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"El Testamento de la Rosa" de Heberto de Sysmo

Por Gregorio Muelas Bermúdez
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
'El Testamento de la Rosa' de Heberto de Sysmo

Heberto de Sysmo, seudónimo literario del escritor valenciano José Antonio Olmedo López-Amor, es un autor con una proyección meteórica, que en apenas dos años ha pasado de ser una promesa a un valor firme y seguro, los numerosos premios y menciones que ha cosechado durante este período avalan su ascendente trayectoria, que permite vaticinar una carrera tan perdurable como exitosa.

Su nuevo poemario, El Testamento de la Rosa, publicado por ediciones Cardeñoso y finalista en el VI Certamen de Poesía “Poeta Juan Calderón Matador” 2014, se trata de su segundo poemario publicado y el primero en solitario, pues el anterior, Luces de Antimonio, volumen XI de la Colección “Algo que Decir” del Ateneo Blasco Ibáñez, lo publicó en noviembre de 2011 con su tío, Okoriades Varacri. En ese primer poemario Heberto de Sysmo reunió en 250 páginas composiciones de las más diversa índole, desde poemas de juventud a otros experimentales, donde ya se advierte la inquietud y afán de superación y riesgo de un autor conocedor de la obligación del poeta de crear lenguaje, de innovar e incorporar nuevos registros, en este sentido Heberto es un sagaz investigador del lenguaje y notable creador de neologismos, que además gusta de rescatar arcaísmos y cultismos para enriquecer y embellecer su discurso, siempre desde el respeto a la tradición clásica, siendo un gran cultivador de su forma más perfecta, el soneto, el cual practica tanto en rima consonante como en verso blanco.

Sin embargo aquí, en El Testamento de la Rosa, Heberto no se deja llevar por los cantos de sirena de la poesía clásica y decide apostar por una forma y un lenguaje más contemporáneo, acorde con los tiempos de crisis que nos toca vivir, así el poeta adapta su lenguaje a la realidad para cantar sin desencanto las muchas virtudes que aún nos quedan y denunciar algunos, si no todos, de los grandes defectos que nos acucian, pues Heberto es consciente, como intelectual activo y comprometido, que sólo por el lenguaje se puede dar el cambio, un cambio de rumbo que nos encauce en la dirección correcta.

Heberto tiene la virtud y la osadía de adoptar un símbolo en apariencia tan manido como la rosa para darle una magistral vuelta de tuerca y mostrarnos un rostro nada amable de las circunstancias y las cosas que conforman nuestro mundo. Así la rosa se muestra frágil en la intemperie de los hombres, pero también incólume frente a las adversidades y es su obstinada resistencia la que permite invocar a la esperanza como una mota de luz esplendente en la oscuridad.

Con un lenguaje altamente expresivo, rico en matices y sugerente en extremo, Heberto se hace eco de los problemas sociales con un aguda crítica que denuncia la inacción y el conformismo que devienen en una general ausencia de compromiso, que se manifiesta en un gran silencio colectivo que no hace más que otorgar legitimidad a una injusticia cada vez más institucionalizada.

Los versos de Heberto de Sysmo nos sumergen en un viaje iniciático por espacios urbanos e infectos, entre tinieblas. Callejuelas, suburbios, infaustas avenidas, son el escenario de una cruenta lucha entre el bien y el mal, entre la virtud y el pecado, pero donde aún es posible el milagro, pues el espíritu, aunque moribundo, aún late como un corazón delator, como posible y necesario recinto de subversión frente al desigual orden establecido.

