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Luchino Visconti

11/12/2023@06:06:00
El jueves había asistido, invitado por mi amigo Santiago Martín Bermúdez, al colosal concierto de Daniil Trifonov; o al menos para mí, que quedé anonadado al concluir la primera parte con las Variations sérieuses (1841), de Félix Mendelssohn, tras la Suite en La menor (1727), de Rameau, y la Sonata nº 12 (1784), de Mozart; y eso que aún me aguardaba, después del descanso, la mefistofélica Sonata nº 29 o Grosse Sonate für das Hammmerklavier (1817), de Beethoven, más tres propinas deliciosas ya con todo el Auditorio Nacional en pie y ardiéndole las manos de aplaudir; cuando, no había transcurrido ni dos días, supe por mera casualidad que se cumplía el centenario de María Callas.

Lo tenía decidido; iba a escribirles sobre Juan Eduardo Cirlot con motivo del cincuentenario de su muerte, sobre todo, porque me resulta un tipo demasiado insólito para su tiempo, la plúmbea postguerra, incluso para su ciudad, Barcelona, por más que se lo intente encuadrar en el luminoso Dau al set. Por si fuera poco, durante mi último artículo les había hablado de Carlos Edmundo de Ory, con quien mantuvo una curiosa correspondencia a principios de los cincuenta y con quien la crítica lo empareja por la mera imposibilidad de situar a estos dos poetas en algún grupo.
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