Hecha esta obligada matización, Errejón y Mouffe nos presentan su diagnóstico del escenario político actual, con propuestas de resolución para los problemas que ellos detectan. En este sentido, en la obra se mezclan análisis de hechos concretos y argumentaciones de Ciencia Política, lo que supone que el metalenguaje ocupa un lugar preferente, limitando con ello el número de lectores que pueden entender determinados pasajes. Esta afirmación se observa, por ejemplo, cuando Errejón se refiere a la “cuestión nacional” en los siguientes términos: “la cuestión de España es si es posible construir una narrativa nacional al servicio de las mayorías subalternas y al mismo tiempo respetuosa con la plurinacionalidad y el derecho a decidir. Y cual sería su expresión simbólica. Esto me parece de primer orden y en absoluto anecdótico. Creo que se irá decantando en un proceso de constitución popular” (págs. 135-136).
El análisis de ambos autores parte de la obra escrita en 1985 por la propia Chantal Mouffe y Ernesto Laclau titulada Hegemonía y estrategia socialista, cuyo valor reivindican para el momento actual. Continuando con esta evolución cronológica, en opinión de Mouffe la socialdemocracia cometió una cadena de errores susceptibles de resumirse en ceder ante el neoliberalismo y admitir que tras el fin de la URSS ya no existía el adversario político (p. 17). Con sus mismas palabras: “el mejor ejemplo del poder de la hegemonía neoliberal instaurada por Thatcher en Gran Bretaña es la evolución del Labour Party bajo Tony Blair. Cuando los laboristas llegaron al poder aceptaron la hegemonía neoliberal. Con el pretexto de modernizarse rechazaron los valores del “Old Labour” y no hubo ningún intento de llevar a cabo una lucha contrahegemónica para transformar las relaciones de poder” (p. 37).
Errejón, en lo que a España se refiere, culpa del giro neoliberal a los gobiernos de Felipe González hacia los que realiza una crítica implacable e injusta algunas veces, acusándolos de destruir sus propias bases sociales a través del fomento del individualismo y de parecerse cada vez más a su rival (al que define como “par”). Esta sinceridad con la que se refiere al PSOE pone de manifiesto la puerilidad e inconsistencia de recientes planteamientos del partido sito en Ferraz con los que buscó acercarse a Podemos, cuya voracidad no pareció entender o subestimó.
Asimismo, estos reproches al PSOE hunden sus raíces un poco más atrás en el tiempo, en concreto en la Transición, de la que el político “podemita” ofrece una imagen peyorativa y por tanto excesivamente sesgada, en cuanto que la asemeja a una revolución inconclusa que exige su culminación. Para tal fin otorga el máximo protagonismo a su partido, pergeñando para ello una estrategia basada en “reconocer, primero, que las posiciones políticas no están dadas, que las identidades políticas no son estables, no hay nada de natural en que la gente se tenga que identificar entre la izquierda o la derecha, eso es histórica y geográficamente contingente” (p. 107). Esta concepción de las identidades políticas como algo en construcción resulta fundamental para entender que el fenómeno de Podemos no debe limitarse a identificarlo sólo con el 15M.
Dentro de esta estrategia, ambos autores consideran un pilar esencial la construcción de dos categorías enfrentadas: “ellos vs nosotros”. En este punto, las ideas difundidas rezuman un sentimiento victimista mezclado con dosis de mesianismo y adanismo que plantea algunos interrogantes. El principal de ellos podría ser ¿qué destino espera a aquellos que se oponen o simplemente no comulgan con las propuestas de cambio si éste llega a consumarse? Cabe responder que de una concepción tan confrontacional de la política, como la que patrocinan Errejón y Mouffe, difícilmente se pueden esperar resultados tangibles en forma de acuerdos, sobre todo si se procede de manera sistemática a la estigmatización del adversario.
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