El volumen, que Heberto dedica a su madre (rosa entre las rosas), se abre con un extenso y apasionado prólogo del poeta valenciano Blas Muñoz Pizarro, que con acierto titula Atrio y donde dialoga con el autor al hilo de las reflexiones que con agudeza e ingenio va trazando sobre los diferentes aspectos que integran el libro, desgranando el contenido de las diversas partes y culminando con una sentida coda personal donde da cuenta de su fraternal amistad con los mejores deseos para un poeta y un poemario que desde el mismo título, tan hermoso y sugerente como el dibujo de la portada, obra del joven pintor surrealista valenciano Julio Viadel, son el bello prolegómeno de un libro que se articula en torno a tres grandes apartados: Imperfección, Transformación y Revelación, a través de los cuales asistimos a un trepidante proceso metamórfico, donde la rosa, alter ego del autor, es testigo, entre frescas fragancias y pestilentes efluvios, de la erosión de los valores, de la caída en un tiempo de abulia y desazón. No obstante, el testamento que erigen estos versos lejos de ser la última voluntad de una esperanza ninguneada por múltiples intereses, acaba siendo un eficaz revulsivo contra la falta de fe y bondad en el mundo. En consonancia resulta muy efectiva la manera sutil de intercalar breves poemas en cursiva a modo de contrapunto, como necesario asidero para el lector activo, como si la voz de la esperanza articulara un discurso paralelo.

En la primera parte, Imperfección, advertimos un tono oscuro y expresionista, así los dos primeros poemas, “Espectros en la niebla” y “No hay Dios en los suburbios” dan cuenta de una realidad tan cruda como fantasmagórica merced a un empleo febril de la metáfora y un vocabulario tan coloquial como erudito. En el tercer poema, “Una obra maestra”, sin embargo, el autor introduce un tono sentimental y melancólico, se trata de una elegía anticipada, donde el autor reflexiona sobre ese fin ineluctable al que nos condena la vida. En “Darte de mí” y “Muda de prejuicios” Heberto realiza un malabarista ejercicio de autocrítica que parte de la imperfección congénita del ser humano: yo sólo alcanzo a ser el molde/ de un medio hombre, imperfecto:/ un medio acantilado/ buscando esa mitad del vértigo/ que lo devuelva a ser montaña, y no abismo; para alcanzar el ejemplo de perfección de la rosa que aunque maculada nos sigue mostrando su belleza exultante, primorosa, limpia de prejuicios. “Los lenguajes imperfectos” es un poema ecléctico, donde Heberto se sirve con destreza del paralelismo para trazar un puente entre la palabra y el silencio, entre la insuficiencia del lenguaje y la locuacidad del deseo. Loable lección la de la rosa que clama a la gallardía del ser humano como mejor aval para aletargar el paso de una esperanza que aunque efímera se hace necesaria para provocar el cambio.

En la segunda parte, “Transformación”, asistimos a la irrupción de la luz de una conciencia que invoca a la esperanza, que a pesar de los numerosos infortunios aún sigue creyendo en ella, que es capaz de respirar el flagrante perfume que emana de la rosa pisoteada, sangrante, y donde sólo el amor, verdadero mensaje de la rosa, puede redimirnos de la mentira, de la maldad, del odio. En esta parte los poemas son más breves y los versos más densos, donde Heberto hace gala de un lenguaje tan elocuente como excelso pues nos seduce su belleza y nos conciencia su sentido.

La tercera parte, “Revelación”, está integrada por dos poemas de ritmo endecasílabo y un tercero parisílabo, donde el autor nos revela quién somos: cuerpo destinado a arder en la venida del invierno; el enemigo íntimo que anida en nuestro interior y que muestra su rostro cada vez que nos asomamos al espejo; aquel que lucha con denuedo, hasta la extenuación, en la linde del sueño, para alcanzar el mensaje divino.

La obra se cierra con un epílogo del que firma estas palabras, donde pretendo resaltar la vigencia y trascendencia de la rosa, con todo su simbolismo, frente a la inmanencia de la oscuridad, que la cerca y lacera, y sobre todo demostrar que el empleo de un lenguaje lúcido y simbólico también sirve para denunciar los grandes males de nuestro tiempo.

En conclusión, Heberto de Sysmo nos ofrece una poética que incide en aspectos tan actuales como eternos, que a pesar de su enfoque testamentario pretende ser todo lo contrario, principio y no fin, a través de un mensaje tan delicado y sugestivo como ese personaje principal que recorre las páginas de un libro muy recomendable para este tiempo de crisis de conciencia y de concienciación.

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