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Miguel Ruiz Montañez
Miguel Ruiz Montañez (Foto: Lorenzo Carnero)

Miguel Ruiz Montañez: “El hombre que cambió el mundo conocido es el personaje histórico más desconocido”

Autor de "La sangre de Colón" (HarperCollins Ibérica)
Por Francisco Jiménez de Cisneros
miércoles 03 de junio de 2020, 10:31h

Años después de su debut literario, en el que se encomendó a la figura del navegante, Miguel Ruiz Montañez regresa a Colón porque se quedó con ganas de indagar algunos misterios (¿por qué no se dejó retratar en vida?) de un personaje que tiene fuste literario y fue un genio adelantado a su tiempo. España, dice el autor, debe defender y reivindicar su figura.

Miguel Ruiz Montañez
Miguel Ruiz Montañez (Foto: Lorenzo Carnero)

Vuelve a Colón, ¿por qué?

Cuando se publicó La tumba de Colón, mi primera novela, estaban de moda los asuntos colombinos. Se trataba del 2006, se cumplían 500 años de la muerte del hombre que cambió el mundo. Además, estaban en marcha los análisis de ADN con los restos de Colón en Sevilla. La expectación era máxima. Esa novela se vendió muchísimo, más de doscientos mil ejemplares en castellano, y se tradujo a veinte idiomas. Pero era eso, una novela, una obra de ficción que no pretendía ser un tratado de misterios colombinos, que, por cierto, necesitaría más bien una enciclopedia. Me quedé con muchas ganas de indagar en otros enigmas del almirante. Y luego, hace unos cinco años, cuando comenzaron a ser retiradas estatuas de Colón por medio mundo, me animé a volver a sacarlo a la palestra. Merecía apoyos. Por eso, con esta nueva obra, entro de lleno no solo en los misterios que hemos heredado, sino también en la crítica social a la realidad de América 500 años después de la conquista.

Creemos saberlo todo pero, en realidad, de Colón sabemos muy poco. ¿Por qué, cuando hay otros personajes de la misma época mucho mejor documentados?

Así es. El hombre que cambió el mundo conocido es el personaje histórico más desconocido. Y lo hizo premeditadamente. En vida, Colón se encargó de decir que era extranjero, pero solo extranjero. Jamás pronunció o escribió un lugar concreto, ni él ni sus hermanos. Sembraron tal confusión, que incluso su hijo Hernando, tras la muerte del almirante, fue en busca de los orígenes de su familia, sin suerte. Todo es misterioso en torno a él: su firma, el proyecto descubridor, la información que manejaba y un largo etcétera. Y para colmo, no sabemos dónde está enterrado, si además de tener una tumba en Sevilla, tiene otra en Santo Domingo. Yo planteo en mi nueva novela un enigma aún más desconocido, pero real: ¿por qué no se dejó retratar en vida?

Colón no se dejó retratar en vida

¿Por qué?

Todos los retratos y cuadros en los que aparece Cristóbal Colón son posteriores a su muerte, y obviamente, realizados por pintores que no le conocieron en vida. Y es realmente extraño, porque el almirante era un hombre muy presumido, orgulloso de su gesta. Este es uno más de los enigmas que nos ha legado, y que a mí me sirve como elemento para plantear una trama de misterio. Pero este no es un libro de historia, es una novela de aventuras, de intriga, con un trasfondo crítico al legado hispano. Mi único objetivo es emocionar a mis lectores, atraparlos en una trama que los lleve en volandas hacia un final sorprendente.

Por cierto, que hay quien dice que era catalán…

Es una de las teorías alternativas al origen genovés más difundidas. En Cataluña el apellido Colom es muy antiguo, mientras que Columbus o Colombo no figura en ningún documento escrito por el almirante, jamás salió ese apellido de su puño y letra. Colón escribía mucho, cartas sobre todo, y también en los márgenes de los libros. Utilizaba el latín, portugués, incluso palabras catalanas, pero jamás el italiano. Cuando pedía dinero prestado a la poderosa banca italiana, escribía en otros idiomas. Pero los defensores de la teoría de la catalanidad del descubridor se basan sobre todo en una referencia concreta. Cuando los reyes le ennoblecieron, le otorgaron el uso del castillo y el león. Él añadió en su escudo los otros dos espacios, las islas doradas, las anclas y, especialmente, la banda azul y jefe de gules. Es decir, idénticas a las de la familia catalana Monrós, aliada por matrimonio con los Colom, judíos catalanes. Mon-Ros significa «mundo rojo», y su hijo Hernando afirmó que su padre firmaba en su juventud como Colón de Terra Rubra.

La novela habla de la sangre del descubridor, y de la sangre derramada en el Nuevo Mundo. ¿Sigue siendo ésta una denuncia pendiente?

