En ese momento histórico se ha fijado la escritora castellonense Rosario Raro para pergeñar su tercera novela “Desaparecida en Siboney”. A Rosario había querido entrevistarla ya hace unos cuantos años, pero por algún problema de agenda no pude hacerlo. Ahora me sacó la espina que llevaba clavada desde la aparición de su libro “Volver a Canfranc” y la espera creo que ha merecido la pena porque la autora se muestra durante toda la entrevista natural, cercana, inteligente y, hasta cierto punto, enigmática.
“La novela parte de hechos reales, hay ciertos documentos que he utilizado para la novela, como un telegrama real de Alfonso XII y otros”, comienza diciendo la escritora valenciana nada más comenzar nuestra conversación. “Yo siempre tengo un compromiso con los lectores que es la verosimilitud. De ahí que trate los usos, las costumbres y el lenguaje de la época sobre la que escribo”, señala con su dulce acento meridional.
“Desaparecida en Siboney” mezcla realidad y ficción en sus proporciones adecuadas, pero es siempre la realidad la que marca sus pasos. “Yo tengo predilección por los temas delicados. En este caso, por el enriquecimiento de ciertos industriales catalanes gracias al tráfico de esclavos”, afirma rotunda Rosario Raro y añade “aunque tengo mucho cuidado con lo que escribo para no tener problemas con demandas; gran parte de la documentación la he obtenido en archivos públicos que algunos interesados no han podido eliminar”.
Fueron estas personas las primeras interesadas en que sus turbios manejos no se supiesen. “Algunos descendientes de esos personajes se volvieron con el tiempo en grandes filántropos. Abrieron asilos, hospitales, etc. Para lavar sus negras conciencias”, relata la escritora. Muchos barcos negreros, como se cuenta en la novela, se hundieron con el cargamento humano atado por cadenas y sin posibilidad de salvación.
Además, el libro “trata una historia de cuñados, relación familiar no elegida, que ha sido muy poco explotada en la literatura”, asegura Rosario. Y de una forma “muy pendular”, la historia va avanzando alternativamente a los dos lados del océano Atlántico, eso sí de manera lineal en el tiempo. Esa forma hace que se vaya contraponiendo el lujo y la miseria de uno y otro lado. La parte más sórdida bebe de las fuentes de Dickens o de Balzac, del que escogió la escritora una cita incluida en la portada del libro y que nos dice mucho de lo que nos vamos a encontrar en las páginas del libro.
“Una novela tiene que reflejar la vida y tener un poco de todo”
El secreto de una novela, para Rosario Raro, es “reflejar la vida tal y como es y, además tener un poco de todo, amor, misterio, crueldad, etc.”, opina con rotundidad. Está muy acostumbrada a ello por su trabajo en las aulas de la Universidad y de los talleres de escritura que realiza.
Curiosamente, como profesora, no suele recomendar a sus alumnos que hagan grandes descripciones. “La literatura ha cambiado desde la aparición de la fotografía y el cine, ya no se puede escribir igual. Ahora, no hay que describir pormenorizadamente porque la mayoría de los escenarios los conocemos o se pueden acudir a ellos para verlos en Internet. Sin embargo, en esta ocasión he querido hacer una inmersión en los escenarios y, también, describir de manera minuciosa a los protagonistas. Algo muy típico en la literatura del siglo XIX”, desgrana Rosario con precisión de cirujana de las palabras.
El lector se tiene que dar cuenta que tiene muchos prejuicios y no sabe que los tiene
“Desaparecida en Siboney es un homenaje a la novela canónica del siglo XIX, al ejercicio de estilo y a la construcción de la novela de la época”, profundiza la escritora. Pero, también de la provincia más rica de aquella España de ese siglo, que tuvo una profunda huella africana; como se ve en las costumbre e incluso en la religión que supo sincretizar el catolicismo con los ritos de los orishas.
Al tratar tantos y tan variados temas, Rosario Raro lo que quiere es “que el lector se dé cuenta que tiene muchos prejuicios y no sabe que los tiene”. Uno de ellos es acerca del espiritismo, tan en boga en aquellos tiempos. “El vicario de la compañía marítima está claramente inspirado en Jacinto Verdaguer, un sacerdote que tiene una crisis de fe”, apunta, algo bastante recurrente en nuestra literatura.
Todos estos recursos hacen que la novela surja con una pasión totalmente inmanejable, algo que busca la escritora a propósito y donde ocurre de todo. Para finalizar, Rosario Raro nos confiesa que su personaje favorito es Mauricio Sargal, “hoy sería algo así como un hipster bon vivant, pero claro, esa descripción no se puede hacer porque no estaría acorde al espíritu del siglo XIX”, concluye la escritora que nos ha dejado una profunda huella con sus palabras y su inteligencia.
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