“Hugo, el protagonista, es un personaje que está muy concebido desde antes empezar la obra. No empiezo a escribir hasta que no lo tengo pensado, todo los elementos de la novela tiene que estar muy medidos, aunque en alguna ocasión me salgo un poco del guión”, cuenta el escritor en la entrevista que mantuvimos en la cafetería de un conocido hotel de la Gran Vía madrileña mientras tomábamos un café.
Cuando termina de escribir una novela, se siente vacío. Necesita un tiempo, que suele ser el de la promoción, para pensar cuál va a ser la historia que va a escribir. Durante ese tiempo piensa en varias historias para, al final, decidirse por una. En esta ocasión estaba dándole vueltas a varias historias cuando Jesús Maeso de la Torre le propuso que escribiese un relato sobre algo concerniente a la Constitución de 1812, conocida como “La Pepa”, investigando encontró una bonita historia sobre el robo de 14.675 ovejas merinas por parte de las tropas de Napoleón, una más de las ingentes tropelías que cometió este bandido en España, para llevárselas a Francia y así no tener que comprar la lana española, considerada como la mejor del mundo.
Los gabachos robaron las ovejas al duque de Medinaceli y se dispusieron a llevárselas hasta Francia, atravesando más de media península. Al llegar a la localidad segoviana de San Rafael, los habitantes de la zona robaron a los franceses las ovejas, sólo pudieron retener a unas 360 ovejas, que fueron las que llegaron a Francia, enfermas de tiña, por lo que no las pudieron utilizar en los planes que tenía Bonaparte para criar ovejas en Francia -ya tenía preparadas todas las infraestructuras- y así no tener que comprárselas a España.
Esa anécdota, le sirvió a Gonzalo Giner para reflexionar sobre el importante negocio de la lana. “El negocio de la lana manejaba muchísimo más dinero que la propia corona. Los propietarios de los rebaños eran hacendados riquísimos que tenían unas infraestructuras muy poderosas. Sólo hay que visitar el Museo de las Ferias en Medina del Campo para hacerse una idea. En la Edad Media las ferias duraban unos cincuenta días y era prerrogativa de la corona autorizarlas”, explica el escritor con tono coloquial y distendido.
Las ferias eran cuidadosamente planificadas. “Se auditaban hasta los establecimientos en donde pernoctaban los ganaderos que visitaban la feria. Estaba todo muy organizado, en contra de lo que podríamos creer. Los oficios o gremios estaban muy controlados. El dinero que se movía en las ferias era muchísimo”, expone el autor de “Las ventanas del cielo”.
En todas las novelas de Gonzalo Giner aparecen como protagonistas algunos animales, caballos, perros, etc. En esta última son las ovejas las grandes protagonistas pero no faltan otros animales como un halcón e, incluso, un gato. ¡Como se nota que el autor es veterinario! “Dedicó cuatro días a la semana a la profesión y el resto a la escritura. Me suelo levantar muy pronto, sobre la cuatro y media de la madrugada, para escribir y lo hago hasta las siete, así siete días a la semana y durante 15 meses que es lo que suelo tardar en escribir una novela”, reconoce el escritor, que suele tardar otros seis meses en buscar documentación.
Además de las ovejas y el mercado de lanas, en la novela suceden muchas cosas más. “Es una novela de aventuras, muy viajera que nos traslada a las costas de Terranova, Túnez y las grandes ciudades del centro de Europa, sin olvidarnos de Burgos, donde Hugo aprenderá las más sofisticada técnicas de construcción de vidrieras”, señala Gonzalo Giner sin querer desvelar muchos motivos de la trama. “Además, tiene un final muy potente y sorprendente”, nos anticipa.
“La historia de la novela, se mezcla como un puzle, aunque la trama es circular. La motivación principal del protagonista es construir su destino y su vida. Las situaciones que irá viviendo le irán moldeando hasta forma a la persona”, razona el autor de “Pacto de lealtad” y “El sanador de caballos”. Además, de Hugo, participan personajes muy queridos para Gonzalo, como Obeko, un marino vasco con un gran sentido de la nobleza. “La lana embarcaba en puertos del Cantábrico para su desplazamiento hasta las ciudades de Brujas y Amberes, como la lana ocupa mucho y pesa poco, los marinos colocaban planchas de acero de las acerías vascas para nivelar los barcos. Cuando llegaban a tierras holandesas, los receptores de la lana se dieron cuenta de la buena calidad del acero y así comenzó el tráfico de acero hacia los Países Bajos”, ilustra el autor.
La novela “Las ventanas del cielo” quiere reconocer el impacto que sufrió el autor, con unos 24 años, cuando visitó en Paris la catedral de Sainte-Chapelle y vio sus vidrieras. “Esos chorros de luz me impactaron. La selección de los colores según la orientación me transformaron y pensé, cómo no conoce nadie la historia de estos constructores que cambiaron las catedrales”, cuenta el autor con signo de emoción en su voz. Fue a raíz de esta catedral cuando empezó a cambiar el concepto de las vidrieras. Hasta ese momento eran más pequeñas y con Sainte-Chapelle las vidrieras empezaron a contar historias. “Eran auténticas biblias en cristal. Con la escuela flamenca, la tecnología mejora ostensiblemente y se empieza a hacer pinturas en las mismas. En España las vidrieras más espectaculares son las de la Cartuja de Miraflores en Burgos”, dice. Hay otras muchas vidrieras importantes como las de la catedral de León o las de Plasencia, pero las de la Cartuja son impresionantes y merecen una visita detallada.
Gonzalo Giner lo que ha querido hacer con la novela es descolgar las vidrieras y bajárselas al lector para que las lea y las disfrute. “Escribían biblias en cristal y los creyentes recibían un impacto visual tremendo que trascendía el mensaje de Dios”, indica.
Preguntado por lo que hace diferente a sus novelas, Gonzalo Giner, que trabajo en un despacho de marketing, lo tiene muy claro. “Lo que hace diferente a una obra es el valor de lo no esperado, lo que provoca una emoción. Por eso, siempre busco esa parte de la historia que no conocemos y que no somos capaces de suponer. Lo inesperado”, concluye el autor que acaba de regalar al lector, su mejor obra hasta el momento.
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