En esta novela-histórica se nos acerca, de forma muy fidedigna a la personalidad del celtíbero-arévaco, Retógenes, que defendió la capital de Numancia del genocidio orquestado por Publio Cornelio Escipión Emiliano Numantino y Segundo Africano, y que antes perpetraría uno de los genocidios más espantosos de la Antigüedad, como fue la destrucción de Cartago, en la denominada Tercera Guerra Púnica o Romana. No estamos ante la última novela-histórica del autor, que por fin se ha acercado a este género, que para un servidor tiene mucho más interés que su malhadada Historias del Kronen, que no me interesa nada de nada, fama cinematográfica al margen. En esta obra conjuga lo que yo exijo a este género historiográfico, y que he indicado hasta la saciedad, 70% de Historia y 30% de Ficción, que se deben incardinar un apartado en el otro. No existe el más mínimo problema en aceptar este aserto, ya que los personajes complementarios enriquecen la narración de la trama. Así ocurre en esta obra. Desde luego la portada es elegante y esclarecedora. A continuación, el capítulo dedicado a la Dramatis Personae está dividido en dos partes, el primero dedicado a los romanos, con un breve pero enjundioso estudio sobre la biografía ejemplificadora de los protagonistas de la tragedia. El segundo es el referido a los hispanos, que realmente no era así como se autocalificaban, sino que lo hacían por su gens y gentilidad, es decir arévacos y celtíberos. Ambos capítulos son sobresalientes. Luego presenta un pequeño glosario de términos aclaratorios sobre la terminología militar de la época. Dentro de la historia del genocidio de Numancia, que se manifiesta en el relato historiográfico, y que se encuentra en este libro, existen dos protagonistas, por un lado se encuentra la propia ciudad arévaca, que resiste siempre que puede al cerco sangriento de Roma, y el celtíbero que subraya la esencia de ese pueblo, que puede ser cualquiera de los que resistieron a aquel psicópata histeroide, Publio Cornelio Escipión Emiliano, y sé lo que digo, ya que cuando arrasaba Cartago lloraba delante de su cronista, Polibio, refiriéndole que esperaba que aquella masacre no le llegase a ocurrir a su ciudad. El arévaco se llama Idris, que es tornadizo, equívoco, y, quizás huidizo, ya que está con los legionarios del SPQR y, luego con sus hermanos celtíberos-arévacos. Deseo indicar, sensu stricto, que los romanos tenían un sentido imperialista del término y, por todo ello, necesitaban acrecentar todo lo posible su economía para hacer frente a todos sus múltiples problemas sociales, políticos y militares. «Año 134 a.C. Bajo el mando de Retógenes, Numancia lleva más de veinte años resistiendo el poder de la Roma invencible y los páramos que la rodean han bebido tanta sangre itálica que los romanos se niegan a alistarse en las legiones. Harto de la situación, el Senado envía a su mejor general, Escipión Emiliano, el destructor de Cartago, para acabar con la resistencia de los altaneros numantinos. ¿Cómo logrará reducir a los rebeldes? ¿Conseguirá la mermada ciudad resistir al mayor desafío de los romanos? Con una narrativa ágil y llena de suspense, José Ángel Mañas ha escrito una emocionante novela en la que los destinos trágicos de hispanos y romanos se cruzan en el entorno inhóspito de la Numancia sitiada. El hispano nos hace revivir uno de los momentos más apasionantes de la historia de España, al tiempo que da vida a un héroe sorprendente y enigmático. Para los amantes de la novela histórica trepidante, los curiosos de la historia de España y los huérfanos de Africanus». Idris, el arévaco, enaltece la trama, ya que este equívoco personaje y héroe de la narración, está enamorado de una joven llamada Aunia, pero su padre llamado Leukón, al que la tradición historiográfica no rigurosamente clásica define como el jefe militar de Numancia, le deniega este enlace marital. En este hecho se define la causa por la que Idris se verá obligado a recorrer gran parte de Iberia, para, en el momento del cerco de Escipión Emiliano decida retornar a su patria, Numancia, y luchar contra las legiones de Roma en una defensa a ultranza. Como era ciertamente habitual entre los pueblos hispanos o ibéricos de la Antigüedad, sobre todo los septentrionales, algunos de ellos cedían alguna de sus urbes, que estaban muy alejadas de sus capitales, y de difícil defensa, a otra gentilidad más fuerte y que habitaba en la proximidad de esa población. Este es el caso de Numancia, que sería cedida, gratis et amore, por los belos o los pelendones, otros pueblos celtíberos, a los más fuertes de entre ellos, los arévacos, para que pasase a ser de su propiedad. Igualmente ocurriría entre los vacceos de Salmántica, situada muy distante de la gran ciudad vaccea de Arbucola, y por ello regalada por estos vacceos a otro pueblo de la zona y que estaban más capacitados para defenderla, y me estoy refiriendo a los vettones. Siguiendo con la narración crítica de este estupendo volumen, indicaré que la rivalidad entre padre e hijo será constante, lo que conllevará que el segundogénito, llamado Retógenes el Joven, reciba la nominación paterna de primogenitura. El autor cita en su presentación de los personajes de Roma, a dos tribunos de la plebe, hermanos e hijos de Cornelia Gracchorum, emparentados muy cercanamente-cuñados con Escipión Emiliano, Tiberio Sempronio Graco y Gayo Sempronio Graco, e hijos ambos, omitido en el libro, del procónsul Tiberio Sempronio Graco, personaje romano de una ética tan acrisolada, que los celtíberos derrotados o vencedores, solo aceptaban firmar tratados con Roma, si los mismos eran signados por dicho militar del SPQR, ya que sabían que siempre cumplía lo pactado. El autor realiza un estudio muy correcto sobre la vida y costumbres de los celtíberos-arévacos, aferrados a estas antañonas de sus ancestros, y por el contrario sobre la civilizada Roma que los contempla como bárbaros incivilizados, y a los que tratará de provincializar, aculturizándolos. En esta obra se realiza un acercamiento al estudio de las relaciones personales de los actores en la novela. El perfil psicológico de los protagonistas está muy bien delineado; inclusive cambiando la forma de hablar, en oposición, entre unos arévacos más toscos o parcos en la exposición de ideas, y los hijos del Tíber rimbombantes y retóricos por antonomasia. En todo el texto se observa, paladinamente, que los pueblos de Iberia o Hispania nunca tuvieron una concepción global de pueblo, con lo que Roma pudo ir conquistando aquellas tierras, nación a nación; tras haber expulsado a los púnicos de Iberia. De todos aquellos comportamientos, Roma supo aprovecharse para llegar al dominio total. Verbigracia, se sabe, ciertamente, que los lusitanos de Viriato nunca forzaron una alianza con los celtíberos, a los que consideraban inferiores, y sí con los vettones. ¡Recomendación obvia ya! «Primum non nocere, secundum cavere, tertium sanere». Puedes comprar el libro en:
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