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Martín Mucha
Martín Mucha

Entrevista a Martin Mucha, autor de "Tus ojos en una ciudad gris"

“Hay que aprender que la vida es cíclica. Que no todo va hacia arriba, que se cae”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Con un estilo trepidante de párrafos entrecortados, y un léxico preciso y contundente que cautiva al lector en un latir apresurado, Martín Mucha nos esboza en "Tus ojos en una ciudad gris" un retrato social de la Lima de hoy –que podría ser cualquier otra urbe del continente americano- al que se asoman el terrorismo, la inmigración, el sexo, la crisis económica, y los excesos de la política y la prensa. Telón de fondo que vislumbramos a través de los ojos de un turbado Jeremías, camino de su destino en su dantesco periplo a los implacables bajos fondos de la ciudad gris.

Martín Mucha es un joven escritor y periodista peruano

Martín Mucha, escritor y periodista, nació en Lima en 1977. En 1996 ganó los Juegos Florales de Poesía de la Pontificia Universidad Católica de Perú. Publica sus trabajos periodísticos en los suplementos semanales Crónica y Magazine del diario El Mundo. Estudió en el último taller de periodismo narrativo que dictó Ryszard Kapuscinski, gracias a una beca de la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez. En 2007 ganó el Premio Rey de España de Periodismo por sus reportajes sobre inmigración. Tus ojos en una ciudad gris, primera novela de Martín Mucha, ha resultado finalista del Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones 2010.

¿Cuáles son los ejes argumentales de Tus ojos en una ciudad gris?
Es una road movie en novela, en autobús. Es la vida de Jeremías Carpio que vive un pleno cambio generacional. Es la historia de un chico que descubre un día que existe un muro en su ciudad que divide su mundo, del de otros, un muro para los otros, donde viven mejor que él. Y se pregunta qué de malo ha hecho para estar en ese lado. En el lado pobre. Se habla de la mentira como arma para sobrevivir, de la búsqueda del silencio como respuesta. Retrata un mundo que es un mix de playstation, fútbol, amores efímeros y online. Describe esa soledad contemporánea, a los que no entienden su lugar en el mundo, pero tampoco hacen nada por cambiarlo. Quizás un retrato de la generación que vive hoy el boom Facebook y de las redes sociales. Tácitamente, sin mencionarlas.

¿Cuánto de autobiográfico hay en su novela?
Es una acumulación de historias de mi ciudad, de mi país. La vida en el interior de los autobuses y las combis. Su mundo interno, la soledad, las alegrías… Las esperanzas incluso. Es un retrato escrito desde alguien que ha conocido íntimamente dos de las caras de la sociedad peruana; la de los muy ricos y la de los pobres. En ambas crecí. Aunque nací en un pueblo joven, una chabola dirían en España… Mi madre fue sirvienta en una casa de gente acomodada.

¿Cuáles son los males y las virtudes del ciudadano contemporáneo, el que hace referencia siempre en esta su primera obra narrativa?
Creo que vivimos una época de desamor. Ese es uno de los ejes narrativos. Es una época donde el desamor vence al amor y, sin darnos cuenta, eso nos atrapa. Nos cambia nuestra visión del mundo. Nuestra cosmovisión es menos onírica que antaño. Más fría, más sexual. “El deseo define a los seres imperfectos”, cree el protagonista. Y creo que esa también es una virtud.

En la historia resuenan temas como el terrorismo, la inmigración, la crisis… ¿Por qué abordarlos hoy? ¿Cree que ante la falta de memoria histórica de la gente deben retomarse esos asuntos siempre?
El terrorismo fue un cáncer. Esa pelea del campo contra la ciudad, que al principio veíamos así erróneamente. Era un mundo que a los limeños, los de la capital, nos parecía muy lejano. Hasta que las bombas llegaron a la Ciudad de los Reyes, el terrorismo era un fenómeno de indios rebeldes, “de cholos”, dijo un ministro. Hasta que las bombas nos estallaron en la cara. La migración del campo a la ciudad marcó a mi país. Mi abuelo llegó así a Lima. Y así crecí. Después esa misma gente, años después haría las maletas hacía Europa. La prensa es el retrato de los fenómenos sociales. La crisis ha perseguido a mi país siempre. Nos marcó, nos tatuó el miedo a la debacle. A perderlo todo con un decreto oficial. Hay que recordarlo. Hay que aprender que la vida es cíclica. Que no todo va hacia arriba, que se cae.

