y sí, claro que me distancio del paradigma del realismo y la literalidad, por considerar que son insuficientes y chatos. Si queremos que el cuento vuele, necesitamos metáforas, imágenes, brillo, incendio. A veces me asomo al precipicio y coqueteo con el vértigo, pero pese a todo, así lo espero, la experiencia de leerlos no será baldía.

Quienes tenemos la suerte de conocerle, siquiera superficialmente, además de leerle, sabemos que es eso que llaman “gran escritor y mejor persona”. ¿No contrasta un poco el sentido nihilista de estos textos con su habitual luminosidad vital? ¿A quién eleva usted sus propias plegarias?

Le agradezco el cumplido. Sin embargo, siento que ambos no son incompatibles; se puede llevar una vida razonablemente feliz y tender al optimismo, como me ocurre, y al mismo tiempo, al escribir, sondear ciertas zonas oscuras menos edificantes. ¿No escribimos –también– para eso? ¿Para asomarnos a esos pozos perturbadores que agitan la conciencia humana? No deja de ser un intento de exorcizarlos o, cuando menos, mantenerlos alejados. Mis plegarias las elevo, como no podía ser de otro modo, a los dioses de la literatura y el arte.

Finalmente, además de dejarle un espacio para lo que desee añadir, la pregunta tópica: ¿habrá que esperar otra década para un nuevo libro, tiene algo entre manos? Mucho éxito para “Plegaria” y muchas gracias por su tiempo en estos días tan ocupados de promoción.

Con toda sinceridad: no tengo ni idea. Recién publicado este libro, no tengo nada entre manos. Cuando publico un libro, no me guardo nada en la recámara. Me quedo vacío, un poco triste, a la espera de nuevas experiencias y lecturas que me recarguen. Llegarán, siempre llegan. Como bien dice, me esperan por delante varios meses de promoción, viajes, entrevistas y presentaciones. Agradezco sus buenos deseos. Ha llegado el momento de salir del refugio, volver a conversar con los lectores y ponerles caras y voces. A eso me dedicaré.

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