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"El jinete de luz", de José Javier Esparza

La Esfera de los Libros. 2024
martes 02 de diciembre de 2025, 21:20h
El jinete de luz
El jinete de luz
El autor nacido en el Reino de Valencia suele ser riguroso en sus novelas históricas, en el % que un servidor exige para ser aceptadas como parte de la Historia, 70% certidumbre, 30% parte novelada de apoyo riguroso, y aquí también lo ha realizado. La Historia Medieval de la Península Ibérica otorga muchas posibilidades de fundamento histórico preciado, y que se puede loar con blasones novelados.

No obstante, y para iniciar el análisis, deseo indicar dos cuestiones relativas a los gráficos, desde el sentido estricto historiográfico más coherente: La Península Ibérica hacia el año 850: Acepto lo de Tierra de Nadie, pero en ninguna circunstancia la vulgarización de un ahistórico Reino de Asturias, la titulación primigenia fue la de Asturum Regnum o Asturorum Regnum, que se refiere al Reino de los Ástures, y no de Asturias, vocablo que puede conllevar un error monacal de un copista que al saber poco latín consideró que, la palabra Asturia Regno no incluía el plural referido al pueblo prerromano de los ástures, dividido en dos gentilidades, nominadas por el río Ástura o Esla, en cismontanos o augustanos, y transmontanos. Pero, en ese momento histórico que nos ocupa, la titulación del soberano de los ástures, hispanorromanos y visigodos constituyentes de un Reino, es el de OVETAO REGNUM, con un Rey Ramiro I bien aposentado en el trono, desde su Aula Regia en la futura Santa María del Naranco, tras haber derrotado y cegado a su enemigo, que le disputaba el trono, el conde Nepociano. Segunda disensión: Frontera de Castilla H. 850, me sorprende la titulación de esas tierras inexistentes como de tierra de castillos o de fortalezas, Al-Qila.

Esta novela-histórica de unas voluminosas y enjundiosas 500 páginas, es una especie de continuación historiográfica y narrativa sobre el camino de la Reconquista iniciado en Covadonga en el año 722 d. C., y que ahora tras la guerra civil entre Ramiro I y su cuñado-regio, el conde Nepociano, con la inapelable derrota de este en Cornellana, y su continuador y terrorífico hecho de encegar al enemigo, el monarca del Ovetao Regnum ya está en disposición de traspasar los montes que separan las gentilidades ástures transmontanas y cismontanas-augustanas, y tratar de crear una nueva estructura regia en el antañón castro de la Legio VI Victrix y luego de la VII GEMINA PIA FELIX, creada por el emperador Galba como permanente en Hispania. Este solar, inteligentemente abandonado, está fuertemente amurallado por recios muros de canto rodado y mortero y, además, está rodeado de varios ríos, desde el Torío, el Bernesga y el Curueño o el Porma y, sobre todo, el que otorga nombre a esa gentilidad, el Ástura o Esla. Sería la urbe de Legio hacia la que se dirigirá el monarca ástur, para tratar de repoblarla y crear una nueva nominación a su Reino, aunque sin cambiar de leyes ni de dinastía, y que debería llamarse Reino de León o Regnum Imperium Legionensis. Pero el hecho de la repoblación no está todavía muy maduro para ello, ya que Córdoba lo contempla como un desafío insoportable, y el emir Abd Al-Rahman II se dirigirá hacia el norte, y frustrará el hecho. Ramiro I recula en sus deseos e intenciones y se vuelve hacia las tierras de las Asturias de Oviedo.

Examinemos de forma sucinta la rica forma de escribir del autor: “Rubio, casi veinte años de brega y guerra, pisó con pie suave la senda que desciende por los riscos de Bilibio. Las hierbas del monte despertaban bajo el calor tibio de la primavera y sus aromas, aún tenues, se mezclaban en el aire con los cencerros y las esquilas que anunciaban la alegría de los pastos frescos. Rubio, casi veinte años de brega y guerra, era sin duda feliz. Sancho Fernández palmoteó con dulzura militar el cuello del animal. También el guerrero era feliz ante el espectáculo sagrado de la vida que todos los años se renueva. Veinte años con Rubio. Lo encontró mucho tiempo atrás, botín de una correría contra los moros. Apenas era un potrillo. Lo llamó Rubio porque era alazán de capa y casi rojo, pero tenía las crines amarillas como el trigo. Un soberbio caballo árabe, listo y fuerte, que aprendió con rapidez y enseguida demostró ser valiente y resistente. Ahora Rubio, casi veinte años de brega y guerra, se hacía viejo: se cansaba, sus caderas se anquilosaban, veía y oía peor, sus dientes cada vez masticaban menos…”.

Esta obra es una novela-histórica, claramente, que parte del reinado de uno de los monarcas ástures más importantes del siglo IX, se trata del creador del estilo arquitectónico denominado como el prerrománico asturiano, y me estoy refiriendo al Rey Alfonso II “El Casto”. La batalla de Clavijo está condenada por los historiadores del Medioevo, y ese hecho bélico, que probablemente nunca existió en esas condiciones, es el centro de este libro.