En suma, Jeremías viaja por su ciudad, que podría ser cualquier ciudad del mundo y, a la vez, solo podría ser Lima, siempre se siente que es como un ciudadano contemporáneo, un solitario del siglo XXI…
Jeremías vive en una ciudad con cerca de 10 millones de habitantes. Que se recorre en autobús en horas. Que experimenta y recuerda, que vive en una urbe que maneja internet como pocas en el mundo. Que ha vivido una guerra civil. Que tuvo y tiene niveles de violencia cotidiana. Donde apenas se puede caminar por las calles sin temor a ser asaltado. Todo eso se condensa allí, donde un grupúsculo de seres humanos viajan apretujados. Con las mismas reglas, pero en pequeño, y viven las mayores soledades. Se ultraja. Se asalta. Se enamoran también.

¿Las pantallas de la combi -un minibús- son como monitores de la realidad? Los imaginaba como pantallas de alta resolución para ver ese mundo gris, asombroso y real, espantoso, que llega a ser el mundo en una ciudad que va camino de ser una megalópolis. Lo extraño es que en mi país mucha gente no tiene tiempo de mirar, y mucho menos de analizar su propia realidad.
Es un punto crucial el muro que existe entre esa zona rica y esa zona paupérrima. Esa sociedad que no quiere ver que está dividida. Es la esencia de Tus ojos en una ciudad gris. Cuando elucubraba mi posible portada, era una imagen de Google Earth que muestra ese muro. Revela las dos clases sociales, la distancia entre unos y otros. A un lado, las mansiones con piscinas y comodidades increíbles. Al otro, las chabolas, las casas de paredes de desechos… Está allí y nadie escribe de ella. Está allí y nadie quiere verla. Yo crecí en el lado pobre. Pero no es un retrato pesimista ni crítico. Es lo que sucede. Es un reflejo de lo que olvidamos en el camino. Dos mundos que no se encuentran excepto en el mundo de la ficción.

Jeremías pensaba que no “era parte de ninguna revolución, ni transformación”. ¿Qué busca usted al mostrar este muro?
Tampoco creo que sea revolucionario. Mi escrito está hecho para mostrar, no para arrinconar. Quizás el olvido está dado porque la mayoría de los escritores peruanos que son famosos en Europa provienen de la clase media alta o alta a secas. Los pobres, quizás desde César Vallejo, no han tenido voz aquí. No es por discriminación, seguro, es porque sencillamente no tuvieron la oportunidad. Talento existe y excesivo, creo. Yo solo cuento esa parte que he visto que nadie escribe, que creo que vale la pena que se relate. Por su vitalidad.

El fútbol para tus personajes es un antídoto para canalizar la rabia, las frustraciones, las diferencias...
Sí, y lo hacen en el campo y en la Playstation. Son dos campos distintos, pero son las mismas sensaciones. El lugar donde se desahogan por ser quienes son. Donde se exculpan las penas de amor o las infidelidades. Donde se puede soñar con vivir la alegría de ganar la Champions o la Copa Libertadores, solo venciendo en un partido de universidad. La estructura narrativa se basa en frases cortas, mínimas. Es extremadamente visual.

El jurado del premio decía que “fluye limpiamente”… ¿De dónde proviene esa sintaxis? ¿La tecnología -redes sociales, móviles- influyen?
Es una mezcla de narrativa clásica, con mucha influencia del estilo de los japoneses de escribir, poesía, facebook y lenguaje de smarthphones. Lo último quizás porque fue editado y corregido –en gran parte- en móviles de última generación, en vehículos de transporte público en Los Angeles, Berlín, New York, Marruecos, Zurich, Río de Janeiro y un largo etcétera. Este es el extraño cóctel del que nace la novela. La brevedad de las oraciones funciona perfectamente en periodismo y poesía, aunque sean géneros distintos, y permite que el lector no tarde en leer y captar ideas. Busco que la novela se lea en pocas horas y que se relea pronto buscándole segundas lecturas, que las tiene.

La novela tiene dos partes. Una lineal y un epílogo coral, con muchas voces… ¿Por qué?
Refleja mi forma de ver la sociedad contemporánea. Somos uno y lo que opinan de nosotros, lo que creen que piensan. Así se ve cómo nos equivocamos. Nuestras mentiras, nuestras verdades. Lo que somos. Solo eso.

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