Es un asunto más actual que nunca. Hace poco hemos oído al presidente de México, López Obrador, decir que tanto el rey de España como el papa tienen que pedir disculpas a los indígenas centroamericanos. Es inaceptable que se utilicen criterios del siglo XXI para juzgar hechos que ya han superado los cinco siglos. España estaba saliendo de la Edad Media, acababa de terminar la Reconquista, y toda Europa estaba sumida en guerras. Cuando Hernán Cortés alcanzó México, no encontró indios dóciles precisamente. Los aztecas eran tan brutales, que otras razas ayudaron al extremeño a librarse de ellos. Y luego hubo un mestizaje sincero, no se puede hablar de genocidio, porque no lo hubo. El propio Cortés tuvo un hijo con la india Malinche, Martin, al que quiso con locura y al que consideró hijo legítimo. El caso es que hoy día hay más de cincuenta razas y lenguas en el México actual.

La historia española ¿se ha ocupado suficientemente de esta derivada del descubrimiento?

La leyenda negra se encargó de ello. Poco hemos hecho los españoles por zafarnos de esas ideas. Fue un invento holandés para desprestigiarnos, y tuvo tal calado, tal éxito, que nosotros mismos hemos acabado asumiendo que las cosas sucedieron de esa forma.

Retirar estatuas de Colón de las calles y plazas en las que están se ha convertido en una moda, ocurre en América y aquí se sugirió la posibilidad de apear al comandante de su columna barcelonesa. ¿Oportunismo, paletez…? ¿Cómo lo explica?

Es un revisionismo de la Historia inaceptable. Pero bien sencillo de explicar. En la mayoría de los casos, el asunto comienza tras una demanda de los pueblos aborígenes. Estos dicen que los machacaron, y que eso sucedió a raíz de la llegada de los europeos a América. Y como el primero fue Colón, pues quitando entonces sus estatuas se arregla el problema y, sobre todo, se termina el debate. Así ha ocurrido en muchas ciudades de los Estados Unidos, que, además, tiene una componente casi de risa. Resulta que los indios americanos sí que fueron exterminados y apartados en una gran mayoría por los británicos. Y ahora, para aplacar a esos indios, retiran estatuas de Colón, una persona que jamás puso un pie en Norteamérica. Es más fácil quitar estatuas que entrar en el debate. Pero todo esto a mi me sirve para la novela, porque en ella explotan muchas estatuas de Colón en ese país, de forma extraña y misteriosa.

Me apena el país en el que vivo

Por cierto, usted habla de “descubrimiento”. Habrá quien diga que es una palabra colonialista.

Descubrimiento, conquista… ¿qué más da? Si pensamos en nosotros mismos, en España, ¿qué somos? ¿fuimos descubiertos por los romanos? ¿conquistados por ellos? Lo importante es que nos dejaron un legado inmenso, una cultura espectacular que nos sacó de la barbarie, y de hecho, estamos hablando en una lengua derivada de la suya. La realidad es que España jamás tuvo colonias, los reinos de ultramar eran parte de España, y sus súbditos eran tan españoles como los de la península Ibérica. A diferencia de otros Imperios, España no tenía colonias al modo de los británicos, franceses o belgas.

Su protagonista tiene un momento de flaqueza en el que recurre a la telebasura para desacreditar a su mujer. ¿Es un capricho o le tenía usted ganas a ese tipo de televisión?

Tenía muchísimas ganas de criticar y reírme de esos programas, de ese cuadrilátero mediático del corazón. Cuando veo a tanta gente joven cuyo objetivo primordial es cuidar su aspecto para salir en esos programas, me apena el país en el que vivo. Un país con tanto talento como el nuestro no debería desperdiciarlo en esas tardes y noches de tertulianos que discuten absurdas disquisiciones, y sobre todo, que arrastra a tanta gente a la ignorancia. Para la novela me he valido de un personaje principal, que narra en primera persona, un señorito andaluz que es expulsado de la nobleza. A partir de ahí, para vengarse de la marquesa, emprende una loca carrera por los platós de televisión. O sea, algo que los lectores considerarán habitual.

¿Qué le parece más extraordinario del Cristóbal Colón de carne y hueso?

En el diario de a bordo, escribió una frase que le define bien: “Haya misericordia en el cielo, y llore por mí la tierra”. Fue un hombre con luces y sombras, pero al fin, un genio adelantado a su tiempo. España debe defender y reivindicar su figura. Hizo por la extensión de nuestro país, por nuestra cultura, más que ninguna otra persona. Si Cristóbal Colón hubiese descubierto América para la corona británica o la francesa, hoy día sería el padre de cualquiera de esas patrias, estaría a una altura inimaginable. Pero nosotros somos distintos. En cualquier caso, estoy convencido de que este insigne personaje aún no ha desvelado toda su dimensión, y que aún quedan grandes sorpresas por descubrir.

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La sangre de Colón
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