Documental | 80 min. | Turquía-USA 2016
Título: Kedi (Gatos de Estambul).
Título original: Kedi.
Director: Ceyda Torun.
Guión: Ceyda Torun.
Estreno en España: 21/07/2017
Productora: Termite Films.
Distribuidora: Avalon.
Sinopsis
Cientos de miles de gatos vagan libremente por la frenética ciudad de Estambul, la metrópolis turca de casi 15 millones de habitantes que divide Oriente de Occidente. Sin dueño, estos animales viven entre dos mundos, ni salvajes ni domésticos -y llenan de alegría a los que deciden adoptar-. En Estambul, los gatos funcionan como reflejo de las gentes, permitiéndoles reflexionar sobre sus vidas de una forma única.
Crítica
En un país con tantas transformaciones recientes como Turquía y, concretamente, en una ciudad tan cosmopolita como Estambul, los gatos callejeros son, junto con el legado cultural otomano y bizantino, los vestigios de la historia turca que han llegado hasta nuestros días.
Ligados a creencias y supersticiones, venerados por cierta parte de la población, los felinos suponen toda una institución que contribuye a la definición de un paisaje urbano particular en el mundo. Aprovechando este elemento, Kedi (“gato” en turco) resulta tan transparente como su título y resigue los hábitos de varios gatos de la ciudad. Ellos son el epicentro sobre el que se sustenta el discurso del film y, dada su máxima importancia, Ceyda Torun apuesta en numerosos momentos por colocar la cámara a su altura –similar a la propuesta formal de la primera mitad de otra cinta reciente con nombre de felino, Lion (Garth Davis, 2016)-, mecanismo con el que se consigue eficazmente una experiencia más inmersiva.
En Kedi hay una voluntad descriptiva de los múltiples caracteres de los gatos, con las que se establecen paralelismos con las conductas existentes en los humanos. Así pues, por medio del retrato de las acciones gatunas se procede a la caracterización de varios papeles, tales como la madre protectora, anteriormente individualista; una pareja en la que la hembra es la que lleva las riendas (e incluso sufre ataques de celos cuando otro animal ronda a su parternaire); o la figura solitaria y observadora.
Con solo mirar cada uno de ellos durante un periodo de tiempo determinado, se puede dibujar aproximadamente lo que supone su existencia en Constantinopla, acercándola a la comprensión humana mediante el establecimiento de los mencionados roles.
Aunque indiscutiblemente los animales, nunca mejor dicho, se llevan el gato al agua en cuanto al protagonismo de la cinta, son inevitables las relaciones con las personas. Por ello, su presencia en la película es secundaria y empleada para reforzar el retrato del gato. Pero es en esta conexión costumbrista con los humanos donde Kedi incide de modo breve, pero insuficiente, en el contexto político turco.
En el estilo de vida de los hombres y mujeres que se sugiere mediante las escenas de interacción con los gatos, se traza un vago mapa sobre la diversidad de condiciones de vida de Estambul y, por extensión, Turquía. Polos en ocasiones divergentes que confluyen, precisamente, en el respeto por los gatos. Y en este precepto idealista, pero a la vez optimista, es donde Kedi ultima llegar.
En el poder de los mininos y otros seres vivos para unificar a las comunidades del mundo. Una esperanza grandilocuente narrada desde la sencillez y la ternura, a la que solo le hacía falta más compromiso social para una ciudad que, bien seguro, cambiará su estado en los tiempos venideros, a diferencia de los felinos que habitan en ella.