Una sola palabra vino a mi mente: decencia
Creyentes y no creyentes lo atacaron, nunca la iglesia dorada rezó tanto por la desaparición de Francisco. Hoy, las voces del pasado celebran lo que esperan será la resurrección de un pasado sin gloria, dorado como un becerro, símbolo de la riqueza y avaricia.
Se sabía atacado, ese papa salido de la pobreza, criado en el fin del mundo para llegar urbi et orbi a hablar desde Roma a los católicos del mundo, a los dictadores del mundo, a aquellos que agachan sus cabezas para ocultar sus pensamientos.
Preguntado alguna vez el por qué tanto ataque a su persona dijo, son loquitos que aprovechan la primera ocasión para morder.
Leí lobitos,
lobitos de largos dientes dorados
lobitos ocultando la pederastia
la pena del sin casa
los piececitos de niños azulosos de frío
aquel que navega en el mar de la desesperanza
lobitos que niegan sus derechos a las mujeres
loquitos que gobiernan en alguna parte del mundo, largos dientes afilados desgarrando la creencia en un mundo mejor.
Se equivocó Francisco, se equivocó en Chile al defender al obispo Juan Barros quien defendiera a un cura pederasta Fernando Karadima “mentiras”, dijo, “hablaré cuando me traigan una prueba de que las calumnias que levantan son verdaderas”.
Y lo eran, y las víctimas hablaron, y Francisco escuchó, pidió perdón, reconoció el error
errar humanum est, es humano. Que un papa reconozca el error, es divino, que rompa el círculo del poder de Roma, es David contra Goliat.
Es decencia.
Y esa decencia llevó al conjunto de obispos chilenos a renunciar, nuevamente David contra Goliat.
No sé rezar, sé escribir, y esta mañana lo único que puedo hacer es buscar una palabra que defina al papa muerto esperando que esta siga viva en este mundo.
Decencia.
Y que los lobos no la devoren.
Amén.
*Poeta, novelista, dramaturgo y hombre de teatro chileno. Miembro del PEN Chile, PEN América y correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).