«España, siglo IX. El emirato de Córdoba pretende imponer a los cristianos libres del norte un humillante tributo: cien doncellas para nutrir los harenes del poder musulmán. El rey de Asturias, Ramiro I, no está dispuesto a tolerar el insulto y marcha a la guerra. Unos y otros chocarán en el sitio de Clavijo, en La Rioja. Las armas musulmanas llevan ventaja, pero, en plena batalla, la milagrosa intervención de Santiago Apóstol dará la victoria a los cristianos. Sobre este relato, que es la versión tradicional de la batalla de Clavijo, José Javier Esparza reconstruye, en una novela tan profunda como trepidante, la imagen real de la España de la temprana Reconquista: cómo eran, qué pensaban, cómo sentían los hombres y las mujeres de la frontera en un tiempo en el que todo estaba naciendo y, a la vez, la muerte estaba más presente que nunca. Descubriremos las intrigas letales de la corte de Córdoba, el esplendor de los monumentos del Naranco, los terribles juegos de poder de la España medieval y los majestuosos paisajes de una tierra que aún no había sido domada por la mano del hombre. Y por supuesto, el misterio de aquella batalla prohibida: Clavijo, donde Santiago se apareció».

El emir Abd Al-Rahman II es el centro del relato mahometano de la pseudobatalla, aunque parece ser que dicho tributo venía de una época anterior, probablemente del momento histórico en el que el Rey Mauregato gobernaba desde Santianes de Pravia, y se encuentra muy agobiado por problemas políticos y, sobre todo, por la controversia religiosa herética del adopcionismo, con el virulento y furibundo enfrentamiento entre el arzobispo metropolitano Elipando de Toledo y el monje llamado Beato de Liébana. La batalla de Clavijo se produjo, si es que tuvo lugar, en el mes de mayo del año 845. Será, por consiguiente, cuando se produzca la intervención del apóstol Santiago “el Mayor”, el momento crucial en el que se revierta el resultado de la confrontación bélica entre agarenos y cristianos. Santiago “Boanerges/Hijo del Trueno”, aparecería montado en un caballo blanco y todo él rodeado de una luz más brillante que mil soles, siendo ese el momento en el que el monarca Ramiro I consiga revertir el resultado de la batalla. A partir de ese momento histórico, el soberano va a instituir el denominado como Voto de Santiago, que sería una donación dineraria por la que se daban las gracias, anualmente, al apóstol Santiago en Compostela. Estamos ante una obra literaria estupenda, con las necesarias y rigurosas salvedades que he realizado al principio. Lo que si se conoce es que en esas tierras se produjeron diversas batallas. Verbigracia, en torno a Albelda, de ahí proviene la Crónica Albeldense que relata el triunfo del Rey Ordoño I de León.

El problema historiográfico con la batalla de Clavijo es que ninguna fuente coetánea ni inmediatamente posterior da cuenta de ella. Las crónicas de la época de Alfonso III, nieto de Ramiro (la Albeldense, la Rotense y la Sebastianense), que no suelen ahorrar en grandes hechos bélicos, no dicen ni palabra. Por otro lado, el encaje histórico de los distintos aspectos de la narración es muy problemático: la naturaleza del humillante tributo en ese contexto temporal, el escenario de la batalla, el protagonismo de Abderramán en vez del auténtico dueño de aquel territorio, que era el Banu Qasi Musa ibn Musa La primera fuente documental acerca de Clavijo es muy tardía: la crónica del obispo Jiménez de Rada, a principios del siglo XIII. Antes, nada. Por todos esos motivos, la crítica historiográfica moderna, y en particular el jesuita Juan Francisco Maseu (1744-1817), llegó a la conclusión de que Clavijo era ante todo una invención. Desde entonces, el consenso generalizado es que la batalla de Clavijo nunca existió”.

El Tributo de las Cien Doncellas se incorpora al cuerpo narrativo del relato de la Reconquista, aunque ya hacia el siglo XII. Rodrigo Jiménez de Rada-1243 lo refiere en su Crónica ‘De Rebus Hispaniae’, y el gran historiador leonesista, Lucas de Tui-1236 lo refiere en su ‘Crónica de España’, y ambos sin tener ninguna razón histórica de peso para ello, se lo apuntan a la época de dos monarcas diferentes, el prelado navarro al ya citado, Mauregato, hijo de Alfonso I “el Católico o el Mayor”, mientras que el canónigo de la Basílica de San Isidoro de León se lo aplica al monarca reinante en Langreo, el Rey Aurelio. Con todo lo que antecede, recomiendo de forma taxativa y fehaciente esta obra, que enriquece de manera necesaria y correcta la historiografía medieval hispana. «Populi romani est propria libertas. ET. Rex eris si recte facias, si non facias non eris».

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