La conversación en su domicilio comienza con las chanzas correspondientes a ganar el joven, pero ya prestigioso galardón, que concede la Fundación Francisco Umbral. "Alguien nos ha dicho que Galaxia Gutenberg tiene comprados a los jurados; primero ganó Manuel Longares con Las cuatro esquinas y ahora yo con La cabeza en llamas, dice risueño a modo de bienvenida. Ahora sólo falta que lo gane el año que viene Juan Eduardo Zúñiga y así los tres amigos habrán conseguido el mismo galardón.
"Para mí, que soy un escritor que no se presenta a los premios literarios, el recibir uno es una noticia muy grata", cuenta pausado, casi como son los protagonistas de sus obras, aunque Luis Mateo Díez es un escritor muy prolífico, sobre todo desde que se jubiló como funcionario del ayuntamiento de Madrid, "por eso tengo que tener dos editoriales, una sola no podría con toda mi producción", cuenta sonriendo.
"Fábulas del sentimiento son un proyecto de diez años, un libro definitivo donde se recogen las novelas cortas que han ido apareciendo de tres en tres en cuatro volúmenes durante esos años, pero ya antes tenía planificado publicar un libro donde se recogiesen todas estas fábulas. Ahora las he reescrito y las he ordenado para que al lector le pueda ser más fácil su lectura, con nuevas vías de acceso que hagan que su lectura sea más propicia", explica el autor de Villablino.
Aunque diga eso, las fábulas tuvieron muy buena acogida la primera vez que se publicaron. Estas doce novelas cortas están llenas de emociones y sentimientos y "tienen las mismas pautas de comportamiento que tienen muchos de mis personajes y muchas tramas de mis obras. Era un proyecto muy ambicioso que ha durado trece años", relata calmado.
Las fábulas contenidas en esta edición tienen varias técnicas narrativas. En unas es el narrador omnisciente el que va dirigiendo la trama, otras están escritas en primera persona, ganando así en cercanía y en otras una mezcla de las dos. "Intento hacer que se vea un mundo más amplio, incluso utilizando un narrador oculto en ocasiones", subraya Luis Mateo Díez en la conversación que mantuvimos.
"En mi obra me he marcado un territorio, una provincia imaginaria, Celama, que está ubicada en el noroeste de la península y en estas fábulas he utilizado las ciudades y el territorio del suroeste de esa provincia, una zona nebulosa, con un punto fantasmagórico, atemporal, aunque hay una sensación de posguerra, donde la atmósfera tiene muchos elementos oníricos", cuenta el autor.
"No son historias de misterio, pero hay misterio en mis fábulas", añade. El escritor leonés comenzó siendo un escritor realista. Según ha ido desarrollado su carrera, ha ido desrrealizándose, convirtiéndose en un escritor de la irrealidad, con un tono común que es la conciencia de la fragilidad humana, "los seres humanos somos extremadamente frágiles y también muy complejos". Eso es lo que refleja en sus fábulas, que beben de la mejor tradición cervantina.
El tono común de estas doce novelas cortas es la conciencia de fragilidad humana. "Yo he urdido unas historias que viven un momento extraño, que los protagonistas están perdidos en la vida, que tienen convicciones fuertes y una filosofía de la existencia que deriva del sentimiento y que al lector le suscite elementos metafóricos", así es el mapa de estos doce relatos largos que ha ido escribiendo a lo largo de tantos años y que tienen un denominador común: "todos los protagonistas son dueños de un secreto que les inquieta".
Y esos protagonistas se encuentran en los sitios más insospechados, en pensiones u hoteles de mala muerte, el ferrocarril, siempre presente en sus viajes, en calles brumosas y acuosas, en cafés de comienzos del siglo anterior, en lugares intemporales, irreales e inquietantes como arquetipos de una sociedad que no sabe hacia dónde camina. Esa es la atmósfera en que le gusta moverse al autor leonés con tramas un poco sorpresivas, donde el amor y el desamor, la amistad y las desamistad, el dolor y el placer, la felicidad y la infelicidad se dan la mano y cabalgan juntas por la vida.
Y en todo ese tono sombrío y tragicómico, como le gusta señalar a Luis Mateo Díez hay mucha orfandad, muchos elementos simbólicos que se observan desde una perspectiva psicológica, "el ser humano está huérfano y abandonado", precisa y continúa diciendo: "estamos desarraigados, somos huérfanos vitales o espirituales".
Para el autor, sus fábulas "no son historias leves". Están llenas de placer y de perturbación al mismo tiempo en una escritura reveladora en donde no se acaba de decir todo, pero en la que sí se hacen incursiones en el alma de las personas para "encontrar el espejo de uno mismo, los puntos en común que te ayudan a conocerte mejor a ti mismo", señala el novelista y fabulista cervantino.
Pese a que las fábulas son intemporales y el marco también, "están escritas desde la actualidad, pertenecen al ahora mismo, están llenas de la desazón y de la zozobra del presente. La realidad me desasosiega y me da pesadumbre", razona. De ahí que sus fábulas tengan tanto sentimiento y emociones ocultas, que busquen lo más hondo posible y que vayan a la raíz de la conciencia que somos.
Al final, la pregunta que surge de la lectura del libro es ¿qué es la vida? Y Luis Mateo Díez lo sabe perfectamente y así responde: "un asunto a resolver", que tiene millones de variables y millones de resoluciones. Fábulas del sentimiento te acercan a la resolución de millones de ellas.
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