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Entrevista a John Michael Heittman: “Decidí inspirarme en el Alakrana, para hacer toda una amalgama con los hechos ocurridos en cientos de secuestros”

Por Alberto Pertejo-Barrena
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Piratas en el horizonte
Piratas en el horizonte

John Michael Heittman es un joven escritor madrileño que ronda la treintena. Con Piratas en el horizonte debuta en la literatura después de un periplo de haber vivido en la ciudad de Medellín en Colombia. Su novela tiene muchos paralelismos con el secuestro del Alakrana y la piratería que está teniendo lugar en las costas de Somalia y del Cuerno de África.

El autor dice ser víctima de la LOGSE y por eso, dice, acentúa mal las palabras. No le crean, su novela está muy bien escrita, con un sentido muy cinematográfico y está llamada a ser una de las grandes sorpresas de la próxima Feria del Libro. En la entrevista desvela muchos de sus secretos y estoy seguro de que les va a encantar lo que cuenta, cómo lo cuenta, la trama y el misterio que envuelve a toda la novela.

A un año del secuestro del Alakrana nos estamos encontrando con multitud de libros, series y películas que abordan el problema de la piratería en Somalia. Ante una oleada de este tipo no puede uno dejar de preguntarse qué las hace diferentes o por qué deberían resultar atractivas. Y frente al autor de una de esas obras, no tengo más remedio que preguntarle a John Michael Heittman, en primer lugar, ¿qué hace a su novela diferente a todo lo que nos vamos a encontrar estos días?

Bueno, la lista podría ser larga. Desde un punto de vista puramente literario sin duda la técnica, el ritmo, el estilo y la adicción que produce el texto. De un tiempo a esta parte los autores en general tienden a rellenar en mayor o menor medida para extender las obras un poco más. Créame, en el mundo editorial el tamaño importa (risas). Yo sin embargo tuve que recortar un poco para que no fuera una novela demasiado larga. Y le puedo asegurar sin ningún género de dudas que la novela engancha desde la primera página hasta la última. Es más, estoy tan seguro de ello que reto a cualquiera a empezar a leerla desde cualquier página, del principio, de la mitad o del final. Más de uno solo se dará cuenta de que lleva de pie en la librería un buen rato cuando el dueño le pregunte si quiere una silla o si va a llevarse el libro a casa.

Ahora bien, desde el punto de vista de la historia, ese ya es otro tema. Entiendo y comprendo que la gente haya preferido enfocarse en el drama y las vivencias de los marineros del Alakrana y sus familias, pero esa no es la intención de esta novela, y más después de la experiencia que he tenido mientras la escribía. He preferido escribir una obra cercana a las vivencias de los pescadores, pero sin abusar del drama que no es lo mío. Obviamente los marineros secuestrados son en gran medida los protagonistas, pero yo no he olvidado a los militares que se jugaron la vida por ellos. Por eso la obra es también muy cercana a los soldados del operativo Atalanta. Y podría seguir señalando cosas que hacen especial a esta obra, pero insisto en que la lista podría ser muy larga.

Hablaba de las experiencias que tuvo mientras la escribía, ¿a qué se refiere exactamente?

Verá, en un principio se trataba de una obra mucho más cercana a todo lo que está surgiendo estos días. Yo quise hablar con familiares de los marineros, e investigando un poco pude hallar al padre del capitán del atunero. Hablé con él por teléfono con la intención de obtener información que me pudiera ayudar a escribir la obra. El secuestro todavía estaba en pleno desarrollo y hacía poco que habían bajado a tierra a tres de los marineros, supuestamente. Seguro que muchos recordarán aquel ya mítico “sabemos dónde están, sabemos que están bien” de la Ministra de Defensa. Al final no sabían ninguna de las dos cosas, pero en ese momento los familiares pensaban que habían bajado a tres de los suyos y los iban a ejecutar. Además el ambiente estaba cargado por las manipulaciones y amenazas de los políticos a los familiares, y yo pensé que me iba a encontrar a un padre enojado, indignado. En vez de eso me encontré con un hombre que estaba completamente desesperanzado. Cuando escuché su voz por teléfono se me rompió el corazón. Fue muy amable conmigo, pero estaba angustiado y muy preocupado por lo que pudiera pasarle a su hijo. Entonces me sentí como una rata por haberlo llamado, le pedí disculpas y colgué. No hablamos más de tres minutos, pero fue suficiente para darme cuenta de que no podía tirar por ahí. Y que tampoco podía inventarme lo que había pasado en esos días de secuestro. Estaba claro que no podía escribir sobre el Alakrana inventándome lo sucedido o faltando a la verdad, y de camino faltando al respeto a esas familias. Así que le di un giro completo a la historia y quité todo lo que había empezado a escribir. Regresé al origen, a lo que me motivó a escribirla.

¿Y cuál es esa motivación?

Hay un detonante y sin duda es la actuación de los políticos, el mangoneo obsceno y constante que tuvieron con los militares, y las continuas metidas de pata en la gestión de la crisis. Yo estaba en Colombia entonces, y veía las noticias y leía los periódicos por internet. Me hervía la sangre, estaba indignado. Y comencé a escribir. Aquel día le dije a mi mujer que iba a escribir sobre el Alakrana, y ella me preguntó si realmente lo iba a publicar. Mi mujer es el mejor corrector y analista editorial que he conocido en mi vida (risas) y me hizo pensar. Una novela así iba a llamar mucho la atención y podría levantar polémica. Soy una persona tranquila, así que la idea de tanta agitación me puso nervioso. Entonces recordé unas palabras que me dijo Arturo Pérez Reverte una vez, hace años, acerca de matar de cerca, o sea mojarse a la hora de hablar de lo que ocurre. Y pensé, de perdidos al río. Estaba cansado de que los políticos se escudaran tras los militares para disimular sus errores.

Pero realmente el libro no trata del secuestro del Alakrana.

Eso es correcto, pero incompleto. Me explico. Decidí no escribir sobre los familiares, pero sí quería escribir sobre el secuestro del atunero. Aunque estando en Colombia no me quedaba más remedio que tirar de videoconferencia y correo postal rápido para documentarme correctamente, ya que no podía dejar mi trabajo allí. Tengo mucha gente a la que agradecer su ayuda en esta obra, la mayoría de ellos me nutrieron de información de calidad y de primera mano. Precisamente por eso no quieren aparecer en los agradecimientos (risas). Usted ya me entiende.

La cuestión es que cuanto más me documentaba más quería saber, más quería leer. Y poco a poco fui descubriendo datos aterradores sobre el negocio de la piratería en Somalia, también sobre las barbaridades que se han estado haciendo en las costas somalíes por parte de gente sin escrúpulos que se aprovechaba del vacío de poder. Pero nada de eso tiene que ver con el secuestro de atuneros, que no es más que un negocio de inversión para algunos empresarios africanos, y no africanos.

Así que decidí inspirarme en el Alakrana, para hacer toda una amalgama con los hechos ocurridos en cientos de secuestros que han tenido lugar en esas aguas últimamente. O lo que es lo mismo, se trata de la historia del Alakrana, o del Playa de Bakio, o del Faina o del Ariana etcétera. En concreto, la historia de este último es la más aterradora de todas. Realmente la comunidad internacional debería sentirse avergonzada de permitir que casos como el del Ariana sigan ocurriendo. Lamentable, realmente lamentable. Es imposible no sentirse sobrecogido por el dolor y el drama de estas personas. Creo que ha quedado perfectamente plasmado en la obra. Sé que es una novela dura. Soy consciente que va a herir sensibilidades, pero se trata de realidades duras que inspiran una obra de ficción que pretende ir más allá de lo políticamente correcto. Esa es la explicación de por qué al principio de la obra dice que se trata de una novela “inspirada” y no “basada” en hechos reales.

¿Piratas en el horizonte es una novela bélica?

Rotundamente no. Al menos para mí. No me gusta esa etiqueta, y creo que si se lee con calma y con tiempo la gente se dará cuenta de que los protagonistas no son los militares, ni los marineros. El protagonismo recae en las decisiones, en la gestión de la crisis. O lo que es lo mismo, en los piratas de despacho. La historia no es más que un hilo conductor para abordar diversos temas. La vida, la muerte, hacer lo correcto, el sacrificio, las tragedias que se están viviendo en Somalia cada día.


Es una trama que la hace algo mucho más complejo que una novela bélica. No me gustan las etiquetas, pero si tuviera que ponerle una diría que es una novela de acción. Aunque creo que es una novela mucho más profunda que las historias de acción a las que estamos acostumbrados. He tratado de que el lector esté ahí, en la escena, dentro de ella, junto al narrador. Observando cómo llueven las balas, cómo la vida adquiere un valor irrisorio en una región que está sumida en la pobreza y el caos más absolutos. Quiero que el lector salga por un momento de la burbuja en la que vive el mundo occidental y se asome a través del libro a ver el mundo real.

La obra se ve dividida en dos partes muy claras, ¿era necesario llevar al lector a Afganistán?

Sin duda. No se puede escribir una obra sobre un secuestro tan largo y esperar que el lector no tire tu novela a la basura cuando se aburra. Al fin y al cabo se trata de una novela. Había que buscar un modo de no caer en el relleno. Odio rellenar, nunca lo he hecho y nunca lo haré. Todo escritor que se enorgullezca de su profesión debe aspirar a que ni una sola página de sus obras sea prescindible. Ese fue otro aliciente a la idea de enfocar la historia desde un punto de vista más... militar.


El Tercio es una unidad de élite que se encuentra englobada dentro de la EADA, pero que viene a ser relativamente independiente. Es la unidad que acabará viéndose obligada a intervenir en Somalia, al principio son enviados a Afganistán. Pero realmente solo están allí unos días.

¿La situación en Afganistán merecía un trozo de la novela?

La situación en Afganistán merece mucho más que unas páginas en una novela sobre piratería en Somalia. Pero eso es algo que ya estamos resolviendo. Habrá más de El Tercio y habrá más sobre Afganistán. Algunas de esas escenas de la novela me llevaron al límite de mi capacidad para documentarme, no tuve más remedio que tirar de teléfono y hablar con gente que me facilitó información de buena calidad, sobre el terreno.

¿En 2009 la situación era realmente tan crítica para las tropas españolas desplegadas en Afganistán?

Como para echarse a temblar. Cualquier día nos levantaremos con una noticia trágica, y de nuevo los políticos se lanzarán piedras entre ellos. Mientras, el nombre y la credibilidad de España queda por los suelos. Los soldados están atados de pies y manos por las Reglas de Compromiso que establece el gobierno. Y la OTAN empieza a estar francamente harta de la actitud del despliegue español. Hay demasiados generales italianos, alemanes y americanos exigiendo que los soldados españoles empiecen a hacer su trabajo o se vayan. Internet está plagado de blogs de soldados y periodistas estadounidenses que hablan de la cobardía de las tropas españolas. Obviamente no saben que el problema no son los soldados españoles, sino los políticos que no permiten que hagan su trabajo.

Me da la impresión de que no le gustan los políticos

Mientras más lejos mejor. Todos. Sean del partido que sean. Hace mucho que dejé de creer en las mentiras de los políticos. Tengo más fe en Dios que en ellos. Los únicos que he visto con un poco de sentido común, en lo que se refiere a la piratería al menos, son los del PNV, cuando pidieron que se embarcaran militares en los atuneros. Ahora, en vez de eso, tenemos seguridad privada. Algo a todas luces ilegal según Convemar.

Los políticos españoles no tienen ni idea de gestionar una crisis. Lo demostró el PP con el Prestige, la Guerra de Irak y con el 11-M, y el PSOE también lo ha demostrado con la piratería, con Venezuela, con Afganistán y con la crisis de Marruecos. Es algo general, a todos los niveles. Solo hay que ver el caos en el que se convierte este país cuando cae una nevada. Son incapaces de ponerse de acuerdo ni para echar sal.


En este país no hay políticos profesionales. Yo siempre digo que no tenemos los políticos que necesitamos, pero sí los que nos merecemos por haberlos votado.


Bueno, volviendo a la novela, hay varias cosas que destacar. De entre todos los personajes, llama mucho la atención uno en particular. ¿Qué puede contarme de Black Velvet?

Es una pesadilla (risas). Yo hago trampa. Preparo el trabajo mientras duermo. Desde que era pequeño sueño historias muy complejas, cuando me quedaba dormido con algún tipo de música. Así que cuando me despertaba corría a sacar un cuaderno del colegio y las escribía para no olvidarlas. Tengo en el disco duro más de veinte obras para escribir. Es una ventaja enorme (risas). Trabajo mientras duermo.


Así que ella es una de esas historias, pero es una pesadilla que tuve hace unos años. Es un personaje inspirado también en varios hechos reales. La historia de Betancourt, su origen, sus habilidades, etc. Además, la capacidad que le otorga el traje no es ficción. Dos de los científicos que menciono en la obra han recibido el Premio Nobel este año, precisamente por la tecnología que usa Black Velvet. Aunque supongo que ninguno de ellos ha pensado en ese uso... o quizás sí.

Sirach resulta también muy peculiar. ¿Al final el CNI sí perdió un millón de dólares, según usted?

Bueno, vayamos por partes. Yo no sé si al CNI le estafaron un millón de dólares o no. En la novela aparece esto porque me pareció un capitulo muy interesante. No tiro la piedra y escondo la mano, que conste. En mi novela el CNI sí pierde un millón de dólares, es cierto. Pero en la realidad, lo dudo mucho. Aunque hace poco ha ocurrido un caso parecido con un líder talibán que resultó que era un estafador. No pasaría nada si les ocurrió de verdad. Pero ya le digo que yo no me lo creo. En el CNI son muy profesionales.

Por otro lado, Sirach es otro personaje para echarle a comer a parte. Aporta una visión extraña a la historia. No quise usar personajes perfectos. En la guerra no hay caballeros blancos inmaculados con un historial intachable. Eso es mentira. En la guerra de verdad te encuentras gente de todos los colores, todas las regiones, todas las ideologías y todas las mentalidades. Te encuentras gente buena, gente mala y gente que en vez de llevar un uniforme debería llevar cadenas en pies y manos, como el propio Salgado, el líder de El Tercio. Por eso no hay personajes perfectos en esta novela. El que quiera leer diálogos políticamente correctos y personajes ideales tiene miles de autores entre los que escoger.

¿Se le ocurre alguno ahora?

No me tire de la lengua.

¿La inclusión de mujeres militares en la novela sirve como atractivo para el público femenino?

Sinceramente, no he pensado en eso. La mejor manera de atraer al público, sea del género que sea, es escribir una buena novela. Y si es la primera con más razón, debe ser perfecta. Por otro lado, las mujeres en el Ejército vienen a ser lo mismo que los hombres. O sea, militares. No hay militares y “militaras”.


Me explico. Hay buenos soldados y malos soldados, con las mujeres en el Ejército pasa exactamente lo mismo. Corren, saltan, disparan, sangran, matan y mueren como cualquier hombre. He conocido algunas que harían llorar de miedo a más de uno solo con una mala mirada. En algo son superiores por naturaleza, en el manejo del estrés y del miedo. Algunas tienen una sangre fría que impresiona. De las buenas soldados siempre te acuerdas a lo largo de tu vida, a las malas las olvidas a los diez minutos. Exactamente igual que con los malos soldados.

¿Puedo preguntar lo mismo sobre los soldados extranjeros?

Puedes preguntar lo que tú quieras, es tu entrevista.

La inclusión de extranjeros en la novela responde a una realidad. Sé que hay gente que por diversos motivos no quiere a extranjeros en las Fuerzas Armadas. Yo sí los quiero. Sobre todo si son latinos. He tenido compañeros latinos y se han ganado siempre el respeto con trabajo. Obviamente, como en todo, hay gente a la que le gusta trabajar y hay gente a la que no. Hay excepciones, claro. Pero por lo general, los latinoamericanos son unos soldados excelentes. Vienen “de serie” equipados con unas cualidades físicas que nos superan en mucho, y es gente muy trabajadora.


Ejemplo, tropas latinoamericanas despejando el hospital de Nayaf en Irak, cuando se nos echaron encima cientos de insurgentes y casi aniquilan la base española. Poco antes de la retirada.

Bueno. Ya para terminar. El final de la novela es espectacular y muy inquietante, sobre todo para la gente que vive en Madrid. ¿Podría hablarnos un poco del final y de lo que está preparando John Michael Heittman para los próximos meses?

Sí, podría. Pero el final lo debe descubrir cada lector. Y sobre lo que se avecina, eso “Nadie” lo sabe.

¿Nadie?

“Nadie” (risas). Nadie es el nombre de un personaje. No te puedo decir más.

Pues solo me queda preguntarle, ¿quién es “Sentencia” y quien es “Diciembre”? ¿Qué tienen que ver con lo que se avecina?

Pero Heittman resulta ser tan misterioso como sus propios personajes. Se tapa los labios con el dedo y me guiña un ojo. No va a contarme más. Solo me queda despedirme, agradecer el tiempo concedido y desearle mucha suerte